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Danza | In Memorian

Wendy Artiles: Más allá del baile

Nos enseñó muchísimo más que baile, tanto, que todas las palabras se quedarían cortas para expresar lo que nos reveló, lo que nos llenó, lo que nos dio y lo que nos da

La bailarina Wendy Artiles, en una imagen de archivo. | | LP/DLP

No voy a empezar este texto con la tan repetitiva frase: «Fallece la bailarina Wendy Artiles, a los 54 años». No. Esta dedicatoria comienza aquí:

Wendy, en sus 54 años, nos enseñó muchísimo más que baile, tanto, que todas las palabras se quedarían cortas para expresar lo que nos reveló, lo que nos llenó, lo que nos dio, lo que nos da, no lo que nos dejó.

En vida veíamos su belleza interior y exterior, porque no solo era una fantástica bailarina, no solo era el legado de Barbu, sino que era mujer, pareja, madre, hija, hermana, tía, amiga e, incluso, una psicóloga licenciada excepcional. Wendy era todo lo que una mujer de gran corazón puede ser para la gente que la rodeaba, pues era de esa clase de personas que todo el mundo querría tener en su vida.

Desde ahora, y siempre, veremos en cada Plié su delicadeza en el trato humano que tenía; en cada Relevé, su equilibrio y concentración; en cada Battement y, por supuesto, Grand Battement, su fuerza imparable, que nos contagiaba a todos y todas. Veremos, en cada Brissé, su alegría y su luz; en cada Pas de Bourré, su paciencia y sensibilidad infinitas; en cada Developpé, su elegancia, siempre inundada de una humildad insuperable; en cada Changement, su risa, su sonrisa, sus eternas ganas de animar, de apoyar, de estar presente si alguien la necesitaba; en cada Glissade, sus ganas de superarse siempre, sus ganas de que nos superáramos siempre, su ímpetu... Veremos en cada Grand Jeté algo muy importante que nos enseñó: siempre hay que intentarlo, nunca hay que rendirse; que debemos seguir adelante y más adelante con perseverancia, con optimismo, con energía.

Wendy no solo era bailarina y profesora de danza clásica. Wendy, en cada uno de sus actos, por pequeño que pareciera, en cada palabra, en cada carcajada, demostró ser una persona única, incomparable, solar y, por supuesto, insustituible.

Esta vez, el Universo se equivocó, porque una persona como ella ya era un ángel en este mundo, haciéndolo más bonito, haciéndolo mejor, mucho mejor. Pero quizá debamos entender que no podemos ser egoístas y querer a nuestra estrella personal siempre a nuestro lado, porque estamos seguros de que ahora nos podrá cuidar a todos y todas como ya hacía, pero sin esfuerzo, sin peso, sin dolor, sin estrés…

Así que, apreciadas personas que conocían a Wendy, recordémosla como era, sigamos sus pasos, sigamos su actitud para, entre todos, (aunque nunca como hacía ella) podamos seguir creando un mundo mejor y más bello, con su ejemplo, con su infinito amor, con su sabiduría, su grandísima empatía y sensibilidad.

Ella salvó vidas, alivió dolores y tristezas, calmó ansias y apaciguó almas, a veces, incluso, sin saberlo, y siempre desde el más absoluto respeto y discreción.

Así pues, que esta pérdida, aunque siga con nosotros, sirva para que nuestros corazones no se ensombrezcan con trivialidades, sino que se hagan más amables, más nobles y humildes. Y que vivamos cada uno nuestra vida con la certeza de que estamos siendo la mejor versión de nosotros mismos cada día, como ella nos enseñó a ser.

Gracias eternas, queridísima Wendy. «¡Ep!, ¡Ep!, ¡Ep!».

*En representación del alumnado de la Escuela y de todas sus personas queridas.

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