8M - Huaco Relato

«Cuando se sabe tan poco es porque nunca se ha querido saber, porque se ha mirado a otro lado con incomodidad y no mirar es como borrar", escribe Gabriela Wiener

Cartel de las Guerrilla Girls de 1989.

Cartel de las Guerrilla Girls de 1989.

Nora Navarro

Nora Navarro

Una mujer en un cuarto propio se mira al espejo y no distingue el fondo de la estancia. Se aleja unos pasos, da media vuelta y busca con la mirada los ángulos muertos: esta es la historia de las mujeres frente al espejo.

Una mujer se adentra en un museo, espacio polvoriento de la memoria, falsos techos desmontables, y busca su rostro en la fisonomía de figuras ancestrales al otro lado del cristal. Pero solo se reconoce en los vacíos de la vitrina. Y entonces comienza a imaginarse. Su nombre es Gabriela Wiener y esta es la historia de Huaco retrato (Random House, 2021), pero podría ser la tuya. La sombra que anuda ese hilo mitocondrial roto en su garganta baila con todas nosotras.

Un «huaco retrato» es una pieza de cerámica prehispánica que busca representar un rostro indígena con la mayor precisión posible. Se dice que atrapaba el alma de las personas. Pero huaquear es una forma de violencia, que consiste en saquear yacimientos arqueológicos para extraer y traficar con bienes culturales y artísticos, fragmentos de historia. Ese instante en que se arrancan las raíces del árbol como líneas de un relato es el huaqueo de la memoria. «Pero en esa brecha», escribe Wiener, «algo quedó dentro de ella, se implantó, germinó fuera del árbol».

Huaco retrato define como «fosas comunes» a identidades y culturas enteras sepultadas en el olvido, despojadas y enterradas bajo la polvajera del relato hegemónico. Esa fosa común es el cuarto sin fondo del olvido, que es la herida ancestral de una mujer frente al espejo en sombra.

Y mientas busca el fondo, aparece la forma: «Cuando se sabe tan poco es porque nunca se ha querido saber, porque se ha mirado a otro lado con incomodidad y no mirar es como borrar, invocar la tormenta de arena sobre la huaca sin ceremonia, una erosión progresiva. Hasta que el período de latencia termina. Y nos vemos dispuestas al hallazgo».

Una mujer abre una ventana en el cuarto, donde ve a una mujer que abre una ventana en el cuarto que ve a una mujer como «una rosa es una rosa es una rosa es una rosa» de Gertrude Stein. Y una nueva geneaología florece fuera del árbol en el contorno del olvido.

Escribe Wiener que «un museo no es un cementerio, aunque se parezca mucho» así que, en esa geografía robada, intenta reconstruir una imagen fugaz del pasado con fragmentos eliminados de una historia incompleta.

En un cuarto sin ventanas, la investigadora e historiadora Yolanda Peralta reescribió la historia del arte en Canarias desde el siglo XIX al presente desenterrando a «la otra mitad», como se titula su penúltimo proyecto expositivo, exhumando los nombres silenciados de las mujeres artistas en los libros de historia. Su último proyecto, en esta línea, pone en retrospectiva la trayectoria de la artista canaria Carmela García, que construye ficciones para restituir y homenajear los nombres de las mujeres de las páginas arrancadas de nuestro Huaco relato.

Y el imaginario modernista de Jane Millares se asomó a la ventana que abrió la historiadora y investigadora Laura Teresa García Morales, donde también se dibujan los paisajes lunares que sueña Yolanda Graziani en casi un siglo de vida. Ambos nombres integran hoy la Biblioteca de Artistas de Canarias, antes Biblioteca de Artistas Canarios: una sola letra descerraja simbólicamente las puertas que cerraban el horizonte. Un siglo como el que este año se cumple desde que Mercedes Pinto pronunciara El divorcio como medida higiénica, la fuerza de su voz en la década oscura de Primo de Rivera que la condenó a la puerta trasera del exilio. Cuántos viajes, países y conversaciones cruzó la investigadora y escritora Alicia Llarena para rescatar sus palabras en la historiografía de las letras universales. El mismo siglo que cumplía Maud Bonneaud hace dos años, vanguardia parisina en la geografía canaria, que recuperó también Ángeles Alemán.

Hoy una mujer en un cuarto propio se mira al espejo y distingue a otra mujer en el reflejo, y quizás un día se adentre en un museo y se reconozca en sus ancestras y en los hombres y otros nombres como sus iguales. Y quizás solo entonces este huaco relato sea por fin un viejo capítulo ajado, en una fosa de otro tiempo.

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