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Análisis

Desde la soledad y la ausencia

La directora, junto a Delia y otros miembros de la familia Mazzarovich, nos introducen a través de sus diversas declaraciones en las zonas menos visibles de este dramático relato familiar

Un fotograma de ‘Delia’, de Victoria Pena Echevarría. La Provincia

Ganadora de la Biznaga de Plata a la Mejor Dirección y de la Mención Especial del Jurado en la sección Cine en español del Festival de Málaga, así como del Premio Especial del Jurado y Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Montevideo, Delia, escrita y dirigida por la cineasta uruguaya Victoria Pena Echevarría (Montevideo, 35 años) es otro documental de corte político que abunda, como la mayoría de los presentados a lo largo de esta muestra, en uno de los temas más recurrentes en la historia contemporánea de muchos países del área iberoamericana: el rol que desempeñaron las distintas dictaduras militares en sus respectivos procesos históricos y las profundas fisuras sociales que provocaron los sucesivos gobiernos ultraconservadores hasta la normalización del sistema democrático, bien entrada la década de los años 90 y los consiguientes reajustes sentimentales de tantas vidas rotas.

Sin embargo, en la película que hoy nos ocupa, no solo es la propia historia el único objeto de su análisis sino de todos los colombianos que, refugiados en el anonimato por temor a posibles represalias, la han construido con sus gestas, sus sacrificios, sus miserias, sus heroicidades, sus traiciones, sus luchas, sus crímenes o sus ostentosas contradicciones, pero especialmente la figura abnegada de Delia, la esposa de Jorge Mazzarovich, un militante izquierdista que sufrió años de prisión por defender sus ideas ante la Junta militar. En este caso, la debutante Victoria Pena nos introduce en el seno de una de las familias que se vieron avocadas, a su pesar, a sufrir los trágicos designios de unos tiempos oscuros dominados, a sangre y fuego, por los sectores más extremistas de la milicia.

La propia directora, junto a Delia y otros miembros de la familia Mazzarovich, nos introducen, a través de sus diversas declaraciones, en las zonas menos visibles de este dramático relato familiar mediante la interpretación personal de los incontables poemas que, en medio de su larga y penosa soledad, la paciente esposa utilizaba para combatir la larga ausencia de su marido, aunque jamás le llegara ninguno de esos poemas a la prisión en la que este cumplía su condena.

Esta frustrada relación epistolar adquiere sin embargo un nuevo y decisivo sentido cuando, una vez excarcelado tras 11 años de cautiverio, Jorge vuelve a su hogar y descubre la existencia de los ocultos poemas que conservó su mujer durante tanto tiempo, fiel reflejo del auténtico estado de ánimo que presidió esa larga y depresiva etapa de su vida y que por motivos estrictamente personales, nunca se atrevió a compartir con nadie.

Naturalmente, el resultado de este drama es la profunda reconsideración a la que ambos se someten tras el emotivo testimonio que, año tras año, Delia fue depositando en sus reveladoras reflexiones sobre la soledad y la ausencia que tan meticulosamente recoge en sus escritos.

Aquellos textos, que jugaron un papel decisivo en los momentos más críticos de su supervivencia emocional, ponen asimismo de relieve, y de ahí el principal objetivo de esta película, la invisibilidad del dolor real de una mujer frente al reconocimiento exclusivo de su esposo como el único héroe de la función.

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