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Festival

El Primavera Sound cierra su debut en Sao Paulo con 110.000 espectadores

Travis Scott, el chico malo del hip hop, incencia el festival con un concierto apocalítico y salvaje

Travis Scott, en su concierto en el Primavera Sound de Sao Paulo. Primavera Sound

El Primavera Sound de Sao Paulo se despedía este domingo con un balance más propio de un festival de larga trayectoria que de lo que realmente es, un debutante: 110.000 personas han pasado esta última semana por los más de 64 conciertos celebrados en la ciudad y el Distrito Anhembi, el enorme parque ferial con sambódromo incluido. 

Allí, a última hora de la noche del domingo, una muy bailarina Caroline Polachek seducía a un nutrido público con sus estudiadas coreografías y su ya famosa versión del Breathless de The Corrs antes de que Charlie XCX sellara el fin de fiesta definitivo como solo ella sabe hacer. El experimento de trasladar el Primavera Sound a Brasil concluye, pues, con una exhibición de músculo organizativo y de indudable gancho entre el público más joven y diverso. En apenas unos días, Santigo de Chile y Buenos Aires cogerán el testigo del festival barcelonés con sendas ediciones. 

“La primera vez que estuve aquí fue hace diez años y pensé: wow, esta gente me entiende aunque sea de la otra parte del mundo. Y no sabéis lo que eso significa para mi”, exclamó Lorde a un público entregadísimo nada más aparecer en escena con un ajustado mono rojo, subida a una escalera móvil que rotaba sobre sí misma y danzando de un lado a otro del escenario con una contagiosa energía. 

La neozelandesa, a la que le faltaban dos horas para cumplir los 26, bordó un concierto en el que desmenuzó de forma íntima y casi terapéutica los porqués de muchas de sus canciones (como la fantástica Buzzcut Season, que compuso con sólo 15 años, o esa oda al 'crush' veraniego que es 'The Louvre') y provocó la sobreexcitación colectiva al invitar a Phoebe Bridgers a compartir escenario. Cantaron la estupenda 'Stoned at the nail salon' y verlas juntas, sentadas, bordando esa canción sobre lo que significa crecer y hacerse adulta fue uno de esos momentos especiales y únicos que quedarán para el recuerdo colectivo. 

Salvaje y arrollador

Antes, Bridgers había encandilado a las masas con un concierto delicado y contundente al mismo tiempo donde hubo de todo: arrancó con 'Motion sickness', bajó al público para tocar a sus fans y se pronunció a favor del derecho al aborto antes de tocar 'Chinese satellite'. El de Bridgers también quedará como uno de los grandes conciertos del festival. 

En las antípodas de la luminosidad de Lorde está Travis Scott, el otro rey de la noche coronado en un concierto salvaje y arrollador, tan brutal como sus canciones. El trapero norteamericano arrastra una merecida fama de chico malo y verle en directo confirma que Scott desprende, en efecto, algo que vuelve loco a su público, con el que conecta de un modo prácticamente irracional. Salió cual paracaidista, con un mono lleno de cremalleras, rodeado de llamaradas (por algo uno de sus apodos en el mundo del hip hop es La Flame) y con un barroco montaje sobre el escenario a base de rocas, monolitos negros y un juego de plataformas que subían y bajaban a lo 'Prince of Persia', un intimidante decorado de aires apocalípticos más bien malrollero. Había seguridad extra para controlar que el concierto no se fuera de madre (este noviembre se cumple un año de la tragedia de Astroworld, el festival de Houston en el que fallecieron 8 personas), y en canciones como 'Goosebumps', puro delirio colectivo final, parecía que todo se fuera a venir abajo... pero no.

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