Entrevista | Iván ‘Melón’ Lewis Pianista

Iván ‘Melón’ Lewis: "Utilizo siempre como punto de partida mis raíces afrocubanas"

El pianista acude a Jazz Otoño en el Teatro Cuyás con el disco 'Voyager', con el que se alzó a Mejor Álbum de Jazz Latino en los Gramy Latino

El artista Iván ‘Melón’ Lewis, próximo invitado de Jazz Otoño 2022.

El artista Iván ‘Melón’ Lewis, próximo invitado de Jazz Otoño 2022. / TONI GUDIEL

Iván ‘Melón’ Lewis ya lleva más años viviendo en España que en su Cuba natal. Apodado así desde el colegio, se convirtió en el ganador del Grammy Latino 2021 a Mejor Álbum de Jazz Latino con Voyager, el cual presenta el sábado 3 en el Teatro Cuyás, a las 19.30 horas, dentro de la programación Jazz Otoño 2022. Tiene esta y otras mil vidas, como la Cuban Swing Express, donde viaja a su infancia para recordar las tertulias musicales con su padre.

Voyager, casi como la onda espacial, deja un rastro tras de sí para que la humanidad descubra y ahonde en el jazz. ¿Cómo ha crecido el disco durante este año?

El disco ha ido madurando en estos últimos meses durante los conciertos, lo he ido revisitando en las grabaciones que hemos hecho, he cambiado cositas en temas, y creo que lleva un proceso natural de lo que va siendo un repertorio que pones a disposición del público. Dentro de un par de años estará en otro momento, según mi manera de expresar y comunicar la música. Afortunadamente, no tengo ni idea de lo que nos depara el futuro y eso es lo que me motiva para seguir transitando, tocando, caminando, soñando, flipando, con ella.

Cuando compone, ¿las estructuras melódicas le suponen un límite o más bien un ejercicio a superar?

Cuando escribo me dejo llevar. Las reglas técnicas de composición son herramientas que están ahí y aportan información y formación que aplicamos a diario y es orgánico a lo que escribimos. Me suponen un límite, a veces, no sé cuándo, pero lo son. Pero creo que los artistas, y la vida en general, va de la espontaneidad. Intentar expresar aquello que te viene y surja tal cual y, casi por definición, eso nunca coincide con las reglas armónicas. Lo que quiero decir es que cuando se te ocurre un poema, a lo mejor no cumple necesariamente con aquella regla u otra, pero cuando ese fragmento se lo comunicas a alguien le mueve el alma. Si una melodía no cumple con determinadas reglas, me da igual. Me tiene que satisfacer a mí.

Algunos de sus coetáneos, como Jamie Cullum o Hiromi Uehara, entienden la popularización del jazz como una meta para conquistar nuevos públicos. ¿Qué retos cree que tiene el género a día de hoy?

Considero que el jazz, como una manifestación más, está evolucionando. Es más, el género se está moviendo bastante rápido para los tiempos que suelen tener las corrientes artísticas en hacerlo. Yo escuchaba hace no mucho tiempo una reflexión de algún músico que comentaba que, ellos, de jóvenes, hacían lo que para ellos era novedoso y así lo compartían; y en este momento que nos toca vivir, nos pasa algo muy parecido. Sin embargo, la sociedad actual creo que, desgraciadamente, se está manifestando como de lo instantáneo, al estilo de las redes sociales, y eso llevado al jazz da que los compositores e intérpretes estén buscando algo desesperadamente y provoca que esa búsqueda frenética dé el siguiente paso con muy poco tiempo: apenas investigan, buscan, manosean la música, por qué, porque todo va muy rápido y no interesa escuchar un tema que dure cinco minutos. Cinco minutos, ¡cuatro! Eso es una eternidad, qué dices... Todas los mecanismos apoyan esa tesis. ¿Cuatro minutos en una radio, qué dices, a dónde vas? Lo primero que haces cuando ves un vídeo es ver cuánto dura, sin siquiera saber el contenido. Eso me altera.

"Pablo Milanés, más allá del personaje, vivió la vida con un gusto y una colectividad increíble"

¿Le obsesionan los números, de seguidores, por ejemplo, o de reproducciones en Spotify?

Para nada. No quiero decir que no me interesen. Las herramientas de difusión de la música son muy buenas para todos los creadores, y las uso, pero dicho eso, obsesión: la canción.

Usted, que ha intentado que en su obra afloren los géneros que lo han acompañado durante su vida ya sea el tumbao cubano o el bolero, ¿experimenta con lo urbano?

Asumiendo que por urbano los géneros más recientes, como los nombres que me dice mi hija de 17 años que se me escapan ya por generación... Rechazo lo vulgar, lo chabacano, lo cutre, lo feo, eso sí, pero no descarto la posibilidad de experimentar en un futuro no muy lejano. En cuanto a los estándares, en general, creo que se considera que la música importa y es buena según los seguidores e impacto en redes sociales que tenga. Entiendo que tiene mérito el hecho de que un artista sea muy popular, pero para las discográficas de antaño el requisito sine qua non era ser bueno en lo que hicieras. Imagina, Fulanito puede tener tres mil seguidores, ¿pero has oído lo que está haciendo, o cómo pinta, diseña, escribe? ¿Eso no es importante? No tiene ningún sentido.

El músico Marco Mezquida tocaba hace poco en Gran Canaria reinterpretando un clásico como Rhapsody in blue. Muchas veces en el mundo de la clásica se cuestiona las adaptaciones e incluso se estiman como una falta de respeto, por ejemplo, en los libretos operísticos. Salvando las distancias, ¿para usted qué significa reinterpretar una composición, ya sea jazzística, de boleros o clásica?

Me parece un ejercicio de respeto, admiración, y más allá de eso, es un ejercicio de aporte a la propia composición. ¿Qué hay de malo que haga un arreglo de una pieza de Mozart? Le cambio el compás, doy un juego de ritmos divertido, cambiar de tono... No estoy profanando a Mozart ni faltando el respeto. Todo lo contrario, estoy poniendo en alza que es un genio, el cual ha dejado una puerta abierta a que con su música haya un reencuentro generacional. ¿Cómo? Con su sentir, vivir, momento social, por lo que, sinceramente, nunca he entendido ese rechazo a que los clásicos permanezcan intocables. Sobre todo, viniendo la mayoría de esas actitudes de críticos... ¡Que no tocan! No estoy en contra de la crítica, es un ejercicio formidable de libertad de expresión, pero qué pasa, ¿la música ya no hay más forma de interpretarla más allá de la forma en la que se concibió? ¿Qué pasa con esa música genial y la que está por escribirse aún? Bésame mucho es un bolero clásico, de toda la vida, ¿hay que tocarla siempre con el tono original aunque no le quede bien a la voz? ¿Si Miles lo grabó de una manera, ya no se puede otra? Eso son limitaciones a la propia creación. Las manifestaciones artísticas son muy subjetivas y su evolución es infinita.

"Rechazo lo vulgar, pero no descarto la posibilidad de experimentar en un futuro no muy lejano"

Nos dejó Pablo Milanés. ¿Qué recuerdo tiene de él, al que conoció tan bien?

Pablo Milanés. Son dos palabras de mucho peso, sobre todo para quienes hemos compartido vida con él. Yo no sé el alcance de su parte literaria, ni tampoco lo necesito, solamente me quedo con esa maravillosa combinación de su voz, de su música, y de lo que provocaba en mí. Hay canciones de Pablo, como Algo más que soñar, la cual escribió para una serie cubana de los 80 y me transportaba a mi infancia temprana cuando tenía unos nueve años y empezaba a estudiar la música... Recuerdo el olor de casa, los colores, a mi padre escribiendo música, mi madre hablando con las vecinas o preguntándome cosas de la escuela... Más adelante en el tiempo, cuando le veía en los conciertos, en La Habana, íbamos en masa desde la escuela.

Veo toda esa liturgia: esperar a la guagua, que no pasaba, luego no teníamos entrada y siempre lo lográbamos, no porque nos colásemos, sino que viendo a un grupo de muchachos con ganas, cómo no nos iban a dejar entrar. Ese concierto en el estadio más que sublime, ¡un aplauso que era la manera más rápida y accesible de descargar ese torrente de energía!, y, ya al final, estábamos varios minutos con la mente en ese mundo mágico que creaba con su voz andando a la parada. Esos son los recuerdos, de nostalgia y alegría, de muchísima esperanza. Más allá del dolor de la pérdida de alguien tan querido, quien te mostraba gestual y verbalmente que te quería, también tengo una sensación de tranquilidad. Más allá del personaje, vivió la vida con un gusto y una colectividad increíble, compartiendo con la gente, con tertulias, le encantaba oír qué pensaban los jóvenes, he conocido pocos artistas tan preocupados por ellos... Él era así: un tipo de verdad.

Entre Cuba y España, ¿la condición de migrante cómo ha influido en su obra?

Es cierto que el mundo es cada vez más hostil con el fenómeno de la migración. El año que viene habré vivido más tiempo de mi vida aquí que en Cuba. Yo no soy de estos que necesitan ir a la tierra en la que nací, ni que esto es lo más grande del mundo, no, soy más realista y creo que no hay sitio perfecto. Llegué con 24 años y, dada la precocidad tendente en Cuba, ya había trabajado durante seis o siete años en La Habana, había participado en festivales, tenía mis bandas, había grabado mogollón de cosas, ya estaba mascando la música para hacer mi primer disco...Utilizo como punto de partida siempre mis raíces afrocubanas, tanto como de visión y análisis: así tengo incorporada la idiosincrasia sonora cubana en mí, y fluyo aquí e interactúo con los músicos de clásico, flamenco, pop... Para una persona que ha migrado, todo eso es una fuente inagotable de inspiración.

¿Cuál es su próximo proyecto?

Mi próximo reto es que no me falte la inspiración y la motivación para hacer música. La energía casi infantil que me entra cuando acabo una pieza nueva. Y en cuanto a mi carrera, mi próximo disco será con Cuban Swing Express, donde emulamos aquel tiempo tan bonito para mí cuando era pequeño y mi padre tenía la banda Conjunto Occidental en Pinar del Río. Era pura música bailable, danzones, boleros, guarachas... El próximo reto es darle vida a ese segundo disco.

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