Música

«Mamá, prefiero el tambor»

La trompeta, el bajo, la batería o el saxofón han sido tradicionalmente parte del mundo masculino. A pesar de la falta de referentes femeninos, cada vez hay más mujeres que se especializan en estos intrumentos.

Alba Gil, saxofonista.

Alba Gil, saxofonista. / LP/DLP

Martina Andrés

Martina Andrés

—Hija, ¿qué instrumento prefieres? ¿El piano o el violín?

—¡El tambor!

Xerach Peñate de pequeña tenía el sueño de tocar en el grupo de música de sus hermanos mayores. Así que cuando su madre le preguntó con ocho años con qué instrumento quería comenzar sus andadas musicales, lo tuvo claro. «Empecé mi formación en música clásica, pero mi sueño era tocar la batería», cuenta la baterista que se formó en el conservatorio de Las Palmas. Con 19 años puso rumbo a Barcelona para estudiar el Conservatorio Superior de Música y aquí es cuando agarra con más fuerza las baquetas, se especializa en jazz y compone su primer disco. Más adelante empieza a formar parte de la banda Flor de Canela y de Arube, su último proyecto en el que abraza un «pop bucólico electrónico» junto a Alba Gil Aceytuno y Belén A. Doreste. Hoy, su sueño de ser baterista profesional es más que una realidad.

«Yo he vivido la música desde un sitio extraño, soy batería pero siempre he sentido que la batería es un canal para hacer otras cosas. Me gusta la vivencia y la experiencia que da la música. La falta de referentes a mí me hizo trazar mi camino de una manera de autobúsqueda», relata Peñate. También cuenta cómo tuvo hacer frente al hecho de ser zurda en un mundo donde «te enseñan a tocar como una persona diestra». Así, la artista siempre ha buscado trazar su propio camino, aunque algunos puedan cuestionar su talento o sus conocimientos. «Es el pan de cada día. Personas que están en la parte técnica se creen, por ejemplo, que no sabes afinar la batería», cuenta.

Xerach Peñate, baterista.

Xerach Peñate, baterista. / LP/DLP

Tocar el piano, el violín o cantar son espacios que ya fueron más o menos conquistados por las mujeres. Pero a veces, debido a su ausencia en otros contextos musicales, pareciera que su presencia sobre los escenarios se limitase únicamente a estos roles. «En la historia del jazz se escribía para voces femeninas y hay una época en la que las mujeres reciben escuela de piano, igual que de otras cosas como costura, era como un requisito para ser una buena mujercita», cuenta la baterista.

Otro motivo que Xerach atribuye a esta falta de mujeres en el mundo de la percusión o del viento-metal es el vínculo de este tipo de instrumentos con el mundo militar. «Antes se llegaba a la música a través del servicio militar y al servicio militar sólo iban hombres», puntualiza la artista. En la misma línea, reflexiona la trompetista Silvia Jiménez Hernández, componente de la banda Bjazz que llegó a su instrumento por casualidad, porque en el conservatorio no había guitarra cuando le tocó escoger.

«En sitios como el nuestro, parece que la trompeta ha estado relacionada históricamente con el ámbito militar y parece que las mujeres no podían dedicarse a eso, no pertenecían a este ámbito. Por otro lado, el piano era más burgués, tener a una persona que tocara el piano en casa era algo que en el siglo XIX daba algo de prestigio a la familia, aunque después no te dejaran dedicarte a eso profesionalmente porque tenías que estar en casa», cuenta la trompetista.

La trompetista Silvia Jiménez.

La trompetista Silvia Jiménez. / Angelo Perez

Espacios no compartidos

Además de la tradición histórica y militar, parece que el poder acercarse a un instrumento u otro es una cuestión de espacios no compartidos. «La música está asociada con un tipo de vida que a la mujer le estaba vedada. Como eso de vivir por la noche o de juntarse en determinados ambientes», puntualiza Jiménez Hernández. «En la trompeta yo creo que también puede ser por esa sociedad que hemos heredado del franquismo, por esas creencias de que para tocar este instrumento hace falta fuerza y tiene que ser un hombre el que toque la trompeta, porque una mujer, ¿estás loco?, no tiene fuerza. Esto es totalmente un mito, porque al final es cuestión de técnica, no de fuerza».

Silvia ha tocado con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, con la Orquesta Sinfónica de Tenerife y con la Orquesta Nacional de España. Fue la primera mujer en Gran Canaria en terminar un estudio superior de trompeta, se formó toda rodeada de chicos. Ahora también es docente en el conservatorio y está viviendo su tercer año como profesora. En su clase hay más de 40 alumnos y solo cuatro son chicas. «La cosa no ha cambiado mucho», reflexiona.

Falta de seguridad

Este vacío de referentes femeninos es algo que la artista Alba Gil Aceytuno —compañera de grupo de Xerach— atribuye a la falta de seguridad. «Es muy difícil a veces para las chicas sentir la seguridad para ver que somos capaces de improvisar», relata haciendo referencia a un obstáculo al que se tuvo que enfrentar cuando se acercó al jazz. «En la música popular, en la música moderna, no hay una partitura. Hace falta una seguridad en una misma que a la mujer se le ha robado». La saxofonista, integrante de Arube, empezó tocando el timple en actividades extraescolares de su colegio. A pesar de la falta de un espejo en el que verse reflejada, encontró su camino para romper la barrera invisible de la falta de modelos a seguir. «No tener referentes de alguna manera te dice que no es posible que puedas llegar a este punto».

Kira Medina, bajista del grupo Sound of Aqua, comenzó en la música muy pequeña, con un teclado chiquitito que le regalaron sus padres. A los 16 años se compra su primera guitarra y en 2019 se acerca por primera vez al instrumento de cuatro cuerdas. «Te acabo de imaginar con el bajo al lado mía. ¿Te atreves?», le dijo su amiga y compañera de grupo, Pau. Kira aprendió a tocar de forma autodidacta, nunca ha ido a clase y como cuenta, la falta de referentes por un lado, y las críticas por otro, no le han afectado, gracias en parte a su grupo en el que «no le prestan atención hasta que no se encuentran algún comentario de fuera» , explica la bajista.

La bajista e integrante de 'Sound of Aqua', Kira Medina.

La bajista e integrante de 'Sound of Aqua', Kira Medina. / LP/DLP

A Xerach eso la da fuerza: «A mí esos comentarios me dan como el chulerío. Prefiero no decir nada y que luego vengas al bolo y flipes. Es como un reto», explica la baterista. «Eso siempre pasa, en todos los ámbitos, no solo en el musical. Notas que estás más cuestionada o que la gente mira más si vales o no vales», cuenta Kira. Y apunta: «Los grupos de chicos están más valorados, en el mundo de la música les dan más opciones».

Aunque es cierto que cada vez hay más grupos de mujeres y nuevas creadoras en todos los ámbitos del mundo musical, para Alba, la solución sería ir un paso más allá: «Para mí el ideal y lo que se podría fomentar es el que se incluya a las mujeres en orquestas mixtas, sería genial que una chica que toca tenga las mismas oportunidades de entrar en una orquesta que cualquier chico. Digo orquesta como banda de música, de rock, big band o lo que sea, cualquier formación musical».

Xerach reflexiona en la misma línea: «Todavía sigue existiendo eso de 'si necesitas una piba que toque súper guay...', pero una parte positiva es que cada vez hay más grupos de mujeres y mixtos que están muy concienciados». Lo que ambas defienden es que se busque a las mujeres músicos no por ser mujeres, no por exigencias externas para dar una imagen de progresismo y paridad, no para aparentar o rellenar; sino porque se les considere igual de válidas, de hábiles, de talentosas y de capaces de hacer que el público se emocione, disfrute y no deje de saltar.

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