La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Volver a Graciliano Afonso

La Academia Canaria de la Lengua nos acerca a la poesía de un clásico con una edición prologada con acierto por Antonio Becerra

Graciliano Afonso. La Provincia / DLP

¿Qué tendrá Graciliano Afonso que siempre volvemos a él? Un poeta llamado por la mayoría romántico o prerromántico, que no figura en la Antología de Valbuena Prat y que solo tras los trabajos de Alfonso de Armas empieza a entrar en el canon de la literatura canaria. Un perseguido por el déspota Fernando VII, el peor rey del mundo, un exiliado en América por quince años, un doctoral vigilado y expurgado por la Inquisición, poco leído y menos citado.

Quizás sea la labor de Becerra o simplemente que nos atrae como la miel a las moscas porque intentó liberar a su hermano prisionero, inculpado de un crimen que no había cometido, mediante el procedimiento de introducir una lima en una barra de pan, como si de un chiste de Carpanta se tratara, ahora que nadie se acuerda de Carpanta ni de Escobar. Es Afonso un escritor que murió hace ciento sesenta y un años y que seguimos leyendo y descubriendo, a veces por el simple placer de leer y otras porque quizás no haya mejor exaltación al vino que su Oda 3ª en El beso de Abibina. Ese beso y los versos a Concha o a Dolores, entre otros, exaltan un amor sensual, sexual, de carne y tocamientos, labios y abrazos, que sugieren que el doctoral fue lo que antaño se decía un hombre de mundo: Eres concha de fuego/ do muere el que la toca/ si no le das remedio./ Dáselo en esa concha/ de tu labio entreabierto,/ que perlas destila/ Néctar de olor sabeo./ (…)/ Si eres concha en que brinda/ amor, placer supremo,/ no muera yo cual Tántalo/ junto al agua sediento.

Y esas carnales poesías nos siguen entrando ya no solo por los ojos y el entendimiento, el que tengamos, como el acto de leer prescribe, sino que se nos agolpan en otros sentidos, otros placeres. Y quizás sea eso, la actualidad de la exaltación de la carne, mucho antes que algunos supuestos provocadores, lo que nos sigue llevando a la obra de Graciliano Afonso.

Dominio del pasado

O puede que sea su intento meritorio de devolvernos parte de nuestra historia, de recuperar las palabras perdidas, tanto que necesitan de una glosa, palabras que nos ayudan a nombrar nuestro pasado, Ico, Tite-roi, Timanfaya… vocablos herencia de los antiguos canarios que Afonso coloca, prosiguiendo la obra de Viana y otros, que procuraron que no se perdieran. Un acto de nombrar con el que se quiere recuperar el dominio del pasado, otro pasado distinto al de las crónicas…Sí, ya sé que es una visión idílica, romántica, del vivir en las Islas hasta la llegada de los cristianos. Pero no deja de ser un intento de volver a nombrarnos, aunque sea repitiendo alguna leyenda o hecho histórico que no deja de llamarnos la atención: en Canarias es Ico, en Méjico es Malinche… otra forma de perpetuar la condena de las mujeres como elementos que atraen el desastre, linaje señalado de Eva. Visión que se perpetúa en las más variadas culturas. Helena de Troya, la hija del conde don Julián. Y si Afonso está preso de ello en su versión de la leyenda de Ico, quizás sea más porque la leyenda nos apresa a todos, a todos nos señala, pues pertenece a la hegemonía del patriarcado a lo largo de los tiempos y no podemos pedir a un escritor de la primera mitad del XIX que piense como alguien del XXI. Esa diacronía inquisitorial, ese buscar lo políticamente correcto en el pasado, olvidando que la historia es un proceso y como tal tiene un principio que no puede, en ningún caso, ser el principio que nosotros queremos, eso no hace más que empobrecernos.

O puede que sea su desplazamiento del otro, pues no es en América donde empieza el encontronazo de los europeos con los otros, los desconocidos, los nuevos, los que por no ser ni son infieles como los agarenos: los canarios.

Afonso lo intenta, señalando a Colón con el dedo, como heredero y continuador de los que arramblaron con la vida anterior a la conquista, y escribe: ¿Qué miro? Esclavitud, horror y muerte; /la avaricia voraz, la guerra impía, /el despotismo cruel que sangre vierte/del fanatismo atroz la tiranía, /te asaltan a porfía/mostrando al orbe de Colón la gloria, /la página más triste de la historia.

Versos que hablan del otro y del crimen de aculturación y sangre cometido, como mucho antes que Dussel escribió Fernández Retamar en su Calibán. Estos y otros versos como los más arriba citados, son una entrada en la modernidad de la poesía canaria; a partir de Afonso los objetos, los motivos, las palabras, de los poetas canarios evolucionan y cambian, en un proceso literario que aún no termina, y esperemos que no termine pues si lo hiciera significaría que nuestra poesía y con ella nosotros, estaría muerta.

Intelectual atento

No es un hombre de Casino provinciano. Es un intelectual atento a lo que ocurre alrededor. Hijo de los ideales de la Revolución Francesa, defensor de la Constitución de 1812, enemigo de los verdugos de Riego (El dios de la libertad es dios de Riego), señalado por la Inquisición y la policía del rey, exiliado, que no deja de escribir en medio de las vicisitudes, buscando ya la obra didáctica, ejemplo para los jóvenes, ya la denunciadora de un sistema corrupto y asesino como la monarquía, ya los versos sensuales que exaltan el goce de vivir, de vivir libre y plenamente como el canario que huye de la jaula dorada de Abibina: Soy libre, y quiero muerte,/ antes que esclava suerte/ que entre sus grillos dora/ falsa amistad traidora. (…)Más él vuela atrevido; / que el beso de Abibina/ y el de patria y Ciprina/ desdeña endurecido/ Él libre de partido.

Es autor que se inscribe en la definición de autor romántico español que hacía el erudito Jerome Borao: “la emanación de los grandes principios filosóficos de la revolución. (…) El empuje del romanticismo pasó de la dramática a la lírica, y si había sido parsimonioso en la primera, fue original, fecundo, abusivo, y aun desatinado en la segunda”.

Hay que agradecer a la Academia Canaria de la Lengua y al profesor Becerra, con su excelente y acertada introducción, que nos hayan acercado de nuevo este autor. Y quizás la respuesta a la pregunta que inicialmente nos hicimos se encuentre en estos otros versos de Afonso: El averno abortó a los Borbones/ para usurpar al hombre sus derechos; / pero ¡estirpe orgullosa! No blasones/ esclavizar al mundo con tus hechos, / pero esos hierros que forma y eslabones/ puñales son, que pasaran sus pechos.

Compartir el artículo

stats