Pedro Casablanc dirige y protagoniza, junto a la actriz Maru Valdivielso, la obra ‘Decadencia’, un texto del dramaturgo británico Steven Berkoff que se representará en el teatro Cuyás este viernes 30 de septiembre y el sábado 1 de octubre a las 19.30 horas. El argumento parte de una crítica a la frivolidad de la aristocracia, pero muestra con mucho humor negro las enfermedades morales que aquejan a la sociedad actual.

La historia de Decadencia llega tras las fanfarrias de los funerales de la reina de Inglaterra.

Es una historia muy inglesa en su origen, una protesta tremenda dentro de una ironía como el bufón de la corte inglesa que podía decir todas las verdades. Steven Berkoff la escribió durante el gobierno de Margaret Tatcher denunciando todas las injusticias sociales, la situación de paro, la guerra de las Malvinas, el racismo, la xenofobia. Y yo creo que volvemos a una situación muy parecida. Decadencia cuenta la decadencia moral de una pareja que representa a gran parte de la sociedad, gente con dinero y poderosa, que está asistiendo a los funerales de la reina Isabel. Puede haber gente estupenda en la burguesía, pero también gente sin empatía, del que hace la ley hace la trampa, de robar, de no ser tolerante con los demás. Estamos creando una sociedad de personas que solo se miran al ombligo y surgiendo muchos brotes homófogos o racistas.

¿Cómo es el estilo de la obra escenográficamente hablando?

Todo está en un estilo de cabaret, divertido, con mucha música. Ponemos en pie este texto de denuncia absoluta en boca de dos personajes de clase muy alta, que de lo único que se preocupan es de darse placer, ir de cacería, ir a restaurantes de lujo, gastar el dinero en ropa, en coches de alta gama, y nunca tener la vista sobre los problemas sociales, de escasez, de gente que se queda sin casa por desahucio. Todo ese mundo ellos lo desprecian. Es decadencia moral y de sentimientos.

Que son los dos grandes problemas del capitalismo actual.

El sistema capitalista tiene sus ventajas como el libre mercado y la libertad de cada uno hacer lo que quiera con su dinero, pero yo creo que eso debe ser hasta cierto punto. Debemos pagar impuestos para que la sociedad vaya a mejor, tener mejores escuelas o centros sanitarios. Somos privilegiados, pero tenemos el riesgo de crear una sociedad joven, depredadora y muy poco solidaria, egoísta.

¿Y aparece el tema de la relevancia de las redes sociales?

En cuanto a la intimidad puesta en público. Todo eso hace que perdamos el pudor, la vergüenza y que creamos que lo que cada uno hace, o la opinión de cada uno es la que vale. No hay un consenso general, nadie escucha a nadie. Y eso nos degrada, nos hace seres decadentes porque no hay relación con el otro, no nos miramos, hablamos a través de wasap, sabemos escribir mensajes tanto de amor y odio, y proliferan los haters que se alegran de la muerte de alguien, que insultan a través de las redes en el anonimato. Todo esto está en el mensaje de la función. Yo, que la he dirigido, he querido que esté presentado de una manera divertida. Yo tenía como referente la película Cabaret de Bob Fosse donde se está hablando también de un momento de crecimiento del nazismo con todo lo que trajo, el exterminio de seres humanos. Y si en cabaret se cuenta a través de canciones, yo he pretendido hacer un espectáculo de hora y cuarto muy festivo donde vemos a los personajes absolutamente enloquecidos con lo que es la diversión, el baile, las buenas comidas, los buenos restaurantes, el sexo, la droga, la cacería, la frivolidad más absoluta, sin ningún momento para reflexionar sobre lo que nos está pasando, que es lo grave, la poca paciencia o la poca falta de reflexión.

¿Fue complejo el trabajo de adaptación de Benjamín Prado?

La obra original está en un inglés difícil, escrita casi en verso, con rima, y Benjamín ha hecho una adaptación al castellano muy fiel, pero a su estilo, porque debíamos respetar el verso de la obra, una especie de cantante, de disparate con rima y ritmo. Benajmín hizo una adaptación muy ajustada a lo que cuenta. Y, luego, en la forma, es perfecta, un texto que da gusto decir sobre el escenario.

¿Pero hay una trama central?

La trama es un pretexto para hacer una especie de documental sobre los comportamientos de estos seres, que son como animales. Asistimos a momentos de estas vidas frívolas. La trama viene a ser que uno de estos millonarios le es infiel a su mujer con una prostituta de alto standing, y hay un detective contratado por la mujer ofendida que va detrás de este hombre para intentar matarlo. Y en esa trama es donde se nos enseña cómo vive esta gente, que hablan de problemas sobre el color de su piscina cloro, cuando hay otros que se mueren de hambre o son desahuciados. Una banalidad comparado con los grandes problemas de la sociedad capitalista.

¿Y qué ha supuesto en una carrera tan prolífica como la suya?

Esta es una profesión a la que amo. He sido actor profesional desde los 15 años, pero siempre hay algo de lo que aprender.

¿Qué destacaría de Berkoff?

Es un actor, director y escritor de referencia. Hizo La naranja mecánica con Kubrick, James Bond, la serie Vikingos, en Octopussy es uno de los malos, en Rambo. Un autor de grandísimas obras dramáticas y esta nunca se había representado en castellano. Yo lo he tenido como referente como actor que utiliza el cuerpo o la palabra. No es naturalista ni realista, y por eso los actores nos movemos al ritmo del texto. Lo que hacemos teatro tenemos que hacer un gran esfuerzo porque nuestra competencia es Netflix.