Nicolás Guerra Aguiar: un dejarlo para seguir

El libro ‘Entre el aula y la calle’ es un extenso conjunto de 73 artículos didácticos cuyas primeras versiones aparecieron en periódicos

Nicolás Guerra Aguiar: un dejarlo para seguir

Nicolás Guerra Aguiar: un dejarlo para seguir / Victoriano Santana Sanjurjo

Victoriano Santana Sanjurjo

El maestro me dice que lo deja. «Cómo que lo dejas», le replico. No le creo. Sigue publicando sus magníficos artículos. Tiene cuerda para rato. Lo sé y se lo digo. «Es mi último libro», me aclara refiriéndose a Entre el aula y la calle (Mercurio Editorial, 2023). Aunque al principio no sepa por qué ha tomado esta decisión; tal vez, en el fondo, si lo pienso bien, sí entienda el porqué, pues capto de alguna manera lo que significa la idea de final, la sensación de que ya se ha cumplido con un quehacer que, para el caso que nos convoca, le ha ocupado y entretenido de un modo singular durante los veintitrés años de siglo XXI que hemos recorrido; sobre todo, en los últimos trece, o sea, desde que un servidor lleva siendo su editor habitual (no por ello el más importante, por supuesto).

A mi juicio, es desacertado circunscribir sus excelentes aportaciones académicas y culturales a cuanto ha realizado tras la publicación de su obra más conocida y difundida (Tres consejos de guerra y un consejo de paz, 2000) y, con ella, de algún modo, como inevitable consecuencia de la inspiración o estado de gracia de las musas, sacara a la luz el artículo “Sobre ustedes, vosotros, engodos y otros” (La Provincia/DLP, 16-09-2001), el texto con el que iniciara la felicísima trayectoria que le ha convertido en uno de los más afamados articulistas canarios de esta centuria. Detrás de los trece años juntos o del casi cuarto de siglo que lleva siendo objeto de nuestras atenciones y admiraciones particulares, hay un largo camino que merece ser tenido en consideración y que, recogido en las hemerotecas, testimonian lo beneficioso que ha sido para todos nosotros ser contemporáneos y paisanos suyos —más aún si a estas condiciones se le unen las afinidades doctrinales e ideológicas—. Las páginas de la prensa de las últimas cinco décadas hablan del compromiso firme, indesmayable, fiel… con los suyos —nosotros, los nuestros— desde donde siempre supo que sería de utilidad para facilitar la comprensión del mundo que nos rodea y, en consecuencia, para que pudiésemos contribuir a su mejora: en las aulas, con la lengua castellana como estandarte y con la literatura hispánica por horizonte.

Su quehacer en todo este tiempo ha sido el propio de un intelectual de los de verdad, de los que merecen nuestro reconocimiento y gratitud, de alguien íntegro que ha llevado a cabo su labor sin grandes aspavientos y sin propagandas que moviesen a pensar en el deseo de una notoriedad gratuita. Frente a los que buscan en la docencia la plataforma de arranque para otros fines o un medio de subsistencia que malinterpretan o desarrollan con mentalidad mercantil, el ilustre galdense (al que espero que en breve nombren hijo predilecto) ha sido un ejemplo de coherencia con su inclinación y excelencia en su ejercicio.

Entre el aula y la calle, la obra que nos convoca, como buena parte de los títulos que nos han ocupado en estos casi tres lustros, es un extenso conjunto de 73 artículos didácticos cuyas primeras versiones aparecieron en periódicos. Conviene destacar el canal, pues en los textos del maestro el periodismo escrito retorna a esa función de vehículo educativo que siempre tuvo y que los tiempos y las circunstancias le han ido relegando a un segundo plano (o tercero, o cuarto… o vaya uno a saber). En un complicado entorno mercantil y empresarial como el que desde hace unos años vive la prensa, donde la política y el espíritu de lonja ocupan porcentajes muy elevados de páginas y horas audiovisuales, el que un responsable periodístico conceda un valioso espacio para que vean la luz los textos del profesor merece cuanto menos un reconocimiento por mi parte que no puedo, no debo ni quiero pasar por alto.

Hay en su escritura una voluntad pedagógica tan profunda que, de un modo inevitable, ha influido en su estilo, en esas maneras que han fructificado en una prosa desenfadada, ágil, asequible, salpimentada con ese salutífero dejar caer con retranca no exenta, por momentos, de fina socarronería y siempre alejado de cualquier propósito de escarnio o de interés por adentrarse en pantanos soeces.

Es la suya una escritura exigente con el rigor que no renuncia al lenguaje poético ni a los muchos guiños coloquiales y recursos que, en ocasiones, recuerdan a las historietas gráficas. Un quehacer compositor que busca y consigue plasmar ese complejísimo redactar como se habla sin perder la formalidad y abriendo puertas a la afabilidad; y que aspira a dotar a sus piezas de la virtud de la multifuncionalidad, o sea, el que los artículos puedan ser abordados desde diferentes enfoques: si queremos un texto de ideas, lo tenemos; si buscamos uno con referencias filológicas o históricas, lo hallamos; si anhelamos alguno grato al placer de la lectura, lo encontramos…

Este libro, como todos los anteriores, no deja de ser un compendio de lo que ha sido su legado docente e intelectual, y como usuario y amante del idioma, y como devoto lector. Nada ha silenciado. Ha compartido sus conocimientos y sus pensamientos porque ha creído con firmeza en el valor de la educación y de la libertad. De ahí que estas páginas sean también una crónica personal, una selección de instantes en las que el profesor pasa del aula a la calle, y de la calle a ciertos eventos significativos que le han marcado hondamente. Yo he sido un testigo privilegiado de este camino, de estas andanzas, de este muestrario de convicciones que se han solidificado en una decisiva contribución a favor de la verdad, de esa hija de la ciencia y hermana de la justicia que el galdense se ha preocupado de difundir, redifundir, insistir, proclamar siempre que ha podido y como ha podido a lo largo de toda su vida.

Suscríbete para seguir leyendo