Canarismos

Estar callado como un zorrocloco

Diccionario de la RAE.

Diccionario de la RAE.

Luis Rivero

Luis Rivero

Antiguamente se dio de forma más o menos generalizada lo que se conoce con el nombre de «covada», institución de origen incierto consistente en la permanencia, tras el nacimiento del hijo, del padre o marido en la cama durante el periodo de puerperio, mientras que la madre volvía a sus labores habituales. Según algunos testimonios, esta costumbre que en Canarias toma el nombre de «zorrocloco» («hacerse el zorrocloco») pervivió en las islas al menos hasta la primera mitad del siglo XIX. La práctica de la «covada» parece remontarse a épocas remotas y se ha visto como un rasgo caracterial de transición del matriarcado al patriarcado en las sociedades matrilineales. La «covada» como manifestación cultural se considera la institucionalización de la «creencia» que el padre de la criatura recién nacida comparte molestias y síntomas que sufre la parturienta, así como las atenciones que recibe esta durante el posparto (incluso en algunas culturas se llega a que la madre ceda el lecho al padre y este se haga cargo del bebé). Pero ya sea una simulación por parte del marido de los padecimientos de su mujer, ya se trate de algún tipo de «magia simpática» o episodio de autosugestión que llevan efectivamente a somatizar las vivencias de la mujer en el varón o bien una actitud pícara («zorruna») de este para beneficiarse de los cuidados y atenciones que se le brindan a la parturienta, es lo cierto que se trata de una costumbre bastante extendida en la Antigüedad, y muchas de estas manifestaciones han llegado hasta nuestros días. La antropología cultural ha documentado su presencia en el Caribe y en América del Sur, entre los celtíberos en la Península y en toda la zona norte (entre astures, cántabros y euskaldunas), en Castilla y en Andalucía, en la Polinesia, en Nueva Guinea, en partes de África y Asia. De modo que no es fácil hablar, pues, de un origen preciso de esta práctica. La etimología del término tampoco aporta mucho, «covada» viene del francés couvade derivado del verbo couver (’incubar, empollar’), y este del latín cubare ‘estar acostado’, ‘estar en la cama’, ‘estar enfermo’ [y de aquí, es probable que surja la locución «estar encamado»].

Lo cierto es que la «institución» ha llegado a nosotros hasta ir perdiendo la esencia «mágica» de sus orígenes y ganar el significado que mantiene hoy en día. Comúnmente se le llama zorrocloco al marido de la parturienta que se fingía enfermo como excusa para recibir los mismos cuidados y atenciones que su mujer.

Por su parte, el término «zorrocloco» es castellano y podría tratarse de un sustantivo compuesto por «zorro» (’persona taimada, astuta y solapada’; acepción que recoge el DRAE y es el uso común que tiene en las islas) y «cloco» (o ‘clueco’) podría derivar de ‘clocar’ (onomatopeya de cloc, cloc, dicho así de la gallina clueca cuando se echa para empollar). La etimología casa con la idea de la persona astuta, que parece abobada o apocada («que se hace el bobo»), pero que sabe sacar provecho de la situación. Y ese es el sentido que traslada la expresión «zorrocloco»: la del marido que aprovechando la convalecencia de su mujer después del parto se mete en la cama para beneficiarse de los cuidados y mimos que se dispensan a la parturienta, desde el caldito de gallina que prepara la suegra (que a decir de muchos es mano de santo para «sentar las madres» y reconciliar cuerpo y ánima) a las golosinas y el chocolate que le traen las vecinas. Cuando se dice de alguien que «está callado como un zorrocloco» se refiere al ánimo o carácter taimado de quien permanece en actitud silenciosa, sin llamar la atención, «atorrado», viéndolas venir, pero al que «no se le escapa una» y que, «a poder que pueda», aprovecha la oportunidad que se le ofrece para sacar beneficio de la situación.

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