Crónica de una isleña en el Carnegie Hall

Olga y Mestisay presentan 'Palosanto' en Nueva York

Concierto de Olga Cerpa en el Carnegie Hall de Nueva York

Orlando Vinuesa

En tres ocasiones hemos podido disfrutar de un show de Olga Cerpa en Manhattan, acompañada de sus compañeros de Mestisay, y en las tres he tenido la dicha de contemplarla en tres registros diferentes. Una con un combo musical formado por siete muchachos, todos virtuosos de su instrumento, en una de las salas del Lincoln Center; hace tres años en el Miller Theater, con aquel regalo maravilloso junto a una banda sinfónica, haciendo un recuento hacia la memoria de todos los que nacimos en la Cuba de antaño. 

En esta tercera oportunidad la sala Weill del Carnegie Hall lucía llena de un público expectante, donde se mezclaron latinos y anglos para recibirla como lo que es: una diosa de la cancionística popular. En la Weill hemos saboreado noches memorables con habituales conciertos de cámara, especialmente de piano y voz en programas clásicos. Olga y Mestisay presentaban Palosanto, una delicia sonora de la que ya teníamos noticia por su escucha en disco; para su presentación en Nueva York fue acompañada en esta ocasión por cuatro excelsos guitarristas. El sonido bello y sutil de la madera de esos instrumentos atemperaba los silencios y modulaba el discurso musical para que la cantante canaria fuera toda expresión y galanura. Destacaba sobremanera el timple, esa pequeña guitarrita canaria que lució portentosa en manos de su intérprete, Hirahi Afonso. Todo, en fin, era exquisito y seductor: desde el programa de mano impreso bellamente hasta el repertorio elegido, desde el vestuario de la cantante hasta su gesto artístico en aquel escenario nacido para los privilegiados con el don de la genialidad

De México a Buenos Aires

 Sonó toda nuestra América, desde México hasta Buenos Aires, en un espíritu martiano de libertad y sentimiento que columpiaba el alma. Conmovedora esa canción del venezolano Simón Díaz para comenzar el recital; después siguieron valses colombianos, melodías brasileiras y de la vieja trova de mi isla natal, que esta bella mujer viste de un aire nuevo sin perder su esencia de cubanía. Una elegancia la de esta intérprete que no renuncia a romperse en su garganta de privilegio, como así ocurrió con el famoso tango Como dos extraños. De Yupanqui nos ofreció Piedra y camino, en versión penetrante y sentida de ese clásico; recordamos entonces que vimos actuando al cantor argentino en el mismo Carnegie (¡año 1983!) y compartimos después una inolvidable noche de tragos con comunes amistades.  

Olga Cerpa en el Carnegie Hall.

Olga Cerpa en el Carnegie Hall. / M.

También nos hizo viajar Olga hacia sus islas, de la que es una excelente embajadora cultural, porque en algunas de sus interpretaciones imaginábamos el paisaje y el olor de las Canarias, tan ligadas a la historia de la cubanía serrana. Así hasta dieciocho títulos, cerrando la noche con un inolvidable tema del mexicano Agustín Lara, Luz de luna, donde puso en pie al público de la Weill

Ante la insistencia de los presentes, Olga nos agració con tres bises. Uno de ellos, aquella Amorosa Guajira del recordado Guillermo Portabales, fue brindado a quienes felizmente  la invitaron, el Centro Cultural Cubano de Nueva York. Después una copla de su tierra, una folía, que encogió los corazones de todos los que allí estábamos. Que la vida nos dé un poco más de tiempo para seguir acompañándola cada vez que se acerque hasta la Gran Manzana en esa dicha que es regalarnos su encanto de artista inconmensurable. Fue una noche plena de sentimientos gracias a la voz de esta isleña bendecida por los hados.