Crónica

Beber Moët en el cielo de Lagos

La ciudad más importante y poblada de Nigeria es conocida por su vida nocturna y el consumo de champán

Un chico toca afrobeat en la casa museo de Fela Kuti, el padre de este estilo musical, en Lagos, Nigeria.

Un chico toca afrobeat en la casa museo de Fela Kuti, el padre de este estilo musical, en Lagos, Nigeria. / M. Andrés

Martina Andrés

Martina Andrés

Vértigo es una de las discotecas más cool de toda Nigeria. Ubicada en lo alto de un edificio en Victoria Island, la zona más exclusiva de Lagos, los colorines de las luces se ven desde una calle en la que hay decenas de coches enormes aparcados. Chicos y chicas ataviados con camisetas y vestidos relucientes entran despreocupados al edificio, con ganas de pasarlo bien —¿quién no quiere pasárselo bien?— y zapatos brillantes enmarcando sus pasos. Entre ellos, hombres de edades varias—en este caso no se ven mujeres—, tratan de vender chicles u otros aperitivos que llevan apilados en tablas marrones. Algunos se mueven casi a ras de suelo sentados sobre una especie de monopatín pidiendo dinero; otros acompañan a los dueños a sus coches para ayudarles a aparcar y, quizá, recibir algunas nairas. Ya en la planta de arriba, desde donde se ve la ciudad, un hombre mira a través de sus gafas de sol a una mujer a la que analiza de arriba a abajo antes de entrar en la pista de baile. Ves cómo se le van los ojos. You are an angel, susurra. 

Al ritmo de las mejores canciones de afrobeat —Ayra Starr, Davido, Burna Boy, Wizkid, Rema, Libianca— el Moët vuela entre las mesas, chorrea por las copas de cristal, igual que lo hace por las gargantas el tequila Don Julio que la gente se lleva a la boca a morro. Hay relojes grandes que adornan las muñecas, botellas que una detrás de otra se enfrían en grandes cubos llenos de hielo, cachimbas gigantes que llegan a las mesas de los reservados.

Pobreza extrema

Nigeria, con la cifra récord de 112 millones de personas —más de la mitad de la población— viviendo en la pobreza extrema (menos de 1,9 dólares al día) es uno de los países del mundo donde más Moët & Chandon se consume, champán que se paga con iWatchs en la barra de la discoteca mientras el dinero en efectivo escasea por todo el país en estos días de resaca postelectoral. Lagos es conocida por su música y su vida nocturna. La atmósfera de melodías, oscuridad iluminada y alcohol caro confirma su reputación. Discotecas como Vértigo, al igual que otros edificios —tiendas de ropa, de muebles, concesionarios o embajadas como la de España— se emplazan en la megaurbe casi como si fueran fortalezas, rodeados de concertinas por todos sus costados. Garantía de seguridad

La seguridad también es el motivo por el que estos alambres de espino se encuentran en lugares como las fronteras de Polonia, de Ceuta o Melilla. Las fronteras que separan al jardín europeo del resto del mundo. Por eso, encontrar concertinas alrededor de tantos edificios de esta enorme ciudad africana te hace pensar que hay algo de lo que algunos —los que beben Moët, por ejemplo— se protegen con ahínco. 

Si estás con la gente correcta, no tendrás ningún problema, te dice un Dj local con la intención de tranquilizarte a pesar de que a priori no hay ninguna amenaza. La gente correcta. ¿Quién es la gente correcta? Supones que se refiere a esa que vive dentro de las casas rodeadas de concertinas. O a los que brindan con las copas llenas en la azotea de la discoteca. Lo correcto y lo incorrecto. Lo seguro y lo inseguro. El dinero o la ausencia de él. 

Analfabetismo del 62%

Nigeria es el tercer país con más niños no escolarizados del mundo, detrás de la India y Pakistán. Tiene una tasa de analfabetismo del 62%, según datos de 2021 del African Statistical Yearbook. El salario mínimo interprofesional para 2022 era de 64,2 € al mes. 

Uno de los policías que os escolta en estos días de sol y afrobeat sonando las 24 horas, te cuenta, mientras camináis por el mercado de Lekki, que todos sus hijos van al colegio. El mayor pronto irá a la universidad, aunque su padre todavía no sabe lo que quiere estudiar, no le ha preguntado. Si quiere ser un artista le parece bien. Si quiere estudiar economía también. Economics is good. Él estudió Paz y Conflictos, «cómo tener paz y cómo minimizar el terrorismo», explica mientras los niños de Lekki vuelven en grupos del colegio, con sus uniformes, sus mochilas y las risitas acompañando sus pequeños pasos. Algunos se dan la mano y hablan distraídos, otros os miran y saludan. «Para acabar con el terrorismo, hay que crear conciencia en la gente. Si hay terrorismo en tu país, tu país no se desarrollará. Hay gente que no tiene trabajo. Si das oportunidades laborales, la gente no cae en el terrorismo». Su planteamiento es sencillo, pero llevarlo a cabo es muy complicado, sobre todo en determinadas zonas.

Pero en Lagos no hay riesgo de terrorismo. Hay un top 5 de las mejores discotecas de la ciudad en TripAdvisor. Hay una galería de arte impresionante, la galería de Mama Nike, una de las artistas más importantes de África Occidental. Hay museos, como el de Kalakuta, la casa de Fela Kuti, padre del afrobeat, lleno de cuadros preciosos y saxofones de colores donde un chico empieza a tocar la trompeta cuando llegáis. También hay lugares como Makoko, un asentamiento informal sobre el agua con una superficie de un kilómetro cuadrado en el que viven en torno a 250.000 personas y las necesidades básicas no están garantizadas. Sin luz, sin agua potable, sin recogida de basura. Pero eso, casi como si no existiera, no lo véis. La guía os cuenta que es un barrio de pescadores. Pero no dice que sus aguas son no aptas para la pesca. 

A la espera del cambio

En los diferentes paseos turísticos, atisbáis desde la pequeña guagua blanca las sombras de las casitas apiladas sobre el agua, las piraguas y los pescadores en la lejanía. Al fondo, letras gigantes en las que se lee Lov Lagos os observan rodeadas de verde y de edificios, algunos bajos y viejos; otros, más nuevos y rodeados de concertinas, parecen no encajar en el paisaje. 

Un buen equipo, se merece otro, se lee en la publicidad electoral de un estadio de fútbol. El país ha elegido hace poco a su nuevo presidente, Bola Tinubu, que sustituirá en el cargo a Muhammadu Buhari el próximo 29 de mayo. Pero, mientras el Moët burbujea en Victoria Island, por ahora parece que no bulle el cambio en las calles nigerianas.