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La sinfonía de Shostakóvich que combatió a Hitler y se burló de Stalin

Durante el cerco de Leningrado, Dimitri Shostakóvic compuso su Sinfonía número 7, una pieza en homenaje al valor de sus conciudadanos amenazados por los nazis, que contenía veladas críticas a Stalin y que fue sacada clandestinamente de la URSS para ser interpretada con fines propagandísticos por una orquesta estadounidense

Shostakovich fue bombero voluntario durante el sitio de Leningrado.

Shostakovich fue bombero voluntario durante el sitio de Leningrado. / Archivo

Eduardo Bravo

"Me encanta Shostakóvich desde que era un niño. Su música es excelente para los adolescentes malhumorados", confiesa M. T. Anderson, escritor y periodista estadounidense que, durante su juventud, tuvo noticia de una curiosa historia sobre el compositor ruso: "Leyendo los libretos de los CD y los programas de mano de los conciertos me enteré de que la partitura de la Sinfonía número 7 de Shostakóvich había sido fotografiada, puesta en un microfilm y sacada de contrabando de la Unión Soviética con destino a Estados Unidos".

Antes de llegar a Nueva York, su destino final, la partitura recorrió Medio Oriente, el norte de África, Brasil y Washington DC, ciudad en la que el funcionario encargado de su transporte decidió hacer un alto en el camino para tomar un tentempié en una cafetería. Cuando salió del local, se dio cuenta de que había olvidado dentro el microfilm, que a punto estuvo de acabar en la basura.

"Por lo general, se asume que los microfilmes se emplean para guardar los planos de un submarino nuclear o la clave del código Enigma, pero no para una pieza musical. Si se decidió trasladar la partitura a Estados Unidos en ese soporte fue para que pudiera ser interpretada por la orquesta de la NBC dirigida por Arturo Toscanini y que la población americana apoyase la ayuda estadounidense a Moscú", explica Anderson que, fascinado por la historia, decidió comenzar a investigar sobre ella.

Dimitri Shostakóvic, en una imagen de archivo.

Dimitri Shostakóvic, en una imagen de archivo. / RTVE

El resultado es Sinfonía de la ciudad de los muertos (EsPop, 2022), un ensayo que repasa la vida de Shostakóvich, su infancia en el seno de una familia acomodada, sus inicios como compositor, su trabajo bajo los principios de la Revolución de octubre, su éxito como compositor proletario, su caída en desgracia durante el régimen de Stalin y su redención como autor de una sinfonía, la número 7, que relataba los sufrimientos del pueblo de Leningrado, actual San Petersburgo, durante uno de los mayores sitios que ha vivido una ciudad en la historia de la humanidad. Nada menos que 872 días con las vías de avituallamiento cortadas que, entre otros muchos dramas, provocó miles de muertes por congelación, inanición y atroces casos de canibalismo.

"La sinfonía fue interpretada en 1942 dentro de los muros de la sitiada Leningrado por una orquesta de músicos hambrientos que estaban a punto de desfallecer y justo en mitad del asalto de las tropas nazis. El evento fue tan arriesgado, que el Ejército Rojo tuvo que bombardear a los alemanes desde el otro lado de la ciudad para tratar de alejar el fuego de la sala de conciertos", explica M. T. Anderson que encontró no pocas dificultades a la hora de desarrollar su investigación.

"Es difícil reconstruir cualquier vida a partir de documentos. Pero lo es aún más cuando estás analizando una dictadura, como la de Stalin, donde todos tenían una razón para mentir, traicionar y falsificar registros. Los soviéticos crearon un sistema en el que no se podía confiar en nadie. La propaganda borró la verdad, las personas fueron juzgadas y ejecutadas por crímenes que no cometieron y todo el mundo mintió para sobrevivir. Hasta el propio Shostakóvich ocultó cosas a sus hijos porque, si decían algo inapropiado en la escuela, toda la familia hubiera estado en peligro", relata Anderson que, todo sea dicho, tampoco tuvo las cosas fáciles después de la caída de la URSS.

"50 años después, cuando el régimen soviético se derrumbó, esas mentiras comenzaron a operar en la dirección opuesta: todos querían contar una historia sobre cómo habían sido secretamente disidentes. El problema de los Gobiernos construidos sobre mentiras es que, cuando tratas de escribir sobre hechos sucedidos en la Unión Soviética, siempre hay un halo de irrealidad. Ese es un desafío con el que Estados Unidos está lidiando en este momento porque, ¿cómo evitamos que el veneno de las mentiras enferme a toda la nación?", se pregunta el autor.

Caos en vez de música

El 26 de enero de 1936, Stalin asistió a una de las representaciones de Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, ópera en cuatro actos escrita por Aleksandr Preis y compuesta por Shostakóvich. El músico, que a pesar de origen burgués había conseguido desarrollar una obra que combinaba la vanguardia artística con el espíritu proletario, fue testigo de cómo el líder comunista se revolvía en el palco, cuchicheaba con sus acompañantes y mostraba su desagrado ante lo que escuchaba.

Al día siguiente, el diario Pravda, que había alabado la ópera en los meses previos, publicó Caos en vez de música, una crítica hostil al trabajo de Shostakóvich que, en esa época, podía ser el desencadenante de graves problemas para el compositor. A partir de entonces, el músico intentó mostrar su adhesión hacia Stalin moderando sus declaraciones públicas, ofreciéndose voluntario para combatir en la Segunda Guerra Mundial con el ejército ruso y, cuando fue rechazado, alistándose en el cuerpo de bomberos de Leningrado, labor que compaginaba con la composición de la Séptima Sinfonía que, en algunos de sus movimientos, incluían veladas críticas a Stalin.

Vólkovo es uno de los cementerios no ortodoxos más grandes y antiguos de San Petersburgo.

Vólkovo es uno de los cementerios no ortodoxos más grandes y antiguos de San Petersburgo. / RIA NOVOSTI ARCHIVE

"De alguna manera, la forma de la sinfonía parece contener un mensaje oculto sobre el terrible ascenso de Stalin al poder. El primer movimiento es interrumpido por una melodía de marcha un tanto tontorrona que, al principio, suena inofensiva pero que crece y crece hasta que se vuelve furiosa y violenta, destruyendo todo a su alrededor. La gente, que no el propio Shostakóvich, la ha llamado el tema de la “invasión”. Lo que llama la atención, sin embargo, es que esa música no recuerda en nada a la invasión alemana de Rusia, que fue repentina e inmediatamente espantosa, sino que se acerca más al ascenso de Stalin, que al principio parecía ser un payaso dentro del séquito que rodeaba a Lenin, pero que, para sorpresa de todos, llegó a ser el gobernante supremo de la URSS", comenta M. T. Anderson, que aclara que Shostakovich nunca reconoció expresamente esa crítica al líder soviético. "Le dijo a su vecino que la sinfonía trataba sobre las fuerzas que oprimen el espíritu humano dondequiera que estén, lo que abarca tanto a Hitler como a Stalin y a todos esos hombres peligrosos, torpes en su egoísmo y mortales en su vanidad".

Propaganda sinfónica

A pesar de esa supuesta crítica a Stalin, el gobierno soviético consideró que la séptima sinfonía era una composición inspiradora que glosaba el esfuerzo y la heroicidad del pueblo de Leningrado, por lo que podía convertirse en una pieza de propaganda que contribuyese a que los aliados olvidasen el pacto Molotov-Ribbentrop que los soviéticos habían firmado con los nazis unos años antes.

"Nunca sabremos exactamente qué sintió Shostakovich ante esa decisión porque era demasiado peligroso escribir sus opiniones, pero me imagino que se sentiría usado por el Partido Comunista. Entre otras cosas porque, cuando finalmente se vio obligado a afiliarse a él, se supone que lloró y pensó en suicidarse. Por otro lado, creo que el compositor sentía un amor sincero por el pueblo ruso y por la ciudad de Leningrado. Estaba profundamente conmovido por la difícil situación de su ciudad natal, quería mostrarla al mundo, quería que sus conciudadanos tuvieran esperanza y que se produjera una victoria ante los nazis. En ese sentido, la sinfonía no era solo propaganda, sino que transmitía los verdaderos sentimientos que el músico tuvo mientras vigilaba, como bombero y desde en el techo del Conservatorio de Leningrado, cómo su querida ciudad estaba siendo atacada".

Más de 60 años después, la Sinfonía Número 7 de Shostakóvich es considerada una de las obras cumbres de la música rusa. La pieza forma parte del repertorio de las orquestas de todo el mundo y, desde hace unos meses, se vuelve a interpretar en un contexto bélico y autoritarista como el que la inspiró: la Guerra de Ucrania y el gobierno de Vladimir Putin.

"El año pasado por estas fechas, me invitaron a hablar sobre la séptima sinfonía en una conferencia en San Petersburgo que se iba a celebrar en agosto de 2022. Cuando comenzó la guerra, los organizadores me preguntaron si todavía tenía intención de asistir y rechacé la invitación. En ese momento no les di una explicación, pero es la siguiente: ¿cómo podría asistir a una conferencia sobre política y música soviética en tiempos de guerra sin señalar que las tornas habían cambiado y que ahora son los rusos los que hablan con orgullo de la despiadada invasión en la que están implicados y de cómo van a matar de hambre al enemigo durante un duro invierno de asedio? Además, ¿cómo podría decir ese tipo de cosas en voz alta sabiendo que los organizadores de la conferencia podrían ser responsables de mis palabras en un régimen que, una vez más y como sucedía con Stalin, amenaza con encarcelar a cualquiera que se pronunciase en contra?", reflexiona M. T. Anderson, que invita a aquellos rusos que consideran a Shostakóvich un héroe de la patria a que lo escuchen prestando especial atención "a su compasión, su indignación ante la injusticia, su desafío frente a la crueldad. Pero también invito a que lo escuchemos en occidente para recordar que, detrás de ese muro de silencio, no todos son tan obedientes como parece. No obstante, nunca podremos conocer el sufrimiento de los demás hasta que no les escuchemos realmente".