Canarismos

Hasta mañana, si Dios quiere y la burra no se muere

En las islas se suele añadir la coletilla de tono festivo y sustrato rústico (de clara evocación al mundo rural) de la que hacer depender la contingencia

Luis Rivero

Luis Rivero

En el repertorio fraseológico insular se registran numerosos saludos, poco o nada convencionales, que a menudo tienen un sentido festivo, irónico o incluso mordaz. Entre estos se encuentra la expresión «hasta mañana, si Dios quiere y la burra no se muere» que de manera genérica se puede considerar una forma de despedida jocosa e informal.

Se trata de un saludo común que expresa un deseo sujeto a dos condiciones explícitas (para que se cumpla lo deseado). El «hasta mañana» es una fórmula de despedida al uso, de carácter universal, que se emplea habitualmente entre personas que mantienen algún tipo de contacto o relación cotidiana. Este saludo tiene su fundamento en que se da por sentado o se presume el reencuentro al día siguiente entre quienes así se despiden.

Al saludo propiamente dicho le sigue una primera condición que ha de cumplirse para que se produzca el esperado encuentro: «si Dios quiere». Un requisito de carácter «absoluto» sobre el que gravita una fuerza ideológica subliminal que entraña la idea –que es creencia más o menos generalizada– de que todo el acontecer diario depende en última instancia de la «voluntad divina».

Sustrato monoteísta

Según esta convicción, nuestra vida, nuestra salud o la permanencia en el mundo dependerían de manera inapelable de una entidad superior a la que algunos llaman «Providencia». [Este sustrato causal que explica así nuestra existencia es común entre las grandes religiones monoteístas; piénsese, por ejemplo, que, entre los musulmanes, dentro del repertorio ritual que rodea el momento del encuentro y el saludo, se recurre repetidamente a la expresión law sá lláh, ‘si Dios quiere’, en la que se ha querido ver la etimología de la interjección: ¡ojalá! que expresa el vivo deseo que suceda algo].

«Si Dios quiere» es lo mismo que decir, «si el ser Supremo lo considera conveniente y oportuno». Como si estuviéramos sometidos a la arbitrariedad del omnipotente porque nadie sabe realmente de qué depende sus decisiones y sobre qué base se expresa la voluntad sobre el destino de los hombres, como si viviéramos continuamente en la incerteza de la impermanencia.

Lo que nos lleva a pensar en un «Dios todopoderoso» que «lo mismo te da la vida, que te la quita» o acaso como conocedor de lo que el destino nos reserva o custodio del lugar donde dicen que está escrita toda la información concerniente al pasado, al presente y al futuro de los seres humanos. Apurando esta idea hasta sus últimas consecuencias, puede significar que cuando nos vamos a descansar cada noche, no sabemos si vamos a despertar al día siguiente o si caeremos en el sueño eterno.

Condición profana

Y ante este juicio indolente de matriz «sacra», surge, a renglón seguido, otra condición «profana»: «y (si) la burra no se muere» que se expresa con gracejo y cierta insolencia, quizás para distender la formalidad y rigor de la anterior. Una circunstancia igualmente imprescindible para que se produzca lo deseado mediante el saludo de despedida. De manera que, según se refiere, las personas que se despiden, se volverán a ver al día siguiente, no solo «si Dios lo quiere», sino además, «(si) la burra no se muere»; salvedad de factura popular que se sitúa en pie de igualdad con el presupuesto anterior, rompiendo la pomposidad de este con la segunda frase que, con ingenio, el vulgo ha sabido hacer rimar («quiere» con «muere») para imprimirle la musicalidad que lo hace pegadizo.

«Y (si) la burra no se muere» tiene el sentido de someter tal acontecimiento (el volverse a ver al día siguiente) a un evento contingente, que efectivamente puede suceder, aunque no sea algo habitual, sino más bien raro. Nos recuerda aquella otra expresión popular que dice: «¡Qué burro se irá a morir!», que se emplea para mostrar sorpresa por un acontecimiento poco usual e inesperado, pero agradable.

Así pues, frente a la trascendencia del «hasta mañana, si Dios quiere», fórmula universal propia de una cultura teísta, en las islas se suele añadir esta coletilla de tono festivo y sustrato rústico (de clara evocación al mundo rural) de la que hacer depender la contingencia… «¡y (si) la burra no se muere!».

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