Julián Barón y el error perfecto de las imágenes

Según el fotógrafo, de la modernidad se hereda un campo cerrado de objetividad, útil para el discurso visual hegemónico de las instituciones

Un fotolibro de Julián Barón. | |

Un fotolibro de Julián Barón. | | / LA PROVINCIA/DLP

El fotógrafo Julián Barón (Castelló de la Plana, 1978), es un autor fundamental para entender el género en la reciente y aclamada historia del fotolibro español y un creador que entiende este recurso como un artefacto con el que generar pensamiento crítico y alternativo. Barón, que impartió recientemente en el CCA Gran Canaria Centro de Cultura Audiovisual del Cabildo grancanario un taller impulsado por el creador canario Rafael Arocha alrededor de la mencionada modalidad fotográfica, estima que el fotolibro, como objeto físico, es indispensable para nuestra historia colectiva.

Fotógrafo, docente e impulsor de proyectos que usan la imagen como herramienta social de pensamiento, en el abordaje de sus proyectos se intuye una voluntad permanente de plantear perspectivas capaces de contribuir a debilitar la rígida imaginación colectiva y a cuestionar los discursos oficiales que construyen la memoria, la historia y la identidad mediante la imagen. Su fotolibro C.E.N.S.U.R.A, fue escogido por Photo-eye Magazine entre los 10 mejores del año 2011 y en 2016 el fotógrafo español recibiría el Magnum Photography Awards.

A juicio de Barón, “nuestra rutina diaria es consumir imágenes sin pararnos ante ellas. Deberíamos parar de vez en cuando al frente para escuchar qué nos tienen que decir, podría ser el comienzo de un camino de reflexión para no dejarnos llevar, o sí, por el tsunami visual de hoy. Bruno Munari dejó escrito en uno de sus talleres didácticos que cada uno ve lo que sabe, por lo que conocer las imágenes que nos rodean equivale a ampliar las posibilidades de contactos con la realidad; equivale a ver y a comprender más”.

El creador considera que “el ejercicio de prestar atención visual a los errores, mantiene en forma nuestra imaginación. Los defectos, o mala calidad, ofertan nuevos modos de observar el funcionamiento del sistema de imágenes en el que vivimos. Los antónimos error y perfección se alían para facilitar la visibilidad de aquello oculto, la domesticación de la representación se hace e-vidente en cada imagen. He aquí la grieta por la que seguir avanzando al encuentro del error perfecto de las imágenes”, agrega Barón.

Contrario a la satanización del error que ha sido demonizado secularmente en los impolutos manuales de aprendizaje de la técnica fotográfica que presenta la perfección como una convención en el sistema de imágenes actual, Barón opina que dicho sistema no encaja el error, “desechándolo como un resto inservible. Perseguir la perfección, lo pulido, lo superficial es el canon sistémico de nuestro tiempo. Y la experimentación queda desplazada”.

Julián Barón retratado por Christian Robles. | | LA PROVINCIA/DLP

Julián Barón retratado por Christian Robles. | | LA PROVINCIA/DLP / patricia de pablo

Es por ello que Julián Barón formula teóricamente un encendido elogio del error, así como de nuestra capacidad para estar dispuestos -como propuso en su Breve historia del error fotográfico’ Clement Chèroux-, a acoger los accidentes como tantos otros pequeños milagros profanos y como verdaderas epifanías fotográficas. “Las normas y reglas aplicadas para delimitar la función y uso de la fotografía desde su invención proponen una estética fotográfica dónde el error no tiene cabida. Algunas personas como Lazló Moholy-Nagy, Lucia Schulz y Boris & Vita Mikhailov han cuestionado estos estándares a través del medio, tomando posición desde la experimentación a través del error fotográfico, proveniente de los humanos o de las máquinas. De la modernidad hemos heredado un campo cerrado de objetividad, útil para afianzar el discurso visual hegemónico de las instituciones políticas, educativas, sociales, económicas, científicas y culturales. Desplazando el error, en todas sus dimensiones, a un vacío. Los funcionarios que dan cuerda a estas instituciones, han trabajado de modo sofisticado en ocultar, prohibir y censurar información. En los últimos tiempos, ante la avalancha de imágenes que circula por internet, las imágenes se han convertido en potente herramienta para la manipulación de las masas”, sostiene Julián Barón.

“Aunque, nos queda el campo abierto de la subjetividad, heredado por natural resistencia de los indicios, dónde el error se asemeja a un síntoma que más que ofrecer respuestas y dogmas, genera preguntas pertinentes que ceden al espacio para reubicarnos en este mundo. Los errores son como ofertas imperfectas que nos abren a la comprensión de cómo se ha transformado nuestra manera de mirar: actualizando la mirada perfecta de la fotografía y expandiendo sus posibilidades visuales y estéticas”, añade.

Sobre la realidad del fotolibro como medio de expresión en la actualidad Barón no considera que esté en crisis. “Muchas voces dijeron, dicen y dirán que el fotolibro está en crisis. No lo creo, sino más bien que el fotolibro sin la crisis o sin un estado de crisis no se puede comprender. El fotolibro en la historia de España se ha expresado con más intensidad en los momentos de crisis. Ya sea una crisis externa vinculada al contexto político, social, económico, cultural, etcétera, o interna, personal y creativa de quien lo hace”.

Según el creador “quien lea un libro con fotos, al tocar sus páginas, está enviando millones de impulsos eléctricos a su cerebro e integrándose en el ritmo, tono y tiempo de la secuencia de imágenes. Otra lectura posible se desata no lineal, sino espiral. El fotolibro es un medio extraordinario para apreciar cómo las fotografías, al enlazarse página a página, amplifican su campo semántico, transmitan ideas, emociones e historias vividas en primera persona. Tanto quien lee como quien hace libros ha de enredar unos sentidos con otros, tiene que escuchar lo que el conjunto de imágenes nos tiene que decir. La historia personal del lector carga de sentidos a la secuencia de imágenes”.

Otorga a los libros una dimensión protagónica como instrumentos de espacio de creación y testimonio. “Me gusta pensar el libro como una unidad. De trasmisión mejor que comunicación. Los libros no se limitan a contar la historia, la hacen. Los libros son conductores de ideas, de los momentos clave de las civilizaciones y de los pensamientos de cambio. Sin los libros la historia está en silencio, y el desarrollo de la sociedad no sería posible. Los libros son el resultado de una colaboración que ponen en común los diferentes cuerpos de acción-pensamiento de éstos: el espacial (el libro como espacio), el hacedor (quienes hacen el libro) y el lector (quienes leen y activan el libro) bajo la premisa de sentir sus límites y provocar desbordamientos. Cada libro es un ejercicio de colaboración donde diversos cuerpos, manos y mentes lo hacen posible para que te encuentre”.

Para Julián Barón lo que le atrae de los libros y los convierte en maravillosos es cómo el contexto y el tiempo les afecta y como éstos nos influyen íntimamente. “Para activar un libro hemos de tocarlo, pasar las páginas con las yemas de los dedos, que es la parte del cuerpo con más terminaciones nerviosas. El libro se activa a través de sus lectores y a lo largo de su propia vida. Los libros en sí mismos son como una palanca para ir moviendo el mundo a nuestro ritmo, disponen ante nosotros un espacio abierto a la experimentación en lo que respecta a la manera de contar y leer una historia. Si hay un nexo temático y estético entre los libros, de algún modo el interés es armar y activar una comunidad de lectores”, concluye.