Para Alexis Ravelo: Martes por la madrugada
Esa noche, en esa misma terraza, Alexis cantó tangos y hasta se animó con algún que otro tema del rock argentino
Marcelo Luján
Hace un tiempo escribí en algún sitio que nunca sabemos cuándo es la última vez, cuándo la última palabra, cuándo la última sonrisa, cuándo el último abrazo o beso o tan siquiera saludo con la mano en alto. Y ayer, al despertar con la noticia de que se había muerto Alexis, todavía incrédulo de que eso no estuviera ocurriendo en el sueño sino en la vigilia, recordé aquel último saludo que en realidad fue un abrazo sostenido y lleno de cosas, todas relacionadas con la amistad, con la admiración, con el cariño. Estábamos en el aeropuerto de La Palma, Aridane Criminal había sido un éxito y Alexis estaba feliz.
Después de recordar aquel abrazo que acabó siendo el último que nos dimos, estuve todo el día rascando la olla de la memoria, buceando en directorios de fotos y reviviendo momentos que compartimos. Todo para poder digerir la inevitable despedida. Todo para tratar de despedirme sin despedirme del todo, como Philip Marlowe en la famosa escena de The long goodbye, recurriendo a ese sentimental y comprometido ‘hasta la vista’ que reemplaza pero sobre todo minimiza y hasta sofoca la carga definitiva del ‘adiós’. Hablar de Alexis todo el día, de su prosa y de su generosidad, de los colores que llenaban de pronto el espacio que habitara.
"En algún momento de esa noche no pude evitar cruzármelo. Todavía no éramos amigos y eso puede que me salvara"
Creo que fue esta luminosidad la que me llevó a aquella noche de verano en la terraza del hotel Don Manuel, en Gijón. Alexis estaba expectante y naturalmente nervioso: a la mañana siguiente se fallaba el Hammett y La estrategia del pequinés era una de las novelas finalistas. Yo ya sabía qué él había ganado pero él no sabía que yo ya lo sabía porque él tampoco sabía que yo había sido uno de los jurados. En algún momento de esa noche no pude evitar cruzármelo. Todavía no éramos amigos y eso puede que me salvara. Él llevaba camisa blanca y yo tenía que guardar el secreto. Todavía no éramos amigos pero lo seríamos y esas cosas a menudo se intuyen. Fue un instante donde solo pude decirle la verdad: que tuviera fe en su escritura, que se lo creyera, que era bueno. Me hizo un gesto de gratitud y de haber tenido más confianza me habría dado un abrazo, el primer abrazo de nuestra futura amistad. Al día siguiente Alexis ganó el Hammett de la Semana Negra y fue un reconocimiento que lo afianzó como escritor, sobre todo en la península. Esa noche, en esa misma terraza, Alexis cantó tangos y hasta se animó con algún que otro tema del rock argentino.
Y creo que por este último y memorable soplo de algarabía que se despega del recuerdo, mi ‘hasta la vista’ de amigo prevalece ante la despedida definitiva del adiós.
Y también creo, ahora ya de madrugada, ahora que el lunes de tu muerte es un día ya del pasado y vos seguís acá, siempre, ahora recupero alguno de esos temas que alguna noche de verano cantaste a capela, lleno de felicidad y rodeado de amigos. Ya no es lunes. Es martes. Martes por la madrugada / yo cierro los ojos y veo tu cara.
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