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Cuando faltan las palabras

Jon McGregor huye de los grandes dramas de las novelas en su entrega ‘La palabra para rojo’

Cuando faltan las palabras

Descubrí no hace demasiado tiempo al británico Jon McGregor leyendo El embalse 13, una novela publicada por la misma editorial que ahora ha puesto en circulación La palabra para rojo. El autor utilizaba como pretexto una intriga policial para concentrarse en los ritmos naturales y las actividades humanas y animales de una pequeña comunidad cuya rutina se veía interrumpida frecuentemente por el recuerdo de la desaparición de una niña. Un ciclo sutil y bien trenzado de personajes y pequeños acontecimientos lustraban la historia, en la que aparentemente no ocurría nada importante y, sin embargo, pasaban un montón de cosas.

McGregor también parece querer huir del gran drama en esta su última novela, pese a que lo que en ella ocurre es de lo más dramático que le puede suceder a un ser humano. Al igual que El embalse 13 prometía una trama policial angustiosa por la desaparición de una niña y acababa convirtiéndose en el retrato de la compleja vida de un pueblo, su paisaje y vida silvestre, así como de sus habitantes a través de las estaciones y el paso de los años, La palabra para rojo narra de partida una dura lucha por la supervivencia en la Antártida, durante una fuerte tormenta, para concluir desafiando a otras duras condiciones de vida lejos de los témpanos de hielo. En este caso las duras condiciones que accidentalmente se le imponen a uno de los miembros de la expedición, un veterano en el continente antártico, que sufre un ictus en medio de la tempestad. Sus consecuencias acaban arrastrando a los suyos a una crisis familiar acentuada por la desesperante afasia del protagonista, que solo es capaz de emitir sílabas sueltas, como se ondean banderas en un desierto. Sus seres queridos deben hacer de descifradores de códigos, esforzándose por comprenderlo.

El protagonista, Robert Wright, sirve de guía y asistente técnico en la expedición a dos jóvenes especialistas en cartografía con los que crea una buena y fluida comunicación. En la tempestad, en cambio, ya desaparecidos, solo pueden escuchar fragmentos de las voces de los demás en sus radios: sílabas extrañas a la deriva envueltas en una atmósfera blanca y ruidosa. El pensamiento de Wright se vuelve más confuso según avanza el desastre, y al final únicamente le vienen a la cabeza trabalenguas, canciones infantiles y acertijos, cuando lo que está sucediendo no se trata precisamente de un juego. Tampoco devuelve optimismo que sea él la única persona disponible para contar lo que allí sucedió. Durante una expedición a la Antártida a la que se unió en 2004 como narrador, el propio McGregor pudo experimentar la incapacidad para describir lo que veía. No sería la primera vez en la que al lenguaje le costaba adaptarse al medio polar y que las palabras para relatar la experiencia empezaran a aflorar del recuerdo una vez puesta tierra de por medio y en lugares alejados de aquellas circunstancias naturales extremas.

La afasia lleva a Robert y a Anna a una tierra desconocida que nunca querrían haber querido explorar. El retrato que el autor de La palabra para rojo hace de la compañera del guía, una mujer destacada en el mundo académico, es especialmente poderoso, teniendo en cuenta el cambio trágico en las vidas que para dos seres independientes supone tener que convertirse respectivamente en la cuidadora y el paciente, que libra una lucha constante de superación por hacerse entender entre los nubarrones blancos del lenguaje. Raras veces tienen idea de qué decir y cómo decirlo, pero lo intentan denodadamente.

Esos esfuerzos conmovedores por hacerse comprender se convierten en el gran drama del libro, mucho más apasionante en la novela de McGregor que la carrera polar frustrada y pese a la intensidad narrativa de sus primeras ochenta páginas. Por algo existe entre los seres humanos un impulso por comunicarnos superior al resto de las cosas. Lo que viene a explicar de una manera, podríamos decir literariamente épica, Jon McGregor con su magnífica escritura en esta historia de resistencia y dedicación.

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