Amalgama

Los nuevos resureccionistas

Unicef calcula que Ucrania es el país que tiene el mayor número de niños en cuidado institucional de Europa, y casi la mitad son niños discapacitados

Boris Karloff, en 'El ladrón de cadaveres' (1945)

Boris Karloff, en 'El ladrón de cadaveres' (1945) / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

En mi libro En busca del ser superior. Transontología social, de 2019, llamé la atención sobre los niños huérfanos rumanos de la época de Caucescu, cuando en los años 70 del pasado siglo se ordenó la natalidad, se prohibió el aborto y el control pasó a manos del estado comunista, pues sabemos que es la intención continuada de los estados comunistas y socialistas la de meterse en la cama de los individuos para decir cómo y cuánto se procrea. A consecuencia de esa política unos 100.000 niños terminaron en orfanatos, fruto de la miseria social, y ahí se les cuidaba con mucha dureza, sin atenciones personales. Por ejemplo, para limpiarlos se procedía a juntarlos todos propinándoles manguerazos de agua fría.

Al caer el gobierno comunista, estos niños, en gran número, fueron adoptados en diversos países, y se les estudió en varios sitios. Uno de los estudiosos fue Michael Rutter, de la Universidad de Londres, que hizo el seguimiento a 165 niños adoptados. Rutter localizó que el peso, la talla y el perímetro encefálico, eran menores a los de otros niños de su edad, y presentaban graves trastornos motores, cognitivos y emocionales. A los dos años de adopción esos parámetros se normalizaron en la mayoría, excepto la regulación del perímetro encefálico. La conclusión más interesante fue que los niños adoptados con anterioridad a los seis meses se adaptaron más rápidamente, y los de edad más tardía no disponían de capacidad plástica suficiente como para normalizarse frente al calvario vivido, remarcándose esa edad como límite para la recuperación de traumas sociales por falta de cuidado. Yo vinculaba esta observación al dilema obstétrico, y con otros fines conclusivos para la Transontología Social, pero ahora llegan noticias de otro desastre con motivo de las guerras del Cáucaso.

Cuerpos para la ciencia

El robo de cuerpos o profanación fue un oficio que se generó a partir de que la Ley de Anatomía, de 1832, en Inglaterra, que permitió utilizar los cadáveres de los condenados a muerte para diseccionarlos y estudiarlos médicamente en las escuelas de medicina. Dada la avidez de los estudiosos por analizar más y más cadáveres, del uso de los condenados se pasó al robo de los cadáveres en los cementerios. Por ejemplificar, en el siglo XIX se condenaron a la horca 55 personas generándose 55 cadáveres, pero las escuelas de medicina necesitaban más de 500, y así se inició el oficio de los llamados resureccionistas. Estos proliferaban porque robar cadáveres era un delito menor, que costaba multas y cárcel, pero no la pena de muerte.

Ese oficio provocó que los parientes al enterrar al muerto vigilaran varios días el cementerio para que no fuera robado el cuerpo difunto, o bien los obligaba al entierro en ataúdes de hierro. Pues bien, un artículo de la Revista Clínica Contemporánea (Volumen 8, 2017), de Mónica de Celis, Influencia de la privación institucional temprana sobre el desarrollo: un estudio con niños adoptados, rescata el mencionado estudio de Adoptados Ingleses y Rumanos (ERA), como investigación longitudinal sobre el desarrollo de los niños adoptados a principios de los años 90 en Rumanía por parte de familias británicas, dirigida por Michael Rutter, y Edmund Sonuga-Barke.

De Celis llama la atención de que «Frank C. Verhulst, del Departamento de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Universidad de Rotterdam, en carta a The Lancet, se plantea en relación a estos resultados si los problemas sociales y conductuales de los niños adoptados que han sufrido privación severa debieran ser vistos como trastornos clínicos o como adaptaciones evolutivas a situaciones extremas». Pero una conclusión definitiva sobre esto implicaría, dado que la duración y el tiempo de la privación se solaparon, el «poder desplazar el periodo de seis meses a lo largo de varios años y así valorar si era la duración o el momento de la privación el factor decisivo». Casi nada, proseguir con las diabólicas condiciones que ya sufrían los niños. Evidentemente «esta manipulación de las condiciones no es posible, y en opinión de Sonuga-Barke, en un contexto humano la pregunta nunca podrá responderse».

Orfanatos de Ucrania

Pero he aquí que ahora llegamos al siglo XXI, en las actuales guerras del Cáucaso. Alexia Columba Jerez, en ABC, acaba de informar sobre los orfanatos de Ucrania. El director de orfanato #1 apunta que «nos dieron los niños que nadie más desea. Nadie quiere algo difícil. Los descargan como cadáveres. Y se quedan aquí toda la vida», y reconoce que la situación ya era muy mala antes de la guerra. Unicef calcula que es el país que tiene el mayor número de niños en cuidado institucional de Europa, y casi la mitad son niños discapacitados.

La ONG Disability Rights International visitó los orfanatos en medio de la guerra y constata abusos, violaciones, trabajos forzados y tráfico de órganos, además de fuente para las redes proveedoras para pederastas, «los investigadores observaron a niños atados, dejados en camas en una inactividad casi total, retenidos en cuartos oscuros y abarrotados. Los pequeños están envueltos en olores a orina y heces. Se mecen de un lado a otro o se maltratan a sí mismos como resultado de años de negligencia».

En febrero, antes de la invasión rusa, había contabilizados 105.000 niños en 700 instituciones. Se describe el caso de 14 adolescentes que llegaron de Donetsk: «tenían convulsiones y las ataron a la cama en una habitación rehabilitada, que antes de la guerra había sido un establo. Solo había una persona, a jornada completa, para cuidar de ellas y cambiarles los pañales que llevaban. Al mismo tiempo, había otras niñas en el salón con los brazos a la espalda maniatadas con su propia ropa, a modo de camisas de fuerza improvisadas y que estaban siendo alimentadas a la fuerza con cucharas».

La abogada Halyna Kurylo, del Disability Rights International, habla de 300 mil niños trasladados desde Ucrania a Rusia para ser adoptados, y de que el panorama actual se debe a «un legado soviético de atención colectiva que escondía a ojos del público a los huérfanos, especialmente los que tenían alguna discapacidad»; de nuevo, la visión colectivista socialista o comunista, que trata a los seres vivos como ganado. En fin, nuevos resureccionistas estudiarán estos casos, y a través de ellos se perfeccionará, o bien la forma de aprovecharse por el estado de la neuroplasticidad de los seres humanos vivos y recién nacidos, o bien la forma de mejorar el drama existencial de quienes hayan nacido en este contexto. El ser superior, el Grosse Sein, es terrible.

Suscríbete para seguir leyendo