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Josefa Ros y el aburrimiento

Ros define el aburrimiento como «una experiencia funcional y adaptativa que se fijó en algún punto de nuestra carrera evolutiva por su capacidad para prevenir el estancamiento de la especie»

Detalle de la portada de 'La enfermedad del aburrimiento', de Josefa Ros.

Detalle de la portada de 'La enfermedad del aburrimiento', de Josefa Ros. / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

Acaba de publicarse el libro La enfermedad del aburrimiento, en Alianza Editorial, de la filósofa Josefa Ros Velasco, fruto de su tesis doctoral El aburrimiento como presión selectiva en Hans Blumenberg, dirigida por José Luis Villacañas (que también dirigió la de Ernesto Castro, con lo que se instaura como director de grandes nuevos filósofos españoles del siglo XXI). Josefa Ros comienza trayendo a Kierkegaard, y su metáfora: «Los dioses se aburrían y por ello crearon a los hombres. Adán se aburría porque estaba solo y por ello fue creada Eva. En ese instante entró el tedio en el mundo y en él fue creciendo exactamente en la misma medida en que crecía la población. Adán se aburría solo, luego se aburrían Adán y Eva en conjunto, luego se aburrían Adán, Eva, Caín y Abel en famille, luego aumentó la población en el mundo y las gentes se aburrieron en masse. Para esparcirse, concibieron la idea de construir una torre tan alta que traspasase el cielo. Esta idea es tan tediosa como alta era la torre y, además, es una prueba formidable de hasta qué punto el tedio predominaba».

Para terminar de dejar mal a Dios con el mito, Josefa Ros retrae a Nietzsche: «De un dios aburrido no puede surgir sino un hombre aburrido, pues aquel está hecho a su imagen y semejanza: El viejo Dios, todo él espíritu, todo él sumo sacerdote, todo él perfección, se pasea por su jardín placenteramente: sólo que se aburre. Contra el aburrimiento luchan en vano incluso los dioses. ¿Qué hace? Inventa al hombre, el hombre es algo entretenido... Pero he aquí que también el hombre se aburre». ¡Kaputt! Ros Velasco esboza cuatro experiencias de aburrimiento: Aburrimiento dependiente del entorno, sencillo o pasajero, a nivel individual o grupal; Aburrimiento dependiente del individuo, crónico; Aburrimiento dependiente del entorno, cronificado; y Aburrimiento profundo, sensación de cansancio y hastío frente a la vida que puede experimentarse tanto a nivel individual como colectivo.

Historia del aburrimiento

Ros Velasco, en su recorrido histórico comenta que, en la Edad Oscura, la anterior a los socráticos, no había tiempo para aburrirse, con el Imperio Romano empezó a surgir como tema en Lucrecio, Horacio y Séneca (este hasta vincularlo al suicidio), dado que ya se podía disfrutar de vidas acomodadas. En el Medievo la institución religiosa lo convierte en pecado capital «por tratarse de una manifestación de la desviación de la obligada dedicación a la contemplación de la divinidad», manifestándose como «acedia», enfermedad del alma en el cristianismo medieval. El cristianismo pone al aburrimiento en observación con Evagrio Póntico, San Agustín, Casiano, San Gregorio o Santo Tomás. Luego llega la melancolía del Renacimiento. Nos acercamos a la época romántica y «la cuestión del aburrimiento como enfermedad cobrará una importancia nunca vista en el contexto del Romanticismo alemán, en el que nace la palabra Langeweile, pero sobre todo del francés, que, a través del concepto ennui, describirá el aburrimiento profundo y el aburrimiento situacional cronificado», se convierte en el Mal del Siglo, se introduce como depresión y melancolía patológicas en las obras de Chateaubriand, Stendhal, Flaubert, Baudelaire, Verlaine o Rimbaud.

Es obvio que el buen vivir extendido a la clase trabajadora durante el siglo XX ha provocado, no ya una disfunción patológica, sino una reacción arquetípica y social, vinculada al consumismo como reordenación capitalista de la sociedad y carrera hacia la acción continua, donde el ocio sustituye al negocio, y por eso gravita siempre el concepto de «Welfare» o «Estado de Bienestar». Vuelve Ros Velasco a sus orígenes blumenberguianos para tratar al aburrimiento como «una experiencia funcional y adaptativa que se fijó en algún punto de nuestra carrera evolutiva por su capacidad para prevenir el estancamiento de la especie», y esa es casi su conclusión final.

El texto completo de Ros Velasco es muy interesante para concluir, con sus tratos con Heidegger y Sartre, que el aburrimiento es resultado de estar a medio camino del final, de la Muerte. Se remite a las lecciones de Heidegger pronunciadas durante el curso 1929/1930 en la Universidad de Friburgo, donde explicaba que el aburrimiento profundo (uno se aburre, es ist einem langweilig) «era un estado o temple del ánimo fundamental, una orientación existencial o una estructura de fondo de la experiencia: una manera de ser-en-el-mundo (in-der-Welt-seins)». Sin embargo, recuerda Ros Velasco, Heidegger reconocía que no todo aburrimiento era profundo.

El problema del hastío

Respecto al aburrimiento como problema social o colectivo, en una entrevista que le hace Javier Salas el pasado 22 de noviembre, Ros Velasco afirma que «en ocasiones es la propia sociedad la que crea este tipo de espacios en los que la gente se aburre permanentemente. Geriátricos, aulas, cárceles», y llama la atención acerca de esa especie de fosa común o vertedero que ofrece la sociedad occidental a sus componentes una vez se acercan a la Muerte. Además del machaqueo al final de las vidas de esas personas que han pasado del trabajo a la jubilación y de la jubilación al aburrimiento, Ros Velasco se fija en que «el hastío ha crecido muchísimo y si va a seguir aumentando, esto nos conduce a un quiebre mental. Yo creo que va a acabar estallando este sistema, pero ¿cuándo?», dado que, en torno jocoso: «si cuando se aburre uno individualmente se suele dar a la botella, cuando un país se aburre suele suceder una revuelta».

En la obra de Ros Velasco, no se cita ni una sola vez a Buda, al budismo, al hinduismo, ni a ninguna filosofía oriental, que son las que manejan la conciencia. Solo el tema del aburrimiento en Heidegger alcanza cotas de investigación profunda más allá del ser, y el propio Heidegger mantuvo profundas conversaciones con monjes Zen acerca de lo liminar o no del Ser. Ésa es la parte que se echa en falta en la obra de Ros Velasco y que, probablemente, posibilite a llegar a conclusiones más allá de las meras de evolución de la especie. Ahí hay un misterio ya elucubrado, en el que interviene la Conciencia, y que podría ser una segunda parte con solución al aburrimiento occidental.

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