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Entrevista a Fernando Palacios, educador

Fernando Palacios: «La Mota de Polvo es como asistir a la teoría del Big Bang pero en juguete»

Palacios, ayer, en Infecar, tras uno de los conciertos escolares. | JOSÉ CARLOS GUERRA

Es un espectáculo que puede cambiar la vida de los pequeños, pero también un acontecimiento histórico en toda regla. ‘La mota de polvo’ fue el primer cuento musical para una orquesta que, debido a su éxito, inauguró un departamento educativo en Gran Canaria que imitarían las demás agrupaciones de España y América. Su creador, Fernando Palacios, la repone 30 años después para el público familiar en Infecar.

Ha sido impresionante ver la reacción espontánea y positiva de los niños ante su espectáculo durante los pases escolares.

Los niños tienen muchísimas reacciones, pero intentamos que estén en los límites de la música clásica porque esto no es una fiesta solamente, sino un concierto al que queremos darle la máxima calidad con un contenido importante. Ponemos todos los medios necesarios para que ellos mantengan su atención, para que sea divertido, y tengan ese punto de éxtasis, pero para poder llenarlo con muchas cosas importantes. El cuento de La Mota de Polvo es como la teoría del Big Bang pero en juguete. Una pequeña cosa que explota, que empieza a moverse y, a partir de ahí, llega el conocimiento de todo.

Aunque en realidad lo que se cuente es cómo es el lenguaje musical con puntos o líneas.

A través de eso los niños descubren los elementos de la música: desde el contrapunto hasta la teoría acompañada. Cuando yo empecé con este espectáculo hace 30 años su éxito hizo que se reprodujera en las orquestas de España y Latinoamérica. Pero aquí creamos el primer departamento educativo y luego siguieron todos los demás. El arranque fue con este cuento y esta orquesta.

Pero no se estrenó, concretamente, en Gran Canaria, ¿no?

En realidad fue una obra encargo de la Orquesta y Coro de Radiotelevisión Española. Y era un concierto familiar que lo dio en directo la televisión el Día de Reyes en el año 92. Me encargaron hacer un cuento con orquesta en una época en la que solo se hacían Pedro y el lobo, El Carnaval de los animales, o La guía de la orquesta para jóvenes de Britten. Luego, el consejero de Cultura del Cabildo, Gonzalo Angulo, me pidió que aplicáramos el repertorio sinfónico de los mayores para niños. Y me puse a trabajar en esto. Con Manolo Benítez empezamos a diseñarlo todo. Y ahora, cuando veo entrar a los niños ordenadamente, con azafatas, recuerdo cómo hace 30 años éramos sólo Manolo y yo colocando a los niños, y hablando con los maestros y músicos para convencerlos de lo positiva de esta experiencia. Y en los 30 años se ha llegado a todos los niños de la Isla y han podido disfrutar esta orquesta. Y esa es la labor importantísima porque luego llegan los lamentos, que si están vacías las sillas de los teatros, que si no viene el público que debería venir, que las orquesta actúan para salas medio vacías. El público no nace solo por la belleza de la música, sino necesita nacer por el empeño de tener una educación en esto. Pero esto es a largo plazo, porque a plazo inmediato no hay nada en educación.

"El público no nace por la belleza de la música, sino por el empeño de tener una educación en esto"

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¿Durante cuánto tiempo estuvo usted al frente de estos conciertos escolares?

Estuve los 15 primeros, luego me nombraron director de RadioClásica, y luego no volví a hacerlo porque fuimos creando talleres para que hubiera narradores, guionistas, guías didácticas, etc. Trabajé en varias orquestas, pero sobre todo la de Navarra, que es de donde soy yo. Se crearon profesionales, hicimos un máster sobre conciertos didácticos y el primer seminario que se hizo en el mundo fue en la Universidad de Granada. Y en países como Estados Unidos se quedaron sorprendidos. Se creó una profesión y ahora hay numerosos profesionales que pueden hacer este trabajo.

¿Conoce a muchos niños que vinieron hace 30 años y ahora son músicos reconocidos gracias a este espectáculo?

Muchísimos. El otro día una señora me abordó para decirme que ella había estado en el estreno de otro cuento mío, Las baquetas de Javier, y le entró una pasión tan grande por esto que ahora es una profesional. Pero también en los cursos de verano. Uno de los más grandes organistas del mundo es Juan de la Rubia, y lo es por un curso que vino de pequeñito y cuando volvió su casa dijo ‘papá, yo me quiero dedicar a esto’. O Cibrán Sierra del Cuarteto Quiroga, que recuerda todo lo que yo les decía.

¿Y cómo reaccionan los adultos ante el cuento musical?

Yo hago unos talleres en el Teatro Real de Madrid al que vienen más mayores que pequeños porque los mayores necesitan que les cuenten cosas buenas d ela música.

Y luego está el aspecto pedagógico que tiene la música.

La importancia de la música la avalan estudios científicos y publicaciones de psiquiatras y psicólogos. El hecho de tocar un instrumento, en silencio, eso es educación en estado puro, y aprender tantas cosas de la vida. Este concierto es escuchar e imaginar, estar en silencio en una butaca ante una música que es agresiva, contemporánea, banda sonora, canon a lo Bela Bartok, swing. Si lo viven y metabolizan luego eso aflora a favor.

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