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Amalgama

Ciberlibertarios

Juan Ezequiel Morales

Son tiempos para los nuevos anarquistas. El orden existente es sistemático y aplastante y no va a parar. Toda acción tiene una reacción es una observación palmaria, tanto desde el Tao Te King como desde la física mecánica más básica. Por eso surgen filósofos como Evgeny Morozov, de la Universidad de Harvard, bielorruso, teórico del ciberespacio, y autor de The Net Delusion. The Dark Side of Internet Freedom, de 2011, y To Save Everything (traducido al castellano como La locura del solucionismo), de 2013.

Morozov afirma que Internet no ayuda a democratizar regímenes autoritarios, sino que ayuda a hacer totalitarios a los regímenes democráticos, dado que la herramienta de Internet es lo más eficaz para la vigilancia total y, en consecuencia, la represión política. Morozov detecta a los ciberutópicos, incapaces de verlo, y a los solucionistas tecnológicos, que piensan que la tecnología puede solucionarlo todo. A Morozov se le ha tildado de neoludita (que rechazan el avance tecnológico) por Alec Ross, en contra de las compañías tecnológicas norteamericanas. Morozov señala a los ciberlibertarios (en The New Yorker): «Puede que no puedas pagar por los cuidados de salud, pero ellos piensan que el problema está resuelto si tienes una app en tu teléfono que te alerta del hecho de que necesitas más ejercicio, o que alerte si no estás comiendo lo suficientemente saludable”.

En una ácida crítica a Morozov de Michael Meyer, Evgeny vs. the internet, publicada en Columbia Journalism Review el 2 de enero de 2014, Meyer explica: «En la visión del mundo de Morozov… la misión de Google es monetizar toda la información del mundo y hacerla universalmente inaccesible y rentable». Meyer se sorprende de que Morozov «cree que las personas que intentan perder peso con aplicaciones de seguimiento del estado físico están sentando un peligroso precedente que podría fomentar prácticas abusivas por parte de las aseguradoras de salud».

Morozov estuvo como director en Transitions, una revista financiada por la Open Society, y allí vivió los tiempos de las revoluciones de colores y analizó el cómo estas revoluciones se apoyaron en Internet, en sus nuevas herramientas: los mensajes de texto, los blogs o los videojuegos, habían desempeñado una importante misión en aquel tipo de movimiento democrático. Morozov se dio cuenta de que «Howard Dean perdió, pero en Europa del Este se derrocaron regímenes», y escribió: «Milosevic se dirigía a La Haya, Shevardnadze fue derrocado en Georgia, Yushchenko llegaba al poder en Ucrania. Se veía que las cosas podían cambiar». Y en 2008 dejó Transitions, pues sus proyectos «no salían como yo quería. También vi que, en los lugares donde trabajaba, los gobiernos eran mucho más sofisticados de lo que pensábamos. Estaban llevando a cabo nuevos tipos de vigilancia. Estaban contratando a blogueros. No había nada en este conjunto de herramientas que las hiciera mágicamente beneficiosas sólo para un bando».

Cuando Morozov vio que medios poderosos de comunicación y altos funcionarios del Departamento de Estado de repente promovieron estas estrategias digitales como la mejor esperanza del mundo para construir la democracia, Morozov se encontró rechazado por la corriente intelectual solucionista e inter-centrista. Su desconfianza se convirtió en ciberpesimismo. En 2009 dio una TED conferencia, en Oxford, titulada Cómo la red ayuda a las dictaduras, analizando por qué Ronald Reagan dijo, en 1989, que «el Goliat del totalitarismo será derribado por el David del microchip». Cuando publicó su libro Net Delusion, las Primaveras Árabes habían explotado, dándole de nuevo la razón respecto a las dictaduras e Internet.

Morozov tenía cada vez más claro que primaba en la industria de Internet primero el interés económico, y luego, el servicio público. Morozov analiza: «Piensa en las grandes farmacéuticas, en las grandes petroleras. El mero hecho de que utilicemos el término ‘grande’ para hablar de ellas significa que nos hemos dado cuenta de que probablemente tienen intereses que divergen de los del público. Nadie utiliza el término ‘big data’ en ese sentido». Y asimismo señala que la privacidad es un «medio para lograr un cierto ideal de política democrática, en el que se confía en que los ciudadanos sean algo más que proveedores de información autocontenidos para tecnócratas que todo lo ven y todo lo optimizan». Señores: una Internet a la que los gobernantes tengan vigilada es la contrademocracia pura.

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