Cortázar cinéfilo

El intenso idilio de Julio Cortázar con el cine de Buñuel, Cocteau, Bergman, Ford o Bertolucci

Julio Cortázar en la casa de campo de Saignon (Francia), en 1972. | | LA PROVINCIA/DLP

Julio Cortázar en la casa de campo de Saignon (Francia), en 1972. | | LA PROVINCIA/DLP / Claudio Utrera

Claudio Utrera

Claudio Utrera

En A fondo, el memorable y nunca bien ponderado programa de entrevistas realizadas por Joaquín Soler Serrano a diversas figuras del mundo de la cultura, la ciencia y el arte en TVE entre 1976 y 1981, una de las muchas personalidades que desfilaron por aquella serie fue el escritor, profesor y traductor argentino Julio Cortázar (Ixelles, Bélgica, 1914/París, Francia, 1984) algunos de cuyos primeros trabajos nos habían provocado emociones inenarrables en nuestra ya bulímica pasión por la lectura. Aquel impagable encuentro televisivo con el escritor en el año 1977 supuso, al menos para este comentarista, una auténtica epifanía cultural pues a su reconocido talento literario se le sumaba una capacidad dialéctica excepcional para expresarse sobre de todo lo divino y humano que encierra el arte de la escritura.

Pues bien, Ediciones JC, uno de los sellos editoriales más veteranos de nuestro país en el ámbito audiovisual, generadora de un importante volumen de publicaciones sobre el tema desde hace décadas, publica, dentro de su serie Colección Imágenes, Cortázar y el cine. Escribir en imágenes, del escritor y profesor Jordi Puigdoménech (Barcelona, 60 años), autor también de Ingmar Bergman, el último existencialista (2004), Akira Kurosawa. La mirada del samurái (2010) o La filosofía en el cine (2018), obras incluidas también en el catálogo de esta misma editorial.

Cruce de caminos

Se trata de un pequeño aunque juicioso libro que bucea en las estrechas relaciones que mantuvo el autor de Rayuela (1963) con el séptimo arte a lo largo de su amplio recorrido como creador literario desde su puesta de largo en el año 1951 con Bestiario, la inolvidable antología de relatos breves -publicado por la mítica Editorial Sudamericana-, así como en las numerosas adaptaciones cinematográficas que se han venido realizando sobre sus novelas y relatos por cineastas y guionistas de orígenes muy diversos.

El imaginario de Julio Cortázar, disuelto entre muchas de sus novelas, en no pocos de sus maravillosos cuentos y, de alguna manera también en sus famosos escritos políticos donde cristalizaron brillantemente sus preocupaciones en este campo del conocimiento y de la conciencia ideológica en una época tan febril y revolucionaria como la que abarcan las décadas de los años sesenta y setenta, es tan profundo y flexible que podría confundirse con el genio explosivo de muchas de las figuras más icónicas de la historia grande del cine, de cuyo eventual maridaje hubieran salido, sin duda, películas de un enorme pedigrí intelectual, como así sucedió con Weekend (Weekend, 1967), la adaptación que Jean-Luc Godard hizo del cuento La autopista del sur (1964, aunque editado dos años más tarde en el volumen Todos los fuegos del fuego), texto que volvería a adaptar Luigi Comencini en El gran atasco (L’ingorgo. Una storia impossibile, 1979) con un guion de Ruggero Macari, Bernardino Zapponi y el propio director y con la plana mayor del cine italiano del momento (Marcello Mastroianni, Alberto Sordi, Stefania Sandrelli, Annie Girardot, Ugo Tognazzi…). Pese a su éxito arrollador en las taquillas europeas, la crítica no le perdonó a Comencini la ligereza y monotonía con la que abordó esta controvertida adaptación.

Adaptaciones

Extraña en este sentido que un maestro de la enjundia e inventiva de Federico Fellini, por ejemplo, no se acercara nunca al universo literario de Cortázar, a pesar de que el escritor argentino se declaró siempre un ferviente admirador del cineasta italiano. Sí lo hizo, en cambio, el gran Antonioni en Blow Up, deseo de una noche de verano (Blow-Up, 1966), basándose en un guion de Tonino Guerra, Edward Bond y del propio Antonioni, a partir del cuento Las babas del diablo (1959)

La película, galardonada con la Palma de Oro en el festival de Cannes, y considerada, a día de hoy, como uno de los hitos claves del cine contemporáneo, es, como puede averiguarse fácilmente, una interpretación muy libre del texto original, aunque, eso sí, conserva ese halo misterioso que rodea la mayoría de los relatos cortos del escritor, con lo cual, y pese al aparente distanciamiento de la base argumental del relato , destila ese tono feérico que envuelve la absorbente narrativa del autor de obras tan luminosas e imaginativas como Historias de cronopios y de famas (1962), Divertimento (1949), Un tal Lucas (1979) o Rayuela.

Admiración

Rendido admirador de filmes como La edad de oro (L’age d’Or, 1930), El ángel exterminador (1962) y Los olvidados (1950), de Luis Buñuel; M, el vampiro de Düsseldorf (M, 1931), de Fritz Lang; Vampyr (Vampyr, 1932), de Carl Theodor Dreyer; Los verdes prados (The Green Pastures, 1936), de William Keighley y Marc Connelly; Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, 1940), de John Ford; Fantasía (Fantasia, 1940), de la factoría Disney; Juegos prohibidos (Jeux interdits, 1952), de René Clément; Teresa Raquin (Thérèse Raquin, 1953), de Marcel Carné; Los inútiles (I vitelloni, 1953), de Federico Fellini; Drácula (Horror of Dracula, 1958), de Terence Fisher; El cuchillo en el agua (Nóz w wodzie, 1962), de Roman Polanski; El silencio (Tystnaden, 1963), de Ingmar Bergman; El último tango en París (Ultimo tango a Parigi, 1972); Delicias turcas (Turks Fruit, 1973), Parranda (1977), de Gonzalo Suárez; o Recuerdos (Stardust Memories, 1980), de Woody Allen. Un conjunto de películas que reflejan la profunda admiración que sentía Cortázar por el arte cinematográfico que refleja, además, su ecléctico paladar como el infatigable cinéfilo que fue.

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