«Estoy bastante bien», me había escrito a principios del pasado julio, cuando contestó a mis noticias sobre el Congreso Galdosiano recién celebrado. «(…) Puedo decirte –le había escrito yo- que este ha vuelto a ser uno de aquellos congresos agradables, de conversaciones en los pasillos, de camaradería, de bien estar… También –creo- de buen nivel. (…) No hace falta decirte que te hemos echado de menos, como siempre. Tú y Alfonso Armas son los pilares de los Congresos y estarán ahí para siempre. Tuve la alegría de recordarlos a ambos, con agradecimiento y fervor, en una de las sesiones (…)». Le alegraron mis líneas: «¡Qué alegría, Yolanda. ¡¡Y con fotos!!»

Había nacido Rodolfo Cardona en San José de Costa Rica en 1924. Se graduó en Matemáticas en la Universidad de Luisiana en 1946, y recibió allí una maestría en Artes plásticas. Tras unos años de experiencia como cónsul de su país en distintos destinos de Estados Unidos, se doctoró en Lenguas y Literaturas Romances en la Universidad de Whashington, y ejerció como profesor en el Chatham College de Pittsburgh, en esa Universidad, en la de Texas (Austin), y en la de Boston, donde fue Director de Programa de Profesores hasta 1988, y emérito desde 1991. Ha sido profesor visitante en Nuevo México, Harvard, en Middlebury College… Fue Director residente del Instituto Internacional de Madrid (2000-2002) y Coordinador de la Academia Residencia de Estudiantes (2002-2005). Ha dado conferencias en todo el mundo.

Era gran conocedor de toda la literatura, y la española le interesó vivamente: Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Cervantes… Tempranamente se dejó seducir por Galdós. Ha editado algunas de sus obras, lo ha estudiado profusamente, y lo ha analizado en relación artística con Eurípides, con Turgueniev, con Henry James, con Balzac, con Kafka…

Tuvimos la suerte de que afianzara su galdosismo aquí en Las Palmas de Gran Canaria, durante en una estancia larga, que se inició en 1967 y se amplió más del sabático inicial, para no terminar nunca. En esos primeros años sesenta, mientras investigaba en los archivos de la joven e ilusionada Casa Museo y vertía su experiencia y su saber con los que trabajaban allí, trabó amistad fraternal con nuestro gran galdosiano Alfonso Armas. Con Armas y el Cabildo de Gran Canaria, logró apuntalar Anales Galdosianos, la revista internacional que había fundado dos años antes en su universidad; fue un empuje decisivo para que Anales lograra llegar a ser la realidad espléndida que sigue siendo hoy.

Y con Alfonso Armas, el Cabildo, lo mejor del galdosismo mundial y algunos de nosotros, Rodolfo Cardona celebró el primer Congreso, el de 1973, que ilustró con muy trabajada ponencia. Y, con la misma altura, el segundo, y el tercero…; y todos sin faltar uno. En el Congreso X (2013) fue el encargado de presentar la ofrenda floral a don Benito, en su monumento. Estaba muy emocionado y a todos conmovió con la conversación sentida al Maestro. En el XI nos avisó de que no podía viajar desde Boston, por cuestiones de salud. Lo mismo en el XII, celebrado el pasado junio. De ahora en adelante… ¡qué pena!

Físicamente, Rodolfo Cardona se parecía mucho a Galdós. Le gustaba que se lo dijeran y hasta –con algo de coquetería- procuraba reafirmarlo imitando algunos detalles (las lentes redondas, por ejemplo…). Pero, si bien existía ese parecido físico, mucho más se asemejaba al maestro en lo moral. Porque, como don Benito, Rodolfo Cardona era profundamente bueno, trabajador, generoso con todo el que lo necesitaba, prudente, sencillo y nada presuntuoso. De nadie hablaba mal. Sus discípulos son legión.

Dios le regaló a Rodolfo Cardona una familia cariñosa y una vida larga, despierta y lúcida hasta el último día. También le regaló el no ver morir a su esposa, Electra, a la que adoraba. amplia y amplia vida amplia, y lúcida hasta el último día, pues ella le sobrevive. A nosotros no regaló su persona, su sabiduría, su “clase”. Y nos deja su legado humano y crítico, su memoria imperecedera.