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In memorian

Luminosa intérprete del alma canaria

Luminosa intérprete del alma canaria

Es la penúltima en dejarnos de la prodigiosa segunda saga de los hermanos Millares de los siglos XX y XXI. Admirable artista, mujer culta y discreta, esposa de un gran periodista y madre adorada por todos sus hijos, fue Jane paradigma de lealtad a su familia y amigos.

La belleza de su obra pictórica, tan arraigada en el espíritu y la idiosincrasia de Canarias, corre parejas con las de Felo Monzón o Antonio Padrón, si bien plasmada en el tierno realismo de los tipos, los paisajes y el vivir isleños, siempre tratados con delicadeza por sus pinceles y ceras, envueltos en un aura sutil, personalísima y cariñosa que tan solo cabe identificar con la metáfora. Si es posible hablar de un realismo poético, nadie lo plasmó como ella. Pero esa capa ideal también está en sus pinturas abstractas, tan personales y atrevidas como fuese el momento histórico de su concepción.

En la plástica, la poesía y la música es insigne la aportación de los Millares, comenzando por Manolo, referencia mundial de la pintura abstracta, y siguiendo por Jane y su universo emotivo, Agustín y su categórica recusación de la tiranía, el comprometido lirismo De José María, la virtuosa musicalidad de Totoyo y el violínismo de Yeya, ultima de la saga que sigue aquí. En conjunto, la obra de todos ellos tiene un valor incalculable; pero uno a uno también son únicos en la inteligencia del arte y la cultura

Evocar ahora a Jane, tan querida y admirada, es verla pintar en silencio mientras hablamos con su esposo Luis Jorge Ramírez en el salón de su casa de la Ciudad Alta. Ella se abstraía en el lienzo. Si subíamos ruidosamente el entusiasmo conversatorio nos pedía dulcemente que bajásemos el volumen para no distraerla de su trabajo. Pero lo hacía con palabras que delataban su escucha. Y al concluir el trabajo que la ocupaba entraba en el diálogo con pleno conocimiento del asunto debatido y una levísima capa de humor e ironía. En esto, era millariana a tope.

Luis Jorge la adoraba de manera incondicional. Mantenía él en este diario una sección de textos breves, muy leidos por su ingenio e implicación en los temas cardinales de la sociedad grancanaria. Entre otros, fue fundamental ariete de la atmósfera social que exigía la Universidad completa para Las Palmas. Jane asumía el rol del ciudadano exigente y formaron una pareja incomparable por su identidad en la opinión y en la acción sobre asuntos de cultura, y también de sociedad, política y solidaridad humana. Cuando ella hablaba, era parca en palabas sin énfasis pero luminosa por la maduración intelectual que adensaba sus ideas.

Por encima de todo, fue Jane Millares Sall una gran artista, creadora de lenguaje y autora de una visión absolutamente personal del alma de su Isla. Acaba de dejarnos, ya nonagenaria. Hacía muchos años que no nos veíamos, pero sigue fija en mi memoria la bondadosa serenidad de su palabra y la imagen de un credo artístico trascendente. A sus hijos y nietos, el deseo de que gocen el legado de su belleza en la vida y en el arte.

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