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La tecnología y la música

¿Destronará el 'streaming' a los conciertos en vivo?

La decisión de bandas como Coldplay de promover los conciertos sostenibles vía 'streaming', así como el discurso que moldea el concepto de 'directo' según las tecnologías disponibles, merecen una reflexión sobre los derroteros de una sociedad cada vez más rendida a lo digital

Proyección en 'streaming' del concierto de Coldplay en Buenos Aires en el cine Comedia. ZOWY VOETEN

"Coldplay propulsa el auge de los conciertos sostenibles por 'streaming'", titulaba el otro día este periódico. La historia, resumida, es que el grupo británico ofrecía un concierto en Buenos Aires que se podía ver en salas de cine de todo el planeta, en lo que venía a ser un anticipo del mundo que aguarda en algún recodo del futuro: ese mundo en el que la gente, en lugar de ver y oír música en vivo –en un estadio, en una sala de conciertos– verá y oirá música en diferido. Eso que usted está pensando es cierto: no es la primera vez que un concierto se retransmite en salas de cine. El discurso que se abre paso, en cambio, sí es novedoso, y se basa en la idea de que para ver un concierto en directo basta verlo de forma sincronizada, y que estar en el lugar donde se hace la música es secundario. La tendencia a redefinir las cosas la confirman Amazon y su nuevo canal Music Live, que llevan hasta el salón de sus casas conciertos en vivo. El sueño de todo ser vivo.

En fin, todo indica que el camino conduce allí: que en este mundo sobrecalentado y exhausto no habrá más remedio que restringir al máximo los movimientos, y en vez de visitar a los tíos llamarlos por el ordenador, y en vez de trabajar, teletrabajar, y en vez de ir al cine, ver una película en casa –sobre todo, si para ir al cine hay que quemar combustible–. Las tecnologías ya están ahí, ya lo permiten, ya está todo dado para que el mundo deje de moverse, deje de contaminar, para que el ser humano aparque el instinto de aventura –es eso, en parte– y se convierta en una criatura doméstica. Será lo correcto. Será lo ético. Pero será aburrido, y empobrecerá al ser humano. Un réquiem pues por el placer de sudar en medio de la multitud.

Integridad e intensidad

"Estamos hablando de perder la integridad y la intensidad de la experiencia estética, por mucho que la tecnología haya avanzado tanto que el 'streaming' sea increíblemente realista", dice el filósofo Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la UB y autor de 'La revolución de la ética', el libro galardonado con el Anagrama de Ensayo que en un año tan lejano como 1997 ya señalaba los cambios que lo digital iba a infligir en nuestros hábitos. "Pero no solo eso, también perdemos en lo social porque no participamos de la interacción colectiva, no vemos, no tocamos, no seguimos al unísono el show sobre el escenario en las mismas dimensiones de tiempo y espacio. Y no es cualquier interacción social la que perdemos: es la interacción de tipo unitivo y armónico, muy propia de los conciertos, donde se produce una fusión en torno a un sentimiento colectivo. Eso se pierde cuando, por muy perfecta que sea la representación que llega vía 'streaming', la seguimos comiendo palomitas desde el salón de nuestra casa".

Si hay alguien que fiscaliza con lucidez la modernidad tecnológica es el filósofo surcoreano Byung Chul Han, que en una de sus últimas obras, No-cosas (Taurus), alerta precisamente de la pérdida de "lo sólido y tangible". "Ya no habitamos la Tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube", se lamenta. En otro de sus ensayos famosos, La desaparición de los rituales (Herder), escribe lo siguiente: "Los rituales son procesos de incorporación y escenificaciones corpóreas. Los órdenes y los valores vigentes en una comunidad se experimentan y se consolidan corporalmente (…) La digitalización debilita el vínculo comunitario por cuanto tiene un efecto descorporizante"». Pocas cosas podrían servir mejor de ejemplo que el ritual de una gente que antaño se juntaba por miles para compartir una experiencia colectiva reemplazado por millones de puntos desperdigados por el planeta viendo la misma cosa. Y chateando. Podría haber formado parte de una distopía de mal gusto escrita hace 50 años.

De "estuve en el concierto de Coldplay" a "vi el concierto de Coldplay" hay una Vía Láctea.

Prestigio social

"En el ámbito musical la experiencia en directo es muy difícil de igualar –dice Alex Buitrago, profesor de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Valladolid– porque alimenta instintos tribales que es difícil satisfacer a través de una pantalla. Además, la persona que ha visto a un grupo en directo siempre tiene mucho más prestigio social. Pero eso no quiere decir que la tendencia no vaya a encontrar su hueco, uno, porque tiene sentido, y dos, porque existe la tecnología necesaria para hacerlo". Más allá de eso, Buitrago ve muy difícil que la experiencia virtual acabe desbancando a la real, y añade otra razón: "Aunque el ecosistema digital va a copar cada vez más facetas de nuestra vida, al mismo tiempo van a crecer las tendencias antidigitales, los colectivos que van a promover no vivir o no pasar la mayor parte de la vida en pantallas. Habrá hasta tendencias extremas que promuevan la castidad digital".

Según Bilbeny, "como alternativa no se puede despreciar" ("por ejemplo", explica, "para quienes no pueden pagar la entrada de un concierto"), "pero hay que valorarlo en su justa medida". Ni siquiera como sucedáneo: es otra cosa. El catedrático de Ética recuerda que "la relación humana sigue fundándose en el tacto y la mirada, que son fundamentalmente humanos, nos han humanizado y han de seguir humanizándonos". "En el mundo digital, donde hay más conexión que contacto, esa relación se pierde". Por su parte, Buitrago dice que, "al final, el contacto social es una necesidad humana primaria, y si la sociedad nos empujase a una vida en que esa interacción se redujera mucho, seguro que nos rebelaríamos contra ello". Los problemas mentales que tienen algunos adictos a las nuevas tecnologías vienen en parte del sacrificio de esas relaciones, agrega –y es un reflejo de la importancia que tienen–.

De modo que: ver un concierto por 'streaming', como alternativa, bien. Y eso que usted está pensando es cierto: un directo es un directo. La vida real es la vida real.

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