La Provincia - Diario de Las Palmas

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Amalgama

La compañía

Juan Ezequiel Morales

En el otoño de 2003, en un retiro de silencio de unos pocos días que hice en Las Caletillas, en la isla de Tenerife, me encontré con un investigador canadiense, estudioso de la música como sistema de conocimiento, y que se nominaba Melki Mankhandar. Estaba Melki preparando un viaje a Mauritania, un periplo en camellos saharianos, de doce días, al aún infrecuentrado Macizo del Adrar, pasando por la ciudad santa de Chingetti, por la montaña bicolor de Zagra, por los palmerales de M’hairet, El Gleittat y El Yeddah, por los barrancos del Oued El Abiod, y por el cordón de dunas de Al Amatlich. En el periplo haríamos cierto tipo de ejercicios psicodinámicos para acrecer la disciplina interna.

Las circunstancias políticas, incluido el observatorio de espionaje norteamericano en Tammanraset, recién instalado para la lucha contra «La Base», así como la toma política del gobierno mauritano en torno al hallazgo de bolsas petrolíferas en el interior desértico del país, desaconsejaron el periplo, pero discutimos acerca de que aquí se revelaba que la principal herramienta sería la «arqueología psíquica», tal y como la designó Jeffrey Goodman, excavador en las ruinas de Flagstaff, en Arizona. Goodman, después de haber estado practicando en Flagstaff con el «psíquico» Aron Abrahamson, con otro grupo de psíquicos de San Luis dirigido por Beverly Jaegers, con el psíquico Sol Lewis, recomendado por la Michigan Metaphysical Society, y con otros, estableció unos corolarios de los que recordaré lo siguiente.

La obtención de información psíquica no es categórica, hay muchas maneras con las que el psíquico accede a la información que, subjetivamente, implica la aceptación de esquemas de concepto del mundo fuera de lugar para un investigador que sólo quiere valerse de los datos. Hay que respetar el universo del psíquico. Goodman dice: «Aron, por ejemplo, asegura que utiliza a entes desencarnados para lograr ciertas informaciones, y los registros akashicos para otras». «Registro akashico» es un concepto clásico en el esoterismo decimonónico que conceptúa una especie de zona en la que han quedado grabados de alguna manera inmaterial todos los sucesos del mundo. Adverar su realidad no es algo que sea demostrable al modo occidental, con máquinas, por ejemplo. Sin embargo, ocurre que ciertos hombres sensibles psíquicamente acceden a algo que se ha querido llamar así, y obtienen una información que inexplicablemente es imposible lograr por medios ordinarios. ¿Es oportuno entrar en una clasificación o categorización de tales fenómenos? ¿en una tipificación de los espíritus y sus faenas? ¿en una descripción de los registros, niveles, o círculos celestiales donde moran los querubes o ángeles o arcángeles que vienen a dar información? Pienso que es algo tan vario como las características de cada sensitivo psíquico, y que, de una manera o de otra, queda tamizado por la particular y subjetiva personalidad de cada quien. Es imposible, o al menos irrelevante, entrar en esas clasificaciones, o ni siquiera encontrar explicación a tal barahúnda de datos fantásticos.

Por ejemplo, siguiendo a Goodman: «Fenómeno interesante que el investigador ha de tomar en consideración es que, en ocasiones, el psíquico y su fuente desean transmitir un mensaje por su cuenta, dejando a un lado las cuestiones específicas que se les presentan. Esto lo aprendí durante parte de mi trabajo inicial con Aron. Al tiempo que respondía a cada una de mis preguntas Aron intercalaba continuamente noticias sobre el primer gobierno de la Atlántida. Acabé por entender el sentido y le pregunté qué podía contarnos sobre ese primer gobierno. Pronunció entonces un elocuente discurso sobre el tema, hasta que se vació totalmente, por decirlo así. Los canales quedaron limpios de nuevo, lo que me permitió pasar a preguntas específicas que llevaba preparadas. El investigador debe respetar el mundo del psíquico y las cosas que él valora; e idealmente compartir las preocupaciones espirituales que son su fuerza motivadora. Dado que los psíquicos reciben sus particulares impresiones durante estados de conciencia alterados, el investigador tiene que familiarizarse con esos estados, a fin de tener una idea de aquello con lo que el psíquico se enfrenta». Frederick Bligh Bond, director de excavaciones de la Abadía de Glastonbury, en 1907, se comunicaba por medio de la escritura automática del psíquico John Bartlett, con los antiguos habitantes de la Abadía, supuestamente fallecidos hace siglos. Por este medio se reconstruyeron los planos del lugar descubriéndose restos que, de otra manera, nunca habrían salido a la luz. El conjunto de las comunicaciones que se recibieron está publicado en el Journal of The American Society for Psychical Research. Son curiosas las siguientes afirmaciones de los «espíritus» de «La Compañía», como Bond la llamaba; por ejemplo, en una ocasión uno de los informantes decía: «Tenía siempre el corazón alegre, pero a veces prorrumpía en llanto. Tal era mi condición. No hay que echarme la culpa. Ligero de pensamiento, evitaba pensamientos que no podía expresar y comprendía las bromas ligeras ¡Espíritu alegre! Si hubiera dirigido mi alma a las cosas grandes, no sería ahora un niño entre juguetes. Pero nunca había deseado ser monje. Me colocaron aquí en el coro, cuando me hubiera gustado blandir una espada». Jeffrey Goodman observa en el primer capítulo de su libro: «¿Cómo han de evaluarse todos estos detalles y todas estas complejidades? La interpretación más sencilla se reduce a que La Compañía era precisamente lo que pretendía ser: las inteligencias supervivientes de muchos individuos que en otros tiempos habitaron el lugar. Por la forma en que ellos mismos se identificaban en los escritos, parece como si algunos estuviesen ligados a la tierra, encadenados permanentemente al lugar a través de su intensa devoción a su querida abadía. Otros de los comunicantes, en cambio, se muestran independientes, libres, ayudando desinteresadamente a Bond y a los demás. Algunos de estos entes ligados a la tierra indican que su existencia transcurre en un modo de ensueños, mientras que otros se hallan en un estado complejo y agudamente analítico de pensamiento y existencia. En su mayor parte, declaran sin cesar que hablan basándose en sus recuerdos de esas épocas. A veces un ente determinado no podía responder a una cuestión histórica, si esta se refería a un periodo en el que no había vivido. La situación pronto era rectificada por otro de los miembros, que aparecía para narrar lo que el otro no puede». La historia, amigos, puede ser reescrita.

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