Arte

Julio Blancas, espeleólogo del arte

El artista canario inaugura la exposición ‘ST / Sin Tregua’ en la Galería Saro León | La proclama medioambiental y un grito por la calma envuelve el espacio

El artista Julio Blancas en la Galería Saro León, con ‘Sin Tregua’.

El artista Julio Blancas en la Galería Saro León, con ‘Sin Tregua’. / LP/DLP

El hombre sin rostro no dejará ‘Sin Tregua’ al público que entre hoy en la Galería Saro León. Después de recorrer los bosques de pinos de ‘Stoneyway’, ‘Caída’ y ‘Simétrico’ en su última exposición individual, ‘Nada que ría’, realizada en Tenerife, extrae de aquellos cuadros los elementos tangibles del espacio natural. Sin prisa, pero sin pausa, Julio Blancas enciende la conciencia colectiva en lo aparentemente inocuo.

El coche serpentea entre el mar y el talud del risco. Las rocas están atrapadas entre redes antes de cernirse sobre el suelo y están forzadas a equilibrar su ansia por caer con la gravedad. Esas protuberancias del terreno, esas piedras del camino que ruedan y ruedan, obstaculizan o, por contra, trazan un nuevo recodo, están presentes en la inauguración de la exposición S/T Sin Tregua de Julio Blancas este jueves, a las 20.00 horas, en la Galería Saro León, con el propósito de mostrar al observador un paisaje por descubrir. 

La curiosidad hará que los viandantes se asomen y, tal vez, toquen con sus manos el relieve de las creaciones que el artista grancanario ha dejado colocadas en la sala. Sunrise, Ocaso, Negra, Blu, Musgo, Agria, son algunos de los nombres de las piezas de madera hueca y tridimensionales que emulan la piel pétrea. La capa colorida finge el paso del tiempo y la efervescencia química con la que han reaccionado durante los años. Esa mezcla ha dejado en esos cantos rodados un colorido singular que atrae la mirada. Podrían haber salido del interior de una cueva, de los jardines asilvestrados, de los adoquines urbanos llenos de orín, o de algún lugar recóndito de la infancia donde la playa dejaba sobre la arena esos tesoros que en un cubo iban a parar a casa.

La calma

Alrededor de ellas están colgadas una serie pictórica que rescata ese remanente natural en el que ha trabajado Julio Blancas durante su trayectoria. El escultor ha expuesto en Canarias, Berlín, Milán, Bélgica, tantos sitios que, al final, siempre vuelve al Archipiélago porque ha tomado la decisión vital de regresar a la calma del hogar. Reconoce que es necesario viajar, empaparse de las vicisitudes e ilusiones ajenas que ofrece el exterior, aunque el trabajo artístico sea infravalorado a la vuelta.

Aún más cuando el discurso medioambiental que identifica su obra se enfrenta a los macroproyectos que acontecen en las Islas, "lo del paraíso se acabó", sentencia. Pero, al margen de la velocidad con la que los acontecimientos, protestas y renovados pelotazos urbanísticos se suceden, él clama por la calma. Contra lo instantáneo, la lentitud del taller y de su quehacer tenaz.    

Antes de mostrar el espacio, pulcro, ha trastabillado con tuercas, clavos, una caja de herramientas abiertas y algunas cenizas apagadas que ya han desaparecido. No desgasta las palabras, es más, prefiere guardarse de las entrevistas y las grabaciones y que sea el espectador quien imagine, delibere y opine. Guarda la expresión para los momentos esenciales, tanto como sus manos, dedicadas a cincelar cada una de las muescas de los elementos que inundan la Galería.

Durante el camino ha trabajado con ahínco con el lápiz y el grafito, experimentando en superficies múltiples, como la tela que ahora aportan relieve a los cuadros y parece una especie de manto de lana. Entonces, la mente interpreta y evoca tanto lo primigenio como el remanso de un claro en mitad de un bosque, y tal vez solo sea el subconsciente de Julio Blancas.