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La Tolstoi del presente

Liudmila Ulítskaya, premio Formentor, la escritora que mejor descifra el alma rusa

La Tolstoi del presente

Sí. Tras treinta años de una magistral, extensa y premiada carrera literaria que comenzó con su hermosa Sóniechka, podemos aventurar que Liudmila Ulítskaya es nuestra Tolstoi del siglo XXI, la escritora que mejor está descifrando el alma rusa. Ella plantea temas actuales con un lenguaje que emula el de Tolstoi. Habla del pasado y del presente con un lenguaje moderno que es claro tanto para los jóvenes como para los adultos.

Ulítskaya, además es experta en capturar los sutiles matices del pensamiento y la experiencia, expresando tanto el espíritu humano como los defectos sin falso sentimentalismo. Consigue siempre hacer una investigación profunda de las almas y la psicología de los personajes, que están completamente realizados, representados con extraordinario detalle.

Ahora que la escritora rusa, afincada en Berlín, ha expresado su deseo de ir dedicando mas tiempo a su familia que a la escritura,-una especie de retirada en diferido-, conviene ir recordando y recuperando lo mas esencial de su obra que le ha valido premios como el Formentor, el más reciente, pero también el Simone de Beauvoir, el Cavour o el Médicis. Es lo que viene haciendo su principal editora en España, Lumen, que acaba de recuperar uno de sus más atractivos. Se trata de Los alegres funerales de Alik, una historia maravillosa de unos rusos, justo antes de la caída de la Unión Soviética y con un fuerte sentido de comunidad y disfrute de la vida, a pesar de no tener dinero. La comida y la bebida, el sexo, la amistad, el arte, la religión incluso, son sus fuerzas motivadoras y todo se hace con risas y alegría, incluso en la tristeza de la muerte.

Ulítskaya cuenta una maravillosa historia de rusos y otros personajes, yendo y viniendo, festejando, cotilleando, contando historias del viejo país, en torno al lecho donde Alik está despidiéndose de este mundo.

Cuenta la historia de Alik que se está muriendo en un apartamento de Nueva York, capital a la que emigró desde Rusia veinte años atrás y donde ha luchado por hacer una vida y una carrera como artista, pero que nunca alcanzó el éxito.

Ahora se está muriendo en su cama de una enfermedad desconocida e incurable. Con él, en un apartamento sofocante (sin el aire acondicionado por falta de pago) están varios amigos y familiares, incluida su esposa Nina y sus dos ex amantes Irina y Valentina, su vecina italiana y hasta una banda paraguaya, cuyos miembros apenas hablan español o inglés, solo el guaraní.

En torno al lecho de Alik están Irina, su ex amante, acróbata de circo; Nina, su esposa, hija de un gerifalte de la KGB, alcohólica y ferviente ortodoxa rusa; Gioia, la vecina italiana que le lee a Dante y Valentina, su actual amante.

Nina intenta que se convierta al cristianismo y consigue un sacerdote, pero Alik insiste en tener un rabino, aunque él no es nada religioso y la reunión del sacerdote y el rabino es simplemente uno de los momentos hilarantes del libro, con Ulítskaya burlándose de ambos.

Todos los personajes que desfilan por estas páginas mantienen monetariamente a Alik, que une a su fracaso artístico el económico, pero a cambio Alik es el que les da el sentido de comunidad, de emigrantes en otro país, porque ante ellos el artista es el único que ha logrado establecer una continuidad con el modo de vida que dejaron atrás.

Un relato mordaz, pero conmovedor con un abanico de mujeres que entrecruzan sus vidas con las de Alik, mujeres que se ven obligadas a ofrecer lo mejor de sí mismas en una controversia identitaria muy de gusto de esta gran autora.

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