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Idaira del Castillo Artista

«Me gustaría que la gente se removiese ante mi pintura»

Idaira del Castillo (Santa Cruz de Tenerife, 1985) exhibe en la galería Saro León la muestra 'Ginseng Coreana en el Imperio Nuevo', una selección de pinturas y dibujos.

Idaira del Castillo, en Saro León ante sus obras . | | MARIANO DE SANTA ANA

Quisiera que nos hablara, para empezar, sobre el carácter voluptuoso de su pintura, sobre el placer de pintar que transmite.

No sé si le gustan los jardines, pero cuando pinto estoy en mi jardín salvaje, donde puedo ser libre.

Me gustan mucho los jardines, por ejemplo, los de Monet, aunque solo los he visto en fotos. Y a usted, ¿le gustan los jardines de Monet?

Sí, me gustan justo antes de que empiece el verano. El Jardín II-Murnau de Kandinsky me gusta más. Y los de Sorolla para pasear por las tardes entre semana. Algún viernes en otoño, el Jardín de las delicias…

¿Qué lugar ocupa la belleza en su escala de valores artísticos?

Uno de los más altos.

¿La pintura es pensamiento?

Sí, entre otras cosas.

Háblenos de los retratos que muestra en Saro León. ¿Quiénes son sus modelos?

Amigas, una modelo de Zara y mi pie derecho.

Están hechos sobre cortinas y sábanas. Acostumbra a pintar sobre materiales de desecho, ¿puede hablarnos sobre esto?

Soy bastante enamoradiza de materiales susceptibles de ser pintados, no necesariamente de desecho, como algunas telas descatalogadas de los años sesenta, que tienen una calidad impresionante, o los maravillosos envoltorios de los ajos, que son violeta o fucsia. Son materiales que me eligen a mí y muchas veces pasan tiempo en mi garaje convertidos en incubadoras de ácaros. Cuando les llega su hora, se transforman en telones que huelen a casa.

Percibo cierto candor infantil en su obra, ¿busca embelesar al espectador?

Como Sherezade. A veces me gustaría ser una niña o un espacio vacío.

¿Le gustan los dibujos animados?

Sí. Me gustan El último unicornio de Jules Bass y Arthur Rankin Jr. y El ladrón de Bagdad de Richard Williams.

¿Pintar le alivia de la vivencia del tiempo?

Pintar hace que salga del tiempo.

Matisse aspiraba a que su pintura fuese «para todo trabajador o intelectual un lenitivo, un calmante cerebral, algo análogo a un buen sillón en que descanse de sus fatigas físicas». ¿Aspira a que su pintura sea algo así?

No. Me gustaría que la gente se removiese cuando viese mi pintura. Esté o no sentada.

Háblenos de sus dibujos.

¿Por dónde empezamos?

Por los que resuelve sin levantar la mano, de un solo trazo, como un artista chino.

Me gusta que parezca que están calcados, como copias de pegatinas de chicles. Con el trazo juego a llegar a la mínima expresión. Estoy aprendiendo a dibujar con el vacío, y a esconder el principio y el fin del dibujo en un solo trazo.

Una de las paredes de la galería está cubierta, de forma hermosa, por cierto, de libretas llenas de dibujos suyos. ¿Es usted una dibujante compulsiva?

No, no dibujo por dibujar. Si no tengo ánimo ni dibujo ni pinto.

A diferencia de la pintura, en el dibujo no pueden enmascararse los fallos. ¿Ha arrancado hojas con dibujos de las libretas? ¿Le complace todo lo que hay en ellas o nos muestra también sus errores?

Sí, he arrancado hojas. También, he dejado fallos. No me complace todo lo que hay en mis libretas, pero me gusta el proceso, el desarrollo de todos los dibujos juntos. Las libretas son como una persona atractiva, es el conjunto de todo lo que le da ese atractivo.

Además de pintar y dibujar, otra operación que hace es coser. ¿Qué nos cuenta sobre este asunto?

Cuando coso, dibujo y pinto a la vez. Mis pinturas y dibujos tienen un negativo, dónde se puede apreciar el cosido junto con la pintura filtrada. Es otra obra que permanece semioculta cuando está colgada o doblada. Para mí a veces es incluso más interesante que la cara vista.

¿Qué piensa del Aduanero Rousseau?

Me encantaría viajar a sus cuadros. Son una maravilla.

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