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‘Montevideo’ antes de leer ‘Montevideo’

Los hechos requieren de narradores para existir y Vila-Matas es experto en inventar situaciones destinadas a transformarse en vivencias

‘Montevideo’ antes de leer ‘Montevideo’

Lo cuenta Enrique Vila-Matas en su blog Ayudante de Vilnius: cuando su novela Montevideo había empezado ya a ser impresa, leyó determinados textos y fragmentos relacionándolos con su libro terminado. Por alguna razón le parecían conectados con este. La referida entrada a su blog se titula: ‘Donde seguí viendo a Montevideo después de Montevideo’.

No resulta extraño que lectores ávidos por leer su nueva novela nos sumerjamos en una búsqueda de pistas reveladoras de su libro, que se publicará próximamente. Y como no podría ser de otra manera, tratándose de la obra del singular escritor catalán, las pistas consisten en una serie de preguntas que multiplica el universo de preguntas. Al fin y al cabo, la literatura no se propone ofrecer respuestas. Si acaso, aspira a dar cuenta de que existe todo lo imaginable. Como escribió Ricardo Piglia, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano, igual que en un sueño.

Así, como en un sueño, me llegan también las pistas de Montevideo antes de haber leído la novela. En la web de Vila-Matas se dedica un espacio, aún casi desnudo, al anuncio del nuevo libro. En él aparece una sugerente imagen de Julio Cortázar junto a un verso de J.L. Borges: “Montevideo, ciudad que se oye como un verso”. Debajo, la portada de la novela: una imagen del cuadro “Las cuatro habitaciones”, de Vilhelm Hammershoi. Ambas imágenes aparentan guardar entre sí alguna relación oculta, pendiente de ser narrada. ¿Acaso no vivimos a través de narraciones? Los hechos requieren de narradores para existir y Vila-Matas es, además, experto en inventar en la escritura situaciones o realidades destinadas a transformarse en vivencias. Él despliega la misma capacidad de invención en el ámbito de la autobiografía, concebida como biografía potencial. Es decir, parece considerar la autobiografía, en un sentido amplio, como un conjunto de posibilidades no necesariamente realizadas.

A modo de adelanto del contenido de Montevideo hemos leído: “En pleno periodo de transformación personal y literaria, el narrador de esta novela comienza a observar señales en puertas y en cuartos contiguos, símbolos que comunican París con Cascais, Montevideo, Reikiavik, St. Gallen y Bogotá, y que le van devolviendo sigilosamente a la escritura, al deseo de transformar en láminas de vida ciertas experiencias que, como mínimo, piden a gritos ser narradas”. Las imágenes de Hammershoi y Julio Cortázar se vinculan, asimismo, quizá, con el misterio que se esconde en lo cotidiano y con la obra que transita en la indistinguible frontera entre lo real y fantástico.

Los textos donde Vila-Matas siguió viendo Montevideo después de Montevideo insinúan la presencia de fantasmas, pisos y cuartos y puertas fantasmales en la novela. Maestro en el juego de las identidades, el escritor catalán da a entender igualmente la existencia fantasmal del individuo en un continuo cambio de identidad y de la propia versión. Al respecto, hace incluso alusión a una pesadilla donde al despertar en la cama de una pesadilla se encontró a su lado consigo mismo convertido en un ser diabólico. Regresando a la presunta conexión entre la figura de Cortázar y la novela Montevideo, la leyenda cuenta que el escritor argentino era alérgico al ajo y dicha alergia era motivo de broma por parte de sus amigos, porque él sentía una especial atracción por los libros de vampiros y fantasmas.

Vila-Matas habla en su blog de “una habitación familiar y desconocida”. En una entrevista comenta que en 2010 estuvo pensando con Dominique González Foerster en una posible instalación inspirada en el lienzo de Hammershoi que tuviera “esa estructura de espacios caseros vacíos”. ¿Se refiere, entre otros, a esa cuarta habitación que en su novela Dublinesca quedó abierta al misterio? ¿Podría ser, tal vez, la cuarta habitación de Hammershoi?

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