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El sueño soñado de la poeta Dulce Díaz Marrero

La editorial digital BGR publica ‘El ser de Dulce’, una selección poética de la desaparecida poeta tinerfeña, dentro de la colección ‘Poesía en línea’

La poeta Dulce Díaz Marrero.

En el segundo verso de Mañana, la poeta Dulce Díaz Marrero (Santa Cruz de Tenerife, 1953 - 1978) manifestó: «El día mas próximo es el olvido». «¿A dónde volveré cuando me vaya / en qué sueños, dime, profeta / descansará mi sueño?», culmina el poema, casi como un feroz presentimiento. Solo contaba 25 años cuando la muerte cercenó el último mañana de esta jovencísima poeta, que calcó su nombre en su mirada soñadora y transgredió fronteras en los contornos del poema. 

Hoy la charca de su poesía, que abarca el tiempo breve que le brindó el tiempo, abre sus ondas hasta el presente y alcanza por fin la orilla de la memoria. A este lado del tiempo descansa el sueño soñado de Dulce Díaz Marrero, quien, como tantas poetas, habitó el mismo olvido que confinó tantos nombres de mujeres en la historia de las letras canarias. Y del mundo. 

En esta ocasión, la editorial digital BGR, fundada por la poeta colombiano-española Beatriz Giovanna Ramírez y con sede en Alicante, reúne una muestra de su legado poético, titulada El ser de Dulce, que ve la luz en formato virtual al abrigo de la colección Poesía en línea, que dirige el poeta palmero Antonio Arroyo Silva. El volumen puede adquirirse exclusivamente online, a un precio muy reducido.

Su título se corresponde con el que inauguró el primer número de la extinta revista La Menstrua Alba, en 1985, escrito por Roberto Cabrera García, figura fundamental en la recopilación, edición y divulgación de la obra de la poeta tinerfeña. Y es que Cabrera integraba el consejo de redacción de dicha publicación junto con el citado Arroyo Silva y Olga Luis Rivero, en cuyas páginas despuntaron cuatro poemas de Dulce Díaz Marrero, que hoy siguen el vuelo en las páginas de El ser de Dulce. 

Un latido

Este arco temporal dibuja una trayectoria de casi medio siglo desde que la poeta muriese en un accidente de tráfico el 22 de octubre de 1978, aunque, en palabras de Cabrera García, «centrándonos en el aspecto vital de Dulce Díaz Marrero, pudiéramos decir que a nuestra poeta la mató un latido». 

Sus inicios en la poesía se retrotraen al desaparecido Club Joven 70 de Santa Cruz de Tenerife, un espacio de confluencia lírica donde la autora cruzó sus caminos con numerosos poetas y escritores en ciernes, entre los que destaca el también desaparecido Félix Francisco Casanova, con quien trenzó una complicidad manifiesta en las letras, así como los mismos Roberto Cabrera y Olga Luis Rivero. Entonces corría la década de los 70 y Díaz Marrero, «la poeta que más nos sorprendió a todos», en palabras de Cabrera, se distinguió en muy pocos años y fue galardonada con el segundo premio de poesía Matías Real, del diario vespertino La Tarde, en 1975 (el primer premio lo obtuvo Francisco Casanova). También participó en el Primer Congreso de Poesía Canaria, que tuvo lugar en 1976 en Tenerife, donde leyó varios de sus poemas. 

Lectora voraz, con una marcada predilección por el verso, la sangre poética de Díaz Marrero navega libre en las arterias de lo posible, con una búsqueda estética rupturista, entre el pop y lo simbólico, que abre nuevos caminos fuera de los renglones en un campo generacional de hambre y deseo. 

Los puntos cardinales de su geografía interior gravitan sobre las grandes cuestiones literarias: el (des)amor, la muerte, la soledad, la nostalgia, el misterio del yo. En esta órbita, como el giro de un tocadiscos («Ahora, cuando comience una historia / recordaré tu pelo de rock and roll», escribió), su poética de telarañas, heridas y balcones soñaba un nuevo mundo a través de las letras. Pero, además, su poesía dialoga con la de su coetáneo Félix Francisco Casanova, con quien compartió, además de su destino trágico, el revestimiento cinematográfico y trascendental de un conjunto poético que parecía anticipar su propia muerte.

«La sombra de mi cuerpo / flota como un cadáver», escribió en su Síndrome nº1 el rebautizado como «el Rimbaud canario», entre cuyas líneas más reconocidas se encuentra esa belleza que reza: «Eres un buen momento para morirme». Sin embargo, en Díaz Marrero relumbra a su vez un hondo deseo de emancipación y rebelión: «No pueden con los escalones / maltrechos de mi cabeza, y / mientras las olas se derriten / en mares inoculados / yo me sumerjo / en el abismo del sueño».

Volviendo al sueño soñado, a la orilla de la memoria, la poesía de Díaz Marrero vio la luz en los 2000, a medio camino entre su muerte y el presente, bajo el título Fin de la ley, publicado por la editorial Baile del Sol, con el citado artículo de Cabrera como prólogo, que a su vez fue reeditada y ampliada en 2003, a través de la misma editorial y la coedición del Gobierno de Canarias, bajo el título País nuevo: Poesía completa, dirigida por Sabas Martín y edición al cuidado de Cabrera, su gran valedor. En 2008, la investigadora y profesora Blanca Hernández Quintana, especializada en la visibilización de las escritoras de las islas, incluyó una reseña de Díaz Marrero en su Diccionario de escritoras canarias del siglo XX(Ediciones Idea, 2008), si bien su nombre ya integraba antologías anteriores de Víctor Ramírez y Rafael Franquelo, y de Jorge Rodríguez Padrón.

A su muerte, el poeta y escultor tinerfeño Fernando Garcíarramos le dedicó un poema, que decía: «Le faltó tiempo al tiempo / y, antes de haber cuajado, el verso / se deshizo». Pero su renacer este año, con la multiplicación de su poesía en pantallas infinitas para perpetuar su vuelo, evoca este verso de su poema Vida: «Constrúyeme: haz que viva las edades / futuras del universo».

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