Felipe Bermúdez (Las Palmas de Gran Canaria, 1944), es doctor en Teología y profesor emérito del Centro Teológico de Las Palmas (actual ISTIC), del que fue director. Allí fundó y coordinó la revista Almogaren (1988) y el departamento de Teología de las Realidades Canarias. En la actualidad es secretario de la Fundación Manuel Velázquez Cabrera. Es autor de, entre otros, Fiesta canaria. Una interpretación teológica (1991), El defensor de la isla. Manuel Velázquez Cabrera [1863-1916] (2010), El huerto de la memoria: la represión del maestro Carámbula (1876-1951) (2019) y Hacia una teología canaria (2022), la obra que se presenta hoy a las 19.00 horas en el Cabildo grancanario y que forma parte de la Colección Náufragos de Ediciones Tamaimos.

¿Cómo surgió la idea de este libro?

Surgió de una conferencia que pronuncié hace 42 años, en 1980, para el discurso inaugural del Instituto de Teología de las Islas Canarias. Hice una lección inaugural sobre cómo hacer teología desde Canarias, con elementos metodológicos para poder trabajar desde las Islas en aquel contexto histórico. Lo publiqué y estaba ahí. Ahora ha aparecido un grupo de intelectuales, como el catedrático en Filología José Miguel Perera, que trabaja en la editorial Tamaimos. Me propusieron la idea de editar ese texto porque a ellos les pareció interesante, que podía tener actualidad. El libro consiste en un prólogo de José Miguel Perera, dónde explica el contexto de esta conferencia que yo di, una segunda parte que es la conferencia como tal y, para terminar, un tercer artículo sobre cómo veo yo la historia 40 años después. Hago una reflexión sobre cómo he visto yo que ha evolucionado el mundo, qué ha pasado en la historia de la humanidad en estos 40 años, sobre qué ha pasado en Canarias, cómo ha evolucionado el asunto de la identidad canaria y, también, qué evolución ha habido en la Iglesia y en el mundo de la Teología.

¿Cómo se relacionan la cuestión histórica con la identidad canaria y la evolución de la Iglesia?

Cuando he releído el texto 40 años después, veo que puede tener actualidad. ¿Por qué? Porque en aquel momento, a nivel mundial, tuvo lugar el acontecimiento más importante de la Iglesia Católica del siglo XX, el Concilio Vaticano II. En las Islas Canarias se dio un proceso muy interesante de la aplicación de este concilio. El Concilio ahora hace 60 años que tuvo lugar y aquellos años, esas primeras décadas, eran realmente apasionantes. Había mucha creatividad y surgió un cristianismo nuevo, un cristianismo de liberación. Canarias vive en estos momentos un despertar de la conciencia muy importante. De hecho, en 1980 salió el libro de Manuel Alemán, Psicología del hombre canario, y en ese mismo año fue cuando sale mi aportación. Manuel Alemán fue para mí maestro, él fue formador mío en el seminario. Estaba muy implicado en la sociedad del momento, la sociedad de los últimos años del franquismo, del comienzo de la democracia, del despertar de la canariedad. Entonces, lo que yo aporto es el tema de cómo la Iglesia se implicó en todo este proceso.

Portada del nuevo libro de Felipe Bermúdez, 'Hacia una teología canaria'

Portada del nuevo libro de Felipe Bermúdez, 'Hacia una teología canaria' LP/DLP

Con Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia Católica caminó por otros derroteros, más involucionistas.

¿Por qué considera que es importante ahora esta cuestión?

Porque la aplicación del Concilio tuvo un parón. Con Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia Católica caminó por otros derroteros, más involucionistas digamos. El Concilio Vaticano II fue una primavera, y la Iglesia se retrajo hacia el invierno. La Iglesia se metió en una involución lamentable. Y ahora, con el Papa Francisco, todo eso se ha vuelto a replantear. Estamos descubriendo que el Concilio se puede volver a aplicar. Lo que decíamos hace 40 años, tiene validez hoy día. Ese es el planteamiento.

¿En qué ve reflejado este nuevo despertar de la Iglesia del que habla?

En, por ejemplo, el Papa Francisco. Él viene de América Latina, de un espacio de iglesias jóvenes, donde están las comunidades de base, los movimientos populares, la teoría de la liberación. Todo eso que Francisco trabajó en América Latina, lo está trayendo a la Iglesia universal. Sus gestos, sus formas de plantear las cosas. La primera salida que hizo fue a Lampedusa, a la isla donde habían naufragado 500 y pico migrantes y habían muerto. Cuando fue a Canadá hace poco, fue a pedir perdón a los indios por el genocidio, por el maltrato que la Iglesia Católica les hizo. Cuando ha ido a Baréin, ha ido a dialogar con el islam. Todo este aire fresco ha sido impresionante. Este hombre, con sus gestos, cartas y enseñanzas, está revolucionando.

¿Cómo definiría la teología de la liberación?

Esta teología que yo llamo la teología canaria y que tiene un parentesco directo con la teología de la liberación latinoamericana, es un planteamiento que parte de la praxis de un cristianismo comprometido. Cuando hay un cristianismo comprometido, este se implica en la historia, en los procesos de violación, en los procesos de lucha del colectivo de los migrantes, de las personas marginadas, de las mujeres, de las personas con discapacidad. En la medida que este cristianismo crece y rebrota, aparece la reflexión del compromiso. Y esa es la teología, una teología que parte del compromiso y que ayuda a reforzar el compromiso.

El cristianismo se impuso en Canarias durante la conquista. ¿Cómo se compagina esta religión impuesta con la liberación de la que usted habla?

El cristianismo no vino a las Islas de manera pacífica, no vinieron los misioneros a predicar el Evangelio a los guanches. Vino con la conquista. Eso mismo pasó en América Latina. Es decir, la ambigüedad del Evangelio vino con la espada. Eso lo hizo la Iglesia imperial que había en la Edad Media y esa fue la Iglesia que vino aquí. Ahora bien, cuando el cristianismo se incorpora y se asimila en Canarias y en América Latina, surge una manera de entender el cristianismo donde, poco a poco, más allá de que haya venido con una conquista o no, afortunadamente descubrimos que el cristianismo no se puede imponer como una cultura extraña y unida a la conquista. Eso está muy reflexionado. En la teología de la liberación latinoamericana y canaria, nosotros no bendecimos la conquista. Decimos que, a pesar de que el cristianismo vino aquí a partir de una conquista guerrera, imperial, trajo la posibilidad de acercarnos a Jesús y al Evangelio. El Evangelio no se casa con ningún tipo de conquista ni de imperialismo.

El mensaje que tenemos que transmitir, es por ejemplo, el de Mateo, 25: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui un forastero y me acogiste, estaba enfermo y me ayudaste.

Cada vez la religión tiene un papel menos protagonista en la vida de la gente. ¿Cómo casa esto con la teología de la liberación cuando cada vez más gente se aleja del cristianismo?

El cristianismo ya no es cómo era antes. En el franquismo, con el nacionalcatolicismo, la religión era un elemento clave en la vida social. Esto ha desaparecido y ya no vuelve más. Ahora bien, el cristianismo como tal, sigue teniendo un mensaje, la idea de una pequeña semilla. Jesús hablaba de la levadura. Una semilla pequeña que puede transformar toda la masa. No buscamos un cristianismo triunfal de peregrinaciones, de iglesias llenas... eso no va a volver. Ahora estamos buscando que ese cristianismo vuelva a los orígenes, a las primeras comunidades cristianas, antes de que fuera la religión oficial del imperio. El mensaje que tenemos que transmitir, es por ejemplo, el de Mateo, 25: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui un forastero y me acogiste, estaba enfermo y me ayudaste. Este es el mensaje, que tiene una actualidad tremenda en este mundo individualista en el que cada uno va por su cuenta, donde los países ricos marginan a los pobres, donde a los migrantes no los queremos en Europa... Si hubiera una humanidad más samaritana, que no mirase hacia otro lado, las cosas mejorarían, ¿no?