Polifacético y heterodoxo Fernando Fernán Gómez

Diez largometrajes en soporte digital muestran la enorme influencia de Fernán Gómez en la historia del cine español desde la posguerra

Polifacético y heterodoxo

Polifacético y heterodoxo / Claudio Utrera

Claudio Utrera

Claudio Utrera

Desde su nacimiento en los albores del siglo XX el cine español ha atravesado por los ciclos históricos más dispares y contradictorios que pueda uno imaginarse hasta alcanzar su propio perfil identitario allá por las décadas de los años sesenta y setenta. Un proceso debido a ciertos cambios estructurales en el ámbito de la cultura propiciados por los sectores menos fundamentalistas del ancien régime y por las irrefrenables influencias que ejercían las corrientes cinematográficas europeas más dinámicas y disruptivas, en su propósito de situar el arte cinematográfico en el mismo centro del debate sobre el papel del fenómeno audiovisual en una sociedad sometida a una constante transformación.

Tampoco debemos obviar el efecto galvanizador que provocó en todo el mundo el nacimiento de los «nuevos cines» como eje impulsor de un enfoque ético y estético de un cine más innovador, ni de los ecos continuados que generaron las obras de realizadores como Jean-Luc Godard, François Truffaut, Claude Chabrol, Jacques Rivette y de ese largo etcétera de cineastas que contribuyeron a levantar los cimientos ideológicos de la Nueva Ola francesa como guía para los jóvenes realizadores europeos con ambiciones autorales, incluidos, naturalmente, los españoles.

Conversaciones de Salamanca

El avance provocaría que todo lo que se debatió durante las famosas e imprescindibles Conversaciones de Salamanca, celebradas en la ciudad castellana entre el 14 y el 19 de mayo de 1955 a instancias, entre otras personalidades, de Basilio Martin Patino, empezara a tomar forma, generándose la necesidad de un cambio no sólo en las viejas derivas reaccionarias que lo habían impedido hasta entonces sino en el relevo urgente de los rostros y de las personalidades llamadas a protagonizarlo. Las figuras de Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, Manuel Summers, Mario Camus, Rafael Azcona, Angelino Fons, Francisco Regueiro, Carlos Saura, Miguel Picazo, Pedro Olea, Jaime de Armiñan, José Luis Borau o Jaime Camino lideraron abiertamente ese cambio aportando una nueva savia a nuestro cine mediante una mirada incisiva, libre e iconoclasta sobre una realidad que, pese a la férrea ofensiva de una dictadura ya debilitada, seguía ampliando su perímetro de influencia en los círculos culturales.

Esta circunstancia propiciaría, más que ninguna otra, la irrupción en este nuevo escenario de un personaje de la entidad artística, de la versatilidad y la heterodoxia de Fernando Fernán Gómez (Perú, Lima. 1921/Madrid, España. 2007), una figura que trazaría su propia trayectoria profesional narrando historias sembradas, en muchos casos, de seres fuera de norma, que entretejen un universo social y moral alejado de cualquier perfil propio de las dramaturgias más convencionales. Sus personajes, por el contrario, son individuos corrientes, sin señas de identidad particularmente especiales, aunque rodeados por un entorno familiar, profesional o social excepcionalmente atípico ante el que sucumben irremediablemente, tal y como sucede, por ejemplo, con los protagonistas de El extraño viaje o El mundo sigue (1963), dos de sus grandes hitos como director.

Actor y director

Tanto en el ámbito de la interpretación como en el de la dirección Fernán Gómez iluminó, como pocos, la trayectoria histórica del cine español desde sus inicios como actor en Cristina Guzmán, profesora de idiomas (1943), de Gonzalo Delgrás, inspirada en la novela homónima de Carmen de Icaza, hasta Tiovivo C. 1950 (2004), de José Luis Garci, su última intervención ante las cámaras bajo la batuta de quien lo dirigiera, quince años antes, en El abuelo (1989), sin duda una de las composiciones dramáticas más memorables de toda su carrera cinematográfica. Y ésa parece ser la razón fundamental que explica la reciente edición en formato blu-ray de sendos cofres con diez de los filmes interpretados y/o dirigidos por este cineasta a lo largo de su recorrido profesional delante y detrás de las cámaras porque en ambos terrenos demostraría una capacidad absolutamente excepcional para seducir al espectador con títulos que, en muchos de los casos, siguen conservando el mismo peso intelectual que mostraban el día de su estreno.

Poseedor de uno de los palmareses más nutridos del cine nacional, en 1985 le fue concedido el premio Nacional de Teatro y en 1989 el premio Nacional de Cinematografía; seis años más tarde fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las artes y ha sido distinguido, en dos ocasiones, con el Oso de Plata al Mejor Actor en la Berlinale por sus trabajos en El anacoreta (1976), de Juan Esterlich y en Stico (1985), de Jaime de Armiñán. En 1978 obtuvo el premio Lope de Vega por su obra teatral Las bicicletas son para el verano, cuya adaptación a la pantalla dirigiría en 1983 Jaime Chávarri con un éxito sin precedentes en las taquillas españolas.

Talento

El volumen 1 de esta interesante retrospectiva, editada por el sello A contracorriente, incluye El extraño viaje (1964), Los palomos (1964), La vida por delante (1958), El amor del capitán Brando (1974), y ¡Jo, Papá! (1975), mientras que el volumen 2, cuyo contenido aún no ha sido desvelado por la distribuidora, pero que será editado en breve, contiene, además de tres de los largometrajes canónicos de su filmografía como director, otros dos como intérprete, dirigidos por su amigo y estrecho colaborador Jaime de Armiñán. El estreno cuasi clandestino en cines de barrio de El extraño viaje a los cinco años de su fecha de producción, se convertiría, tras su larga hibernación por oscuras razones en los almacenes de Izaro Films, su compañía productora, en uno de los títulos de culto más sobresalientes del cine español de los años sesenta y en la prueba definitiva del enorme talento de Fernán Gómez para penetrar en historias de un calado realmente insólito en el marco histórico nacional.

La vida por delante, protagonizada por el propio cineasta junto a la estrella argentina Analía Gadé y los imprescindibles José Isbert y Manuel Alexandre, representa uno de los más crudos e irónicos testimonios sobre el contexto social que marcó la vida de millones de españoles durante los años más sombríos y traumáticos de la posguerra. Basada en un guion original de Manuel Pilares y de Fernán Gómez, la película, que narra las complicadas peripecias de una pareja de recién casados en su empeño por poder adquirir un piso en propiedad y comenzar así a forjarse un futuro juntos, muestra una más que notable influencia del neorrealismo italiano, aún vigente en aquellos años, al tiempo que se enmarca en esa línea de combate contra la moral dominante en la que con tanta dificultad intentaban mantenerse algunos de nuestros cineastas más icónicos.

Comedias

Situada a años luz de sus grandes obras maestras como director, aunque dotada, eso sí, de un incuestionable dominio de la puesta en escena, adapta, el mismo año que produjo su formidable El extraño viaje, Los palomos, una de las más conocidas comedias del incombustible Alfonso Paso, interpretada con su habitual solvencia por Gracita Morales, José Luis López Vázquez y el gran Fernando Rey. En medio de una trama criminal en la que se ven atrapados involuntariamente Emilio y Virtudes Palomos, un humilde matrimonio con aspiraciones sociales, don Alberto, jefe de Emilio, invita a la pareja a cenar en su residencia personal con el ánimo de implicarlos en un asesinato que él mismo acaba de cometer. Nada especial en un autor que reúne en su currículo piezas tan inconmensurables como La venganza de don Mendo (1961), El mundo sigue (1963), La vida alrededor (1959), El viaje a ninguna parte (1986) o El mar y el tiempo (1989).

Este cofre se completa con dos filmes que no dirigió pero cuya presencia como actor desvela la imponente presencia de una figura actoral irrepetible en el panorama cinematográfico español: ¡Jo, papá! y El amor del capitán Brando, dos espléndidos trabajos del gran Jaime de Armiñán donde la brevedad de sus respectivos papeles no le impide aparecer como una figura de enorme fortaleza iconográfica. Su ausencia en muchas de sus secuencias, como ocurre siempre con los grandes intérpretes, no impide que su poderosa impronta siga presente en nuestro subconsciente, pese a que no visualicemos su figura.

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