La Provincia - Diario de Las Palmas

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Literatura Marta Barrio Escritora y editora

«Creo que el lenguaje es performático, tiene el poder de consolar y denunciar»

La escritora Marta Barrio. Pierre-Alain de Oliveira Castro

La escritora y editora Marta Barrio (New Haven, 1986), ganadora del Premio Tusquets de Novela 2021 por su obra Leña Menuda, participa en la cuarta edición del Festival Hispanoamericano de Escritores de La Palma, que se celebrará del 26 de septiembre al 1 de octubre en Los Llanos de Aridane. En esta entrevista reflexiona sobre sus motivaciones literarias, los derechos de las mujeres y su reencuentro con La Palma.

Su novela Leña menuda recibió el Premio Tusquets de Novela. ¿Qué supuso este reconocimiento a una obra que aborda cuestiones que aún son tabú en la sociedad y la literatura, como el aborto o el duelo gestacional?

El premio supuso, y supone, una gran felicidad. Primero, porque esta novela nació de un gran dolor, un dolor silenciado, la confesión de una amiga que había atravesado un proceso muy duro y tuvo la generosidad de detallarme su historia para que escribiera esta novela, así que es como hacerle justicia, sacar a la luz aquello que había sido oculto, romper un tabú. Luego, a nivel personal, porque me da una cierta tranquilidad a la hora de enfrentarme a la página en blanco, es un espaldarazo tremendo. Leña menuda es una historia basada en hechos reales, pero es también una reflexión sobre el cuerpo y sobre los nombres que les damos a las cosas. Nunca imaginé que una novela tan disruptiva, que un árbol con tantas ramas, pudiera ganar un premio tan prestigioso.

Precisamente, ¿cree que la literatura -por lo general, escrita por mujeres- ha contribuido a nombrar, visibilizar y a promover el diálogo en torno a estas realidades?

Creo que el lenguaje es performático, que tiene el poder de consolar y de denunciar, de visibilizar y de ponernos en otras pieles. Creo, también, que la literatura puede ayudarnos a imaginar otros mundos posibles, y a cambiar el mundo en el que vivimos.

¿En qué medida le ha inspirado leer a escritoras coetáneas o de su generación?

A mí me ha ayudado mucho leer a escritoras de mi generación. Me he sentido validada, me he sentido autorizada para escribir. Es muy importante lo de los roles y los ídolos. Si tú ves que solo publican hombres de mediana edad, tirando a 50-60 años, no haces esa identificación y, al ver que muchas mujeres escribían… Pienso en Sabina Urraca, en Aixa de la Cruz, que trataban temas que a mí me tocaban muy de cerca y que a lo mejor a mis padres no. Eso me hizo pensar en un relevo generacional, en el que quizá no habría pensado si hubieran seguido publicando solo novelas de señores de mediana edad. Pero yo, que había estudiado Filología, soy editora y no me sentía autorizada a ello. Al alcanzar cierta madurez profesional, cierta estabilidad, y al mirar a mi alrededor y ver que se publicaban novelas a escritoras de mi edad a las que yo tenía en alta estima… me animé.

En una entrevista sobre las motivaciones de esta novela en Zenda Libros citaba Los heraldos negros, de César Vallejo: «Hay golpes en la vida, tan fuertes. ¡Yo no sé!». ¿Cuál fue el motor de su escritura?

Es importante representar lo doméstico, el cuerpo, para conquistar o resignificar la intimidad. Muchas veces nos buscamos en otras novelas y en otros libros y en otras vidas pero no nos encontramos siempre en el canon. Se trata, al fin y al cabo, de otro tipo de destape, consistente en explorar mundos tradicionalmente silenciados. La representación de ciertas realidades es subversiva, marginal. Y, por tanto, potencialmente transformadora. Durante el proceso de escritura fueron surgiendo más ramas de ese árbol, de mujeres cercanas que me confiaron sus experiencias, que me convencieron de que hay cosas no nombradas a las que ya va siendo hora de poner nombre, y del poder de literatura como proceso catártico, tanto de escritura como de lectura, para dolores propios y ajenos.

El pasado agosto salió adelante la Ley del «solo sí es sí» y la previsión es que también lo haga la reforma de la Ley del Aborto. ¿Le preocupa la resistencia que han opuesto ciertos sectores de la sociedad a estas medidas en pleno siglo XXI?

Creo en la literatura como acción de cambio, y me preocupan sobre todo la ecología y el feminismo. Me aterroriza la amenaza creciente del cambio climático, como un crimen perfecto que se perpetra sin que nadie pueda impedirlo y que nos acabará alcanzando por mucho que los políticos se empeñen en mirar hacia otro lado y no darle la prioridad necesaria en sus agendas. También me inquieta el retroceso de mentalidades que se está dando en la cuestión de los derechos de la mujer, y en el aborto en particular, pienso en la nueva legislación al respecto de Texas y me entran escalofríos. Hemos vuelto a los tiempos de la delación, de los vecinos inquisidores que se pueden lucrar con el dolor ajeno. Habría mucho camino que recorrer hacia delante, en busca del bien común, por este planeta y sus generaciones futuras, y no entiendo por qué ciertos sectores de la sociedad se empeñan en caminar hacia atrás. Tengo una niña de cuatro años y me enfurece pensar en qué planeta le estamos legando a los que acaban de llegar.

Pese a estos avances, ¿las mujeres seguimos soportando el peso de los cuidados?

Hay un problema real de conciliación en España y somos las madres quienes cargamos con la mayor parte de la carga de la crianza y de la casa. Como sociedad no hemos sido capaces de darle un espacio a la vida, y eso es un fracaso. Se debería apostar por un modelo mixto, por la conciliación y el teletrabajo, y abolir el presencialismo como método de control de los empleados. Si un empleado no es productivo, no lo será en su casa, pero tampoco en la oficina. Perderá el tiempo en la máquina de café o fumando fuera. Es como del siglo pasado tener que estar calentando una silla. Por no hablar de los horarios. Creo que con una mayor libertad de movimientos, ganaríamos todos como sociedad.

¿Cómo define su relación no ya con la maternidad, sino con las expectativas que pesan sobre la maternidad?

Ursula K. Le Guin decía que los niños se comen los manuscritos. Al final es más difícil hoy día para la mujer sacar tiempo para la creación que para el hombre, porque nosotras somos las que llevamos ese peso del cuidado. Quizás ahora, además, tenemos expectativas demasiado altas. Pretender pasar tiempo con los hijos mientras horneas bizchochos artesanales y a la vez ser plenamente exitosa en todos los demás ámbitos de la vida, tener tiempo de crear, hacer ejercicio e ir al cine, eso es sencillamente una falacia. Es imposible. Me pesa la culpa, ese ideal de la mujer perfecta que te hace intentar llegar a todo y dejarte la piel en el camino. Por otra parte, según vemos en los datos, sigue habiendo muchas menos mujeres que publican que hombres que publican, y en parte se debe a este tema.

Aunque Leña menuda no se basa en una vivencia propia, ¿le resultó catártica su escritura?

Sí. Por supuesto. Yo viví mi embarazo con mucho miedo, tuve algún susto. Además, tuve diabetes y contracciones todas las tardes... En fin, estaba muy hecha polvo. Y la gente no hacía más que decirme «disfrútalo». ¡Pero cómo se podía disfrutar eso! Esa idea de la «embarazada feliz» me molesta bastante. A mí el embarazo, y el parto no digamos, no me parecen una experiencia amable. De hecho, toda la parte onírica sí que se basaba en miedos propios, aunque el resto no. En ese aspecto, la novela sí ha tenido para mí algo de catarsis.

Este mes viaja a la isla de La Palma para participar en el Festival Hispanoamericano de Escritores. ¿Qué sensaciones le produce la perspectiva de visitar un territorio arrasado por una erupción volcánica? 

Visité la isla hace más de diez años, en un viaje con mis padres y mis hermanos, y guardo un recuerdo muy grato de ese viaje. Cuando el volcán se despertó, eran casi las únicas noticias que me interesaban, porque recordaba con mucho cariño esa isla, y no podía concebir el tamaño del desastre.

En este evento coincidirá con numerosos escritores y escritoras de las islas, ¿cuáles son sus referencias sobre la literatura que se escribe desde Canarias?

El año pasado, como todo el mundo, leí Panza de burro de Andrea Abreu, y quedé deslumbrada por la libertad de su lenguaje y la frescura de su propuesta creativa. A veces, la paradoja del trabajo de edición es que te pasas el día leyendo manuscritos o libros que se van a traducir, y no tienes tanto tiempo para leer a voluntad o por placer, y confieso que no conozco tanto como quisiera la literatura canaria.

Además de escritora, es también editora. ¿Cómo influye esta doble vertiente en su manera de afrontar cada una?

Lo que más me gusta de la escritura es el momento en que ya casi solo tienes que pulir, en el que empleas una única tecla, la de suprimir, y borras y barres letras y caracteres para dejar el texto limpito, y que brillen más las palabras que se han salvado de la purga. Así que, en realidad, lo que más me gusta de escribir es la parte en la que lo que toca es editar. Lo veo como las dos caras de la misma moneda, que es el amor por la literatura.

¿En qué proyectos literarios (como escritora y editora) se encuentra inmersa?

Como editora, este trimestre voy a sacar tres libros muy especiales. El primero es Ahora en noviembre, de Josephine Johnson, que es una autora norteamericana, la más joven en ganar el Pulitzer en 1935, con tan solo 24 años, que debería haber pasado a la Historia de la Literatura, pero que no lo hizo porque el canon occidental se configuró dándole la espalda al género femenino. El segundo es Podio, de un autor malagueño que fue nadador y escribe sobre el deporte de competición y es una novela corta con mucha fuerza y mucho estilo. Y el tercero es el regreso de Parinoush Saniee, una autora persa que es muy conocida por El libro de mi destino, y trata del exilio y de la familia. Como escritora, estoy escribiendo sobre una niña que reconstruye la historia de su familia, al tiempo que su abuela, que tiene Alzheimer, va olvidando esos mismos recuerdos que ella desentierra. Es el verano del fin de la infancia, en que la niña deja de serlo al conocer por primera vez la enfermedad y la muerte, y el significado de la nostalgia.

¿Y sobre qué tema, no necesariamente a corto plazo, le gustaría escribir algún día?

Los niños de mi familia, que son muchos, me vienen pidiendo algún libro que ellos también puedan leer, pues de momento sus padres les han censurado lo que he escrito hasta ahora, así que supongo que literatura infantil o juvenil sería la tarea pendiente para acceder a sus deseos. También me haría una especial ilusión poder leerle a mi hija por las noches antes de dormir alguna cosa que hubiera escrito yo.

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