Entrevista

Elvira Navarro: "Tinder convierte a la gente en productos de catálogo, aunque tiene sentido para los que están solos"

Tras ser finalista del National Book Award, la autora publica 'Las voces de Adriana', una novela concebida como un aprendizaje de la muerte

elvira navarro

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Elena Hevia

Lentamente pero a paso muy firme, la literatura de Elvira Navarro (Huelva, 1978) ha ido adquiriendo un imponente peso específico en las actuales letras españolas. Los pasos de esa trayectoria fueron ‘La trabajadora’, donde se adelantó a un asunto que hoy es clave: cómo nuestra relación con el trabajo nos despersonaliza, y muy especialmente con ‘La isla de los conejos’, donde tocó a las puertas del cielo como finalista del National Book Award. El recorrido sigue ahora con ‘Las voces de Adriana’ (Random House), novela en tres tiempos, triste, tristísima, como la mayoría de sus textos, protagonizada por una mujer fácilmente identificable con la autora que tras el fallecimiento de su madre debe cuidar de un padre que tras superar un ictus se resiste a despedirse de este mundo buscando parejas en un servicio de citas por internet. El tema del duelo y de cómo hacemos frente al descubrimiento de que la Sra. Muerte nos espera en cualquier recodo es la almendra de esta historia elegíaca.

Hay algo de juego de construcción en esta novela, tres historias que solo adquieren unidad en la mente del lector. ¿Se siente más cómoda con las formas breves?

Es un trío de partes diferenciadas en tres tonos distintos. El dedicado al padre es más ligero, el segundo, retrato de la casa de la abuela más nostálgico y la tercera parte, un coro griego femenino, abuela, madre e hija, bastante teatral. La novela nació de la revisión de una vieja película de Carlos Saura, ‘Cría cuervos’, en la que una madre habla con la voz de su hija y viceversa. Eso me encendió la bombilla para hablar de mis propias pérdidas en clave de ficción.

¿Asume lo autobiográfico, entonces?

Ahí están la muerte de mi madre y la enfermedad de mi padre, pero lo más real de la historia son los sentimientos. Y algo que debo aclarar, jamás me he dado de alta en Tinder.

¿Tinder, concebido por síntoma de nuestro tiempo, qué le parece?

Es una herramienta simplemente, el peligro que pueda tener depende de cómo se utilice. Es verdad que convierte a la gente en productos de catálogo, fáciles de consumir y borrar, como todo lo que tiene que ver con lo virtual. Aunque quizá sí tenga sentido a la hora de validar a los que se encuentran solos, yo no sería muy taxativa.

Esta es una novela en la que las historias de los hombres y las de las mujeres están situadas en departamentos estancos. ¿Existe una razón?

A que quería hablar de dos tipos de herencias distintas y casi contradictorias, no porque se anulen una a la otra sino porque son muy distintas: el mundo de mi padre y el de mi madre. Uno y otra vienen de estratos sociales distintos. Mi padre es un urbanita de libro que ha vivido una vida más ligera, en cambio mi madre procedía de un pueblo, donde las cosas se han percibido de una forma más grave, casi trágica, especialmente para las mujeres, con unos caracteres más complicados.  

En mi historia familiar la memoria del trauma está más viva en la rama materna y lo que escribo procede de esta zona

¿Entonces se puede decir que como escritora es más hija de su madre que de su padre? Sus voces como autora suelen ser más graves que ligeras.

Yo soy hija de ambos, eso es incuestionable, pero en mi historia familiar la memoria del trauma está más viva en la rama materna y lo que escribo procede de esta zona más compleja y difícil.

“La muerte es un maltrato a los adictos a la narrativa”, dice en su libro, pero a usted le ha impulsado todo un libro.

Eso es tal cual un tuit. Entré en Twitter, puse “muerte” y apareció. Me parecía una cita muy literaria. La idea es que siempre es difícil hablar de la muerte.

Se nos mueren los seres queridos y aprendemos con ello que también nos moriremos nosotros

Lo único que puedes hacer es aproximarte a ella, rodearla desde el exterior…

Exacto. Normalmente, nuestras primeras experiencias sobre la muerte son por aproximación. Se nos mueren los seres queridos y aprendemos con ello que también nos moriremos nosotros. Que esa es la condición humana. Normalmente, eso suele ocurrirnos con nuestros padres y nos situamos al final de nuestra estirpe, lo que da un poco de vértigo. Aunque también eso sea falso porque algunas veces los hijos mueren antes que sus padres. Este es un libro de aprendizaje pero no de la vida.

Adriana es una mujer muy sola y muy triste. Esa es una característica de la mayor parte de sus novelas. ¿No sé si alguna vez se ha preguntado por qué?

No lo sé, porque te puedo asegurar que mi vida no es triste (ríe), tengo a mi alrededor a mucha gente que me quiere. Pero en fin, lanzo una hipótesis: la literatura siempre parte de conflictos y la ficción se dedica a magnificarlos. 

En la vida real no solemos sentirnos empoderadas. Rara vez somos tan fuertes como para afrontar la vida en soledad

Su protagonista lee ‘El cuaderno dorado’ de Doris Lessing y se siente culpable respecto a la contradicción de que una mujer libre no se siente completa sin un hombre. ¿Eso sigue siendo así? ¿No ha tenido la tentación de mostrar a Adriana más empoderada?

En la vida real no solemos sentirnos empoderadas. Lessing habla de hombres, yo creo que habría que hablar de parejas. Rara vez somos tan fuertes como para afrontar la vida en soledad. Marguerite Duras dijo algo así como que es mentira que existan las mujeres liberadas porque los seres humanos son dependientes, seres sociales que dependemos de un contexto. Ahora consideramos que uno está liberado cuando se empodera a base de éxito profesional, por ejemplo, pero eso no deja de ser una idea que puede cambiar por el contexto social.

¿Entonces la literatura no debe ir acompañada de vindicación feminista?

Yo creo que la literatura está más para problematizar que para reivindicar, porque lo reivindicativo siempre tiene algo de panfletario y los panfletos me dan miedo. Tener las ideas muy claras sobre un tema hace que el texto literario exude falsedad e incluso totalitarismo.

En los últimos tiempos, las autoras están teniendo mucha visibilidad. ¿Se siente más expuesta?

No. Me parece estupendo por la parte que me toca, claro. Las escritoras no merecen atención porque ahora toque o esté de moda sino porque hay muchas que han demostrado ser muy potentes. Autoras así ya existían. Estaban Rosa Chacel, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite pero ninguna de ellas aparecía en mis libros de bachillerato. Es sencillamente un asunto de absoluta justicia. 

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