Música

Joaquín Sabina trae «la canción más hermosa» a Gran Canaria

La gira nacional de ‘Contra todo pronóstico’ arrancó anoche en el Gran Canaria Arena | El cantautor hizo un repaso a toda su carrera

Concierto de Joaquín Sabina en el Gran Canaria Arena

E. S. G.

El aleteo del bombín blanco volvió ayer al escenario. Joaquín Sabina llenó, cautivó, tembló y recordó los versos de Cuando era más joven con las ansias de quien, a pesar de las dificultades, los tropiezos, las renuncias y los resurgimientos milagrosos, ha vivido plenamente. Sentado en una silla bajo el foco, el cantautor sonrió a Gran Canaria, que lo recibió con un fortísimo aplauso en pie en el primer concierto de la gira nacional de Contra todo pronóstico: "¡Buenas noches, canariones!".

La voz quejumbrosa ya había probado las mieles del reencuentro estos meses previos tanto en Costa Rica, Colombia, Perú, Chile y, por último, Argentina. Una especie de ensayo antes de volver a enfrentarse a su tierra materna. El salto atlántico ha tenido un aterrizaje de éxito con las entradas agotadas tanto aquí como en Tenerife, a donde irá el fin de semana.

Himnos como ‘19 días y 500 noches’, ‘Y sin embargo’ o ‘Princesa’ resonaron en la noche

Ante 7.000 personas en el Gran Canaria Arena, el de Úbeda rasgueó su guitarra. En realidad, declamaba y acompañaba a ese coro unánime que delante de él, en las sillas y en las gradas, de tantas edades, cantaba los temas que ya son suyos por derecho propio. Sabina no olvida a la Isla, a pesar de los diez años de ausencia, "estoy dispuesto a recuperar aquellos votos y disfrutar; las Islas otra vez como destino que cura la ansiedad".

Tantos lugares para crecer, como aquel Campus Rock del 95 o la sala del Castillo Agüimes, la explanada del antiguo Estadio Insular o la grada curva del Estadio Gran Canaria, en donde abrazó a Joan Manuel Serrat, su gran amigo, cuando lo animaba y zarandeaba a seguir en la estela musical reconvertidos en Dos pájaros de un tiro.

Un puñado de pasiones y desquites hecho canciones ha llenado la veintena de discos que ha labrado Sabina, con el duende y la tenacidad del orfebre, a lo largo de sus 40 años de trayectoria. Y el clásico con el que arrancó vítores desembocó en los éxitos de sus últimos álbumes, como Sintiéndolo mucho, Lo niego todo, Mentiras piadosas o Lágrimas de mármol, que han terminado convenciendo al público de que no solo aquel mes de abril era digno de recuerdo. El superviviente se desmarcó de las compasiones. Las despreció. El ruido queda fuera del arte, como La canción más hermosa del mundo.

Con 74 años, hace ya otros tres de aquella caída que lo apartó de los focos debido a las lesiones que sufrió, pero la vuelta a los escenarios ha estado plagada en los últimos meses de agasajos, como el documental Sintiéndolo mucho, dirigido por Fernando León de Aranoa y por el que ganó el Goya a Mejor canción original, y polémicas, ya sean sus declaraciones renegando de la izquierda o la áspera separación de Pancho Varona, mano derecha a lo largo de su carrera —que, casualidades, actúa este domingo en Arucas con el espectáculo Punto y seguido. Sin rencores—. Pero no es momento de mirar atrás, o solo lo suficiente por la mirilla de la melancolía.

Unas 7.000 personas agotaron las entradas en la primera parada del cantante de Úbeda

Tan joven y tan viejo, Una canción para la Magdalena, lo envalentonaron como himnos de aquellos trabajos que lo despuntaron entre los artistas de la época. Retratista de la Transición, de los opiáceos de los 90, pasadas y futuras generaciones gritan los éxitos de El hombre del traje gris, Física y química, Esta boca es mía, y, por supuesto, 19 días y 500 noches. Esos dos whiskies, y la fiesta hecha música. Con Jaime Asúa a la guitarra, Antonio García de Diego tocando las teclas del piano, Mara Barros volvió a deslumbrar con el torrente de voz que sacudió los acordes de Y sin embargo, te quiero minutos antes de que lo macarra volviera a recorrer las venas del Flaco con la mítica Princesa.

Sabina no quiere dejar de soñar, aunque Serrat se haya retirado, aunque parezca que la salud le venga en contra. Quiere seguir soñando con bailar desnudo a las tantas, proclamó en Y nos dieron las diez —que confesó que había escrito en Lanzarote— o, tan solo, con cumplir aquello de "que el escenario me tiña las canas" de Noche de bodas, porque en el arte está su vivir.