Teatro

La crónica del ‘Vietnam español’

El teatro Pérez Galdós acoge el próximo viernes el montaje ‘Rif (de piojos y gas mostaza)’ que narra unos de los episodios más oscuros de la historia de España

Otra escena con los personajes en el campo de batalla.

Otra escena con los personajes en el campo de batalla. / LP/DLP

«La historia del Rif permanecía oculta porque a las autoridades no les interesaban que se difundiera ya que fue el Vietnam español, convirtiéndose el desastre de Annual en un varapalo tremendo para el ejército, una gran derrota, y un lugar al que mandaron al matadero a muchísimos chicos». Son las palabras de la dramaturga y directora Laila Ripoll sobre la obra Rif (de piojos y gas mostaza), una producción teatral de la compañía Micomicón y el Centro Dramático Nacional, que se representa el próximo viernes 31 de marzo, a las 20.00 horas, en el Teatro Pérez Galdós. La escenografía del montaje está nominada a los premios Talía y el vestuario a los premio Max.

Todo esto ocurría en una España en la que «el que tenía dinero se libraba y el que no iba a la guerra. Unido todo eso a que fue una masacre para la población rifeña», añade Ripoll. Rif (de piojos y gas mostaza) ofrece una mirada crítica sobre uno de los episodios más sangrientos y menos conocidos de nuestra historia reciente ocurrida entre 1909-1927. El texto, que firma Ripoll junto a Mariano Llorente, trae al escenario la crónica de una guerra innecesaria y cruel y la conmoción de todo un país, que vio cómo sus hijos eran enviados a morir por nada y obligados a matar a unos nativos que eran tan desgraciados y pobres como ellos y que tenían todo el derecho a proteger su tierra. En el montaje aparecen diputados, altos comisarios, reyes, ministros, cantineras, prostitutas, funcionarios, artistas de cine, periodistas, militares y civiles. Pero los protagonistas son tres soldados del ejército español que representan a los miles de jóvenes que fueron arrancados de sus hogares y a los miles de rifeños que se vieron obligados a luchar por España para mitigar su hambre y su miseria.

Una parte del montaje en donde se recrea el café-cine del pueblo del soldado protagonista. | | LP/DLP

Una parte del montaje en donde se recrea el café-cine del pueblo del soldado protagonista. | | LP/DLP / Alberto García Saleh

Reemplazo

Uno era un soldado de reemplazo pobre y analfabeto. Otro un recluta de los cuotas «que estaban menos tiempo en la mili y vivían mejores condiciones porque sus padres habían pagado para que no fueran al campo de batalla», señala la directora. Y también hay un tercero que representa a los regulares que luchaban en las tropas que «luego combatieron al lado de Franco en la Guerra Civil entrando a sangre y fuego por el sur de la Península». El primer soldado proviene de un pueblo de Andalucía y llega al norte de África donde conoce a al segundo recluta de clase media y al tercero que entra en el ejército para sobrevivir. La trama se construye a razón de los recuerdos del primer protagonista en un café-cine que dará pie a que se escenifiquen espectáculos de variedades que se combinan con el escenario del desierto y el campo de batalla. Para la directora el título resume lo que fue aquella guerra: las armas químicas y la miseria en la que estaban aquellos soldados. «La guerra del Rif fue una continuación de la I Guerra Mundial y ahí están en pugna los franceses por un lado, los alemanes por el otro, intentándose repartir el territorio africano, y en medio le pilla a España que quiere su parte del pastel, una guerra en la que continúa el combate cuerpo a cuerpo», señala. La también llamada guerra de Marruecos o guerra de África fue un largo conflicto bélico mantenido entre España, Marruecos y las tribus del Rif. «Fue probablemente la última batalla de la I Guerra Mundial y la primera de la Guerra Civil donde aparece el general Silvestre o el mismísimo Francisco Franco. Es un hecho del que no se habla ni se estudia, pero que causó miles de muertos, huelgas, manifestaciones, protestas, movimientos ciudadanos y, de alguna manera, propició la llegada de la II República porque la gente no estaba dispuesta a que mataran a sus hijos al matadero», aclara Ripoll.

Fue una guerra cruenta y sin cuartel que causó miles de muertes en ambos bandos y en la que participaron también miles de canarios que servían en los destacamentos de infantería de las islas. De hecho, las crónicas que, a través de ellos, llegaban tras el desastre de Annual en 1921, en el que murieron 13.000 soldados a manos de 3.000 rifeños, provocó un gran impacto sobre la población y los medios de comunicación del Archipiélago, muy polarizados respecto al conflicto.

Fe de la crueldad de la guerra fueron las decapitaciones y mutilaciones en ambos bandos o el gas mostaza que se lanzó sobre la población civil rifeña. La guerra termina con el desembarco de Alhucemas por parte de la Armada Española que recupera el territorio pero su recuerdo fue el caldo de cultivo para la posterior Guerra Civil española.

«Hay mucho de audiovisual en la puesta en escena, pero llama la atención la escenografía de Arturo Martín Burgos que me parece espectacular y recrea esos despojos», subraya la directora, aunque también «está el elemento poético que tiene el teatro que es la poesía que con cuatro pinceladas se consiguen evocar algunas cosas». Los mandos españoles de finales del XIX y principios del XX, al que se refiere Valle-Inclán cuando habla de los militares de Carnaval, eran lamentables.

Uno de los personajes más importantes es el general Fernández Silvestre que presumía de que tenía tres testículos y «más huevos que nadie», un aficionado, como Primo de Rivera, «a la juerga y las prostitutas, que era corrupto y presumía de hombría constantemente. Todos ellos venían de Cuba y tenían el desastre del 98 clavado en sus mentes por lo que querían vengarse de lo que les había pasado con los yanquis y demostrar que eran excelentes militares en el norte de África. Son los mismos militares que luego encabezan el Golpe de Estado en el 36 y una dictadura que se prolongará hasta el 75, nos llevamos comiendo a estos señores desde mediados del siglo pasado», añade Ripoll.

Unos militares mediocres producto de un exceso de mandos y una monarquía corrupta con Alfonso XIII «y en ese caldo de cultivo se cuece ese estamento militar, esas castas de familias que sigue existiendo y que llega hasta los tataranietos y que desde la Guerra de la Independencia, en 1808, tiene un estatus de estar por encima de los demás», señala la directora. «Fueron muchos años de España intentando colonizar el Rif con un desastre tras otro», continúa Ripoll, «pero es algo que hay que revelar porque nos muestra qué tipo de sociedad somos actualmente».

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