Si algo sé de esta vida es que el más cruel de los golpes, la patada más dolorosa puede estar ahí, a la vuelta de la esquina.

A principios de los dos mil, durante varios y continuados años, Wendy, Miguel, Gelu, yo mismo y mi expareja grecofrancesa de por entonces pudimos disfrutar ampliamente del tesoro de la amistad. Luego los diferentes ritmos de trabajo y de vida hicieron que nos viéramos menos sin menoscabo por tanto de la amistad sentida, naturalmente. Hoy, con el impacto de la noticia, vuelven a mi cabeza aquellos días, tan frescos como si fuera ayer. En cada uno de nuestros encuentros la sonrisa y la risa (sobre todo la risa) de Wendy emergían con la chispa y la gracia que definían además de su manera de bailar, también su manera de ser.

Esa chispa y esa gracia se echarán de menos ahora. Como es natural. Nos quedará su recuerdo. Recordarte, querida Wendy, será progresivamente un momento dulce. Ahora no puede serlo. Todavía no. Ahora es doloroso. Pero lo será. Llegará el momento.

Pienso particularmente en mi querido Miguel Montañez, a quién desde aquí, desde mi hogar francés, envío el más grande e interminable de mis abrazos.

Tanto él como Wendy supieron honrar con su talentosa y bella coreografía algunas de mis obras musicales. Recuerdo especialmente la pieza Cuadros finales, de 2008, para el ballet Doramas, estrenado en el Teatro Cuyás el 20 de febrero de 2009 y donde ambos lograron captar toda la esencia musical de la obra para plasmarla con elegancia, brío y precisión en ese arte del cuerpo y del movimiento que, con el legado de Gelu, siempre han sabido sublimar.

Recuerdo también la coreografía creada especialmente por Miguel Montañez, para mi obra Confidencias estéticas para tiempos trágicos, de 1999 y estrenada en el Teatro Pérez Galdós el 31 de mayo de 2001. Brillante, como todo lo que Miguel y Wendy han hecho siempre.

Ironía de la suerte esos «tiempos trágicos» son los días que vivimos y, muy especialmente, el día de hoy en que descubro con estupor la noticia del fallecimiento de Wendy.

El tiempo irá haciendo su trabajo. Y, como ya dije antes, algún día: la sonrisa y la risa de Wendy resonarán en nuestras mentes con dulzura y con menos dolor.

Espero que de aquí allá, las fuerzas, el ánimo y la compañía de todos los que te quieren te ayuden a seguir adelante querido Miguel.

Y a ti, querida Wendy, te prometo que tu sonrisa tan fresca no caerá en el olvido.

Je t’embrasse ma chère.