En esta Isla-Ciudad

La fotos de María Rodríguez Cadenas: entre el espacio devastado y el fracaso de los ideales

‘Ciudad Alta’, 2021, María Rodríguez Cadenas.

‘Ciudad Alta’, 2021, María Rodríguez Cadenas. / La Provincia

Nilo Palenzuela

El filósofo Eugenio Trías desarrolló parte de su pensamiento en los límites del espacio ciudadano. El artista y la ciudad y Ciudad sobre ciudad son algunos de sus títulos. Asimismo, mostró la cercanía de la música y la arquitectura en este mismo dominio. En el despliegue de los leitmotivs de su escritura también hizo confluir la religión y la ética, la ontología, la reflexión sobre la técnica y la acción poética. En la «ciudad fronteriza» se realizaba la formalización simbólica del mundo. En uno de sus receptáculos, señala, habitan el arte y la arquitectura.

En un encuentro sobre las islas y sus imaginarios realizado en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), Eugenio Trías destacó la città del sole, de Tommaso Campanella, como exponente primero de la ciudad ideal renacentista. En los muros y edificios de esta isla-ciudad estaban cifrados el saber, la confluencia de las diversas artes, las leyes de la vida republicana.

María Rodríguez Cadenas es arquitecta, fotógrafa, violinista. Su ciudad-isla se desliza, sin embargo, por un espacio fronterizo devastado por la construcción y el fracaso de los ideales económicos y estéticos. Sus fotos retratan el vacío, los intersticios, los rastros de las casas desaparecidas: las cicatrices de la memoria sobre el territorio. En su fotografía el proyecto constructivo, musical, si persiste en imaginar la ciudad que proyectaron Campanella con su «ciudad del sol» o Trías en su filosofía del límite, también cuenta con la desolación que sigue cuando lo hermético y lo sagrado se retiran de la historia. Las islas están ahora más cerca de la «tierra baldía» que del espacio utópico, solar.

Acordes y arquitecturas

Desde esta ladera María Rodríguez Cadenas no deja de percibir cómo se entrelazan acordes, silencios, arquitecturas. Recuerdo el vídeo presentado en La Regenta durante 2020. La artista hablaba de la arquitectura contemporánea en Gran Canaria. Alzada durante los años setenta como exponentes de las expectativas turísticas, la arquitectura establecía vínculos con la estética más avanzada de la época bajo el impulso del desarrollismo económico. El edificio del Hotel Don Juan se proyectaba, desde la cercanía del mar, sobre el horizonte de las montañas. Se sucedían otros edificios, hoteles para una época que se pretendía nueva. Y, entre imágenes y palabras, en el vídeo avanzaba la música que Clavius ha compuesto específicamente para la pieza. La construcción de la ciudad, los intervalos musicales, silencios y formas, arquitecturas y desapariciones.

María Rodríguez Cadenas recoge cientos de imágenes, selecciona, muestra entre fragmentos. No hay «mystères de la chambre noire», por decirlo con palabras de Edouard Jaguer. Ningún signo de «revelación». Ninguna iluminación siquiera profana. El mundo está ahí: expuesto, como la soledad del ser, como los seres que no vemos, como los que acaso siquiera somos. Solo la precisión del instante. Las casas y fachadas pueden evocar algunos cuadros de Paul Klee, el germano-suizo que fue también violinista, aquella dimensión del color que el pintor halló en África, pero los paisajes urbanos que retrata recuerdan la objetividad con que los alemanes Andreas Gursky o Thomas Struth observan su entorno. Como en estos, la mirada se forma después del paso de la utopía, en medio de la cotidianidad, entre los detalles sorprendidos en la masa que habita la urbe.

Perfiles

La fotógrafa y arquitecta se ha formado en Stuttgart. Su trabajo en la ciudad alemana ya muestra los perfiles de su manera de observar. Aquí halla solares derruidos, fachadas, escaleras de las que solo quedan vestigios sobre las paredes…, y junto a esto, la mejor arquitectura contemporánea, la solidez de las líneas, la vida de la ciudad que se renueva, la ciudad que se individualiza… Como algunos relevantes fotógrafos formados en Stuttgart y en Düsseldorf, María Rodríguez Cadenas observa desde el exterior, registra imágenes sin apenas seres que transiten por los edificios o por las calles.

Mira, sin embargo, con una sensibilidad que viene de una isla atlántica, como supieron destacar algunos críticos de su exposición primera. Lo uno y lo otro: la formación de una mirada y la resaca de una visión que llega desde una región fronteriza. Lo uno y lo otro también en las fotografías con la que constituye la ciudad-isla. Lo popular, la dimensión de colores que proceden del Sur, junto a las superficies adustas de los edificios, la mirada objetiva de los Becher y sus continuadores, la ausencia de hombres y mujeres como en la obra Carlos Schwartz, otro arquitecto y fotógrafo insular. Y al mismo tiempo el ritmo que enhebra los territorios de la memoria. Y así las costuras y la inminencia de las nuevas formas arquitectónicas, en la viveza del color o en la opacidad de los grises, son motivos que se reiteran, aquí, en la ciudad-isla.

Sentido musical

La obra se traza con acordes de uno y otro lugar, con recuerdos que son propios y ajenos, con percepciones que no se constituyen bajo el peso de una única posición estética. La isla-ciudad ya no es la utopía situada sobre el horizonte de un mar remoto, siquiera una «ciudad sobre ciudad» que sigue pautas filosóficas de una unidad arquetípica, sino que se presenta como territorio por el que se anda después de la globalización y de los efectos de crecimiento turístico, de lo que Trías llamó el «casino global».

Y no obstante aquí persiste cierto sentido musical, entre imágenes que se prolongan entre intervalos de silencio, entre relatos que se borran ante la imposibilidad de hacerlos visibles. María Rodríguez Cadenas se desplaza de uno a otro lugar con suma libertad, como lo hace nuestro tiempo, como lo percibió el filósofo desde su «ciudad fronteriza». Así hace simultáneas estéticas y expresiones diversas, lo antiguo y lo contemporáneo. La música continúa ahí. La interpretación más libre acompaña su obra. En la arquitectura, en la fotografía, ciertas tonalidades buscan la expresión y se abren paso entre lo conocido y lo desconocido. La isla-ciudad por la que transita está en el limes, en el espacio-luz del límite; las imágenes fronterizas que imprime hablan tanto de la desaparición como de lo que ha de recordarse para seguir siendo habitante de la ciudad. Transgredir sigue siendo una manera de subsistencia…, mientras se pueda. La ciudad trae acordadas sobre el rostro imágenes que aparecen y desaparecen, y que regresan para interrogar sobre lo que se construye y, no en menor medida, sobre lo que destruye.

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