Canarismos

Tener más perras que Rochil

La locución «tener perras» se ha conservado como sinónimo de ‘tener dinero’ o ‘tener mucho dinero’, incluso puede significar ‘ser rico’

Luis Rivero

Luis Rivero

«Perra» es el nombre popular de una antigua moneda española, «perras chicas» y «perras gordas», equivalentes a 5 y 10 céntimos de peseta, respectivamente. Estas piezas acuñadas en cobre se desmonetizaron en 1941, siendo sustituidas por nuevas monedas de 10 céntimos de pesetas acuñadas en aluminio y que popularmente siguieron denominándose «perras». Las perras, víctimas de la inflación, se dejaron de acuñar y desaparecieron de la circulación mucho antes de que lo hiciera la peseta, que permaneció como moneda soberana hasta principios del presente siglo. La voz «perras» va camino de convertirse en una antigualla lingüística (como antaño sucedió con los «cuartos» y con los «reales»). El término, no obstante, sobrevive en multitud de expresiones populares y en algunos dichos.

Así, la locución «tener perras» se ha conservado como sinónimo de ‘tener dinero’ o ‘tener mucho dinero’, incluso puede significar ‘ser rico’. [En su Contribución al léxico de Gran Canaria, Guerra documenta como locución equivalente a esta y más propia del español de Canarias, «estar en perras»]. Expresiones afines que se pueden escuchar todavía son: «valer cuatro perras» que en sentido relativo se emplea para referirse a algo de poco valor; o «vender (algo) por tres perras», para estimar el bajo precio en una venta de ocasión o forzada por la necesidad imperiosa de liquidez (puede ser sinónimo de malvender); «costar unas cuantas perras», tiene un sentido cuantitativo indeterminado pero netamente superior a «tres perras»; «tener muchas perras» para referirse a alguien muy rico; «sacarle las perras a alguien» quiere decir hacerle perder su dinero, normalmente valiéndose de artimañas; «no tener perras» que se emplea como sinónimo de no tener dinero; «quedarse sin perras» puede tener una intención absoluta de quedarse sin dinero o de efectos más limitados para referirse a quien se queda sin dinero momentáneamente; «ganarse unas perrillas» es obtener un ingreso extra, a veces inesperado, fruto de algún negocio o un trabajo ocasional («ganarse un dinerillo»); o «hacer perras»: ganar dinero.

Pronunciación popular

El término «Rochil» o «Rochín» alude, con este particular modo de pronunciación popular, al apellido de la familia «Rothschild». La historia de esta familia comienza en 1760, cuando Mayer Amschel Rothschild, hijo de un orfebre alemán de origen judío que «para ganarse unas perrillas» complementaba su oficio con el de cambista en el gueto de Fráncfort, desde muy joven decidió hacer de esta afición de su padre un negocio en toda regla y construir un emporio. Se convierte así en el fundador de la dinastía Rothschild que a la postre llegará a ser una de las familias más ricas y poderosas del planeta. Se dice que el patriarca de la familia, Mayer Amschel Rothschild, educó e instruyó a sus cinco hijos varones en el funcionamiento del sistema monetario y con ello, en el «arte de hacer dinero». Encomendó a cada uno de sus vástagos asentarse en distintas capitales europeas donde se instalan como banqueros y ponen en marcha diversas actividades mercantiles e industriales.

Y como ya se sabe que «a mar revuelta, ganancia de pescadores», la guerra de la Independencia ofreció la oportunidad a la casa Rothschild de penetrar en España. Si inicialmente lo hizo al servicio de la corona británica, como financiador de la campaña de guerra contra los ejércitos de Napoleón, es en 1835 cuando los Rothschild se instalan definitivamente en España. A partir de aquí, ganan especial protagonismo en el mundo de las finanzas, obtienen el monopolio de la comercialización del mercurio de Almadén y consolidan su posición financiera en Madrid.

Expresión

Posteriormente los negocios se extienden al emergente sector de los ferrocarriles. En tanto, continuaron su actividad como prestamistas del Banco de España y del Tesoro. Le siguen nuevas inversiones en la minería y en las refinerías de petróleo y así la casa Rothschild continuó incrementando su fortuna y fortaleciendo su presencia en España durante el siglo XIX hasta el primer cuarto del siglo XX. En este contexto es probablemente donde nace o se inspira esta expresión popular. [Testimonio de esta época puede ser el recurso de Galdós a llamar a uno de sus personajes, en Fortunata y Jacinta, con el apodo de baronesa Rothschild. «Mi querida tía, ‘alias’ la baronesa de Rothschild, no tendrá más remedio que hincar la jeta y darme lo que necesito»].

Con tales antecedentes se entenderá mejor el sentido de la expresión: «Tener más perras que Rochil». Se articula como frase comparativa que funciona como superlativo (muy rico, riquísimo) y que se puede emplear con donaire o de manera más o menos irónica para expresar exageradamente que alguien tiene mucho dinero o es muy rico. Está despojado de escarnio y más bien puede entonarse con neutralidad o con callada admiración. En este sentido, una expresión afín es «darse más gusto que Rochín» (Rothschild) que se emplea para expresar hiperbólicamente el deleite que se siente al realizar algo o, de manera más genérica, disfrutar de la vida y sus placeres.

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