La casa, llena de espíritus, aúlla la aparición de la enfermedad por los cuartos, hace saltar los tablones y resquebraja las bombillas asustadas que ya no solo sufren las consecuencias de la epidemia, sino su unión al pasado y a los oscuros recuerdos que alberga. La alegoría de Alonso Quesada retrata una casa obscura que, a comienzos de un siglo raquítico, mira hacia los altos del pinar de Tirma en el poema dramático de La Umbría. Pero los cuerpos, a falta de palabras, intuyen en el movimiento la fuerza de la labranza, el silencio del sepulcro y las esperanzas frustradas del amor, tal y como sintetiza el estreno absoluto del espectáculo de danza contemporánea con título homónimo este viernes 25 y sábado 26 en el Teatro Cuyás.

El telón se levantará a las 19.30 horas, pero primero lo ha hecho en los ensayos previos que el creador lanzaroteño Quino Falero dirige, con el apoyo indispensable de la compositora Laura Vega y la coreógrafa Vanessa Medina: "El autor quiso partir de lo local para hablar de lo universal, desde un espacio como es el norte de la isla y de su propia enfermedad, la tuberculosis, para dejar una gran verdad en la obra". En las tablas, Abián Hernández, Andrea Pérez, Alejandro Déniz, Cora Panizza, Estefanía Ruiz, Juan León, Marta Oramas y Sara López, visten los ropajes de antaño con faldas largas, bordados en los delantales, pañuelos en las cabezas y un luto negro, encerrado en sí mismo, que posiciona a la familia Linares y su reclusión asfixiante en la mansión que da título a la pieza teatral frente a los habitantes del Valle de Agaete que, descalzos, conviven con los espíritus que vagan por las tierras asomadas al mar.

La dicotomía presente en la trama ejemplifica, entre otras cuestiones, el ansia por la aproximación entre los miembros más jóvenes de la estirpe protagonista a lo desconocido frente al pavor que produce la propagación de la infección en la población menos pudiente que ha visto diezmada sus casa a causa de otros males anteriores, como el cólera que asoló las tierras grancanarias a finales del XIX. Ese diálogo tensa la acción, transmitida por unos bailarines que buscan traspasar las fronteras del tiempo con el fin de presentar un drama que aún persiste. 

La propuesta, promovida por Cyrano Producciones y el Cabildo de Gran Canaria, es un homenaje a la figura de Alonso Quesada en el centenario de la publicación de una obra que vio la luz con la editorial Atenea seis años antes de su fallecimiento. La programación del Cuyás le hace hueco por primera vez, después de que en 1941 se reprodujera la versión teatral con la adaptación de Pancho Guerra y los decorados de Felo Monzón en el Teatro Pérez Galdós y Pepe Dámaso la hiciera película en 1975, con una interpretación arriesgada que elude frases como la dicha por Salvadora, "¡No ladres, César! ¡Van a oírte y tendremos que volver! Mi vida de ayer se ha perdido en la bruma. ¡No volveré nunca! Cuando dejamos al niño en el lecho vi llegar la muerte. Era como una llama infinita".

Revivir a Alonso Quesada

"La vigencia de la obra tiene que ver bastante con el miedo presente a la idea del contagio o en qué medida nos podemos ver afectados por la enfermedad. A la hora de trabajar en el lenguaje nos hemos centrado en trasladar en objeto poético. Si bien en Quesada son las palabras, en este caso, tenemos la música y la poética del cuerpo, donde se sintetizan los conceptos, los símbolos y el discurso de la obra para poner esas metáforas al servicio de la danza", comenta Falero.

Además, aunque reconozca que la disciplina contemporánea resulta, la mayoría de las veces, la "hermana menor de las artes escénicas" que se programa en el circuito insular, confía en el criterio del público y en su predisposición cuando, en esta región, han salido grandes grandes profesionales como Dácil González, Mónica Valenciano o Daniel Abreu.

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La iniciativa pública está en el marco de recuperar y revivir artistas imprescindibles del imaginario canario, como ocurrió con motivo del 112º aniversario del nacimiento de Felo Monzón. "Es hora de poner en valor a Alonso Quesada con una gran producción dirigida a diferentes públicos. Estamos satisfechos y trabajamos pensando en desarrollar formatos diferentes y poder llevar la cultura a los diferentes municipios con la idea de deslocalizarla", afirma la consejera Guacimara Medina. 

Así, dice dejar constancia de lo que supuso el modernismo en el Archipiélago, alentado por el triunvirato del que fueron parte sus contemporáneos Saulo Torón y Tomás Morales, autor al que nombra el escritor palmense cuando finaliza el texto, "Pinares de Tirma, villa de Tomas Morales, en Gran Canaria, verano de 1918 y marzo de 1919". Cien años después, el padecer, la esperanza y el amor, tan humanos, siguen persiguiendo a La Umbría.