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Cine| Ibértigo 2022

Testimonios generacionales

‘Tener tiempo’, el largometraje que incluye Ibértigo para la jornada de hoy, aborda los pensamientos y costumbres de muchos jóvenes

Testimonios generacionales. Claudio Utrera

La Muestra de Cine Iberoamericano se acerca ya a su ecuador con un bagaje de estrenos que ya no volveremos a disfrutar, por desgracia, hasta dentro de otros doce meses o los cinco que nos quedan hasta la celebración del Festival de Las Palmas. No debemos insistir más a fuer de resultar cansinos ante los lectores, pero el hecho es incontestable: la ausencia en las carteleras de nuestra ciudad de títulos procedentes de aquellas cinematografías resulta cada vez más escandalosa y a nuestros empresarios parece no importarles, por ejemplo, el apoteósico éxito de crítica y público que recibió hace unas semanas en la Mostra de Venecia y en el Festival de San Sebastián la producción argentina sobre el juicio a las Juntas Militares Argentina 1985, de Santiago Mitre, así como un rosario interminable de títulos de similar calado, encabezados por la colombiana Los reyes del mundo, de Laura Mora (Concha de Oro); Regra 34 , de la brasileña Júlia Murat; Vals de Santo Domingo, de la dominicana Tatiana Fernández Geara o Tengo sueños eléctricos, de la costarricense Valentina Murat, por citar solo los títulos más galardonados.

Tener tiempo, el largometraje de producción nacional que incluye Ibértigo para la jornada de hoy, está escrito, producido y dirigido a seis manos: Graciela Alonso Martínez (Gran Canaria, 21 años), Nicolás Martín Ruiz (Madrid, 21 años) y Mario Alejandro Arias (Madrid, 23 años), las de tres jóvenes alumnos diplomados de la ECAM empeñados en radiografiar en su ópera prima las inquietudes, los deseos, los conflictos y las ambiciones de una generación en pleno tránsito hacia la madurez. Una tarea nada baladí en la que se han comprometido, a lo largo de los últimos años de la historia de nuestro cine, nombres provistos de un talento excepcional para dar en el clavo en tan difíciles y delicados menesteres. Y así seguirá ocurriendo con futuras generaciones, que seguirán contemplándose en el espejo de su propia realidad y combatiendo la incomprensión y la intolerancia de sus predecesores.

Cine por tanto de clara matriz autobiográfica que no oculta en ningún momento ciertas trazas de autocrítica en el plano social y una sincera preocupación por la imagen algo volátil que ofrece la juventud de nuestros días ante los convulsos tiempos que vivimos, así como la posición, no siempre responsable, con la que muchos jóvenes afrontan sus propias perspectivas de futuro. En este sentido, la película, ganadora del Premio al Mejor documental en el pasado festival de Málaga, puede definirse como un voluntarioso gesto testimonial sobre una forma de vida que en muchos aspectos confronta con la que han heredado de la generación de sus padres. De ahí que sus progenitores solo aparezcan en ocasiones puntuales para mostrar, de forma pasajera, las grandes diferencias

He aquí, por tanto, una película premeditadamente sencilla, que no simplista, ligera de equipaje argumental y sin otra pretensión que dar la nota sobre los pensamientos y las costumbres que atraviesan el corazón y el cerebro de muchísimos jóvenes en la España actual, mostrando su potencial capacidad para expresar, por los medios más impredecibles, su vitalidad.

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