Entrevista | Eduard Fernández Actor

Eduard Fernández: "Imagino a mi madre en el cielo viendo mi monólogo"

El actor catalán presenta la obra de teatro 'Todas las canciones de amor' en el Teatro Cuyás este viernes y sábado | "El desmantelamiento de la sanidad pública me parece el atentado más grande que se puede hacer en nuestra nación"

Eduard Fernández recuerda a su madre protagonizando en el Cuyás 'Todas las canciones de amor'

Carla Rivero

Eduard Fernández viajó a Argentina, vio el monólogo de Santiago Loza y decidió que era el momento para subirse a las tablas del escenario a interpretar Todas las canciones de amor. Una madre y un hijo se despiden en la inmensidad del tiempo y, más allá de algunos tintes autobiográficos, lleva al actor catalán a desdoblarse en sí mismo y convertirse, finalmente, en una mujer que vaga entre el recuerdo y el presente ante el público que la escucha. El ganador del Goya cierra en el Teatro Cuyás la gira con la representación del viernes y el sábado, a las 19.30 horas, después de meses ahondando en el milagro del suceso teatral.

Todas las canciones de amor es un título que refleja que ese amor puede ser liberador, entusiasta, feliz, acaparador o un poco ruinoso. ¿Cómo definiría el amor de una madre?

Depende. No todos los amores ni las familias son iguales. Hablamos de una madre que vive por y para el hijo, y el hijo vive por y para ella, con todo lo bueno y lo malo que tiene eso. Uno tiene que evolucionar, cambiar, currárselo, ir al psicólogo va bien también por esto de saber separar una cosa de la otra, que, si no, acabas buscando mujeres igual que tu madre. Vamos, un clásico en las relaciones. En todo caso, el amor de una madre es muy amplio: cabe todo. Tiene todos los colores del amor, que es uno de los sentimientos más potentes del mundo, logra hacerte el más feliz del mundo y llegar a destruir, ¡hay gente que se suicida por amor! Por tanto, hay que tener mucho cuidado y respeto a esa palabra y sentimiento. 

Su madre cuando lo veía como mimo al inicio de su carrera tenía algo de reparo. En este homenaje, ¿qué hubiera pensado?

Ella hubiera dicho, 'vístete un poco mejor, con ese vestidito que yo tenía, ponte más derecha', y yo, mamá, no sé, lo hemos decidido hacer eso, y me habría respondido, 'me parece bien, si tú quieres hacerlo así'. Se conformaba. La última gran lección que me dio mi madre fue la de dejarse ver en ese deterioro. Decirle, 'cómo estás, mamá', y que me dijera, 'así, ya ves, qué desastre'... Yo creo que le hubiera gustado. Imagino a mi madre siempre en una butaquita de estas de teatro en el cielo diciéndole a mi padre, 'Jesús, ven aquí, que va a empezar Eduard con el espectáculo, ¡hoy está en Canarias!'. Cada día le digo dónde estoy. Hoy estoy en Las Palmas, y se quedaría tan contenta. 

La gente llorará y conectará con esta obra que está atravesada por la pandemia cuando tantas personas no se pudieron despedir, como usted. Además, con todo el drama de las residencias. 

No he abundado en el tema. Mi madre estaba en una residencia, cosa que le habíamos prometido nunca hacer, pero no había otra manera. Teníamos a una mujer en casa y ya era imposible que manejara su cuerpo. Y nos decía, ‘llévame a mi casa’, le asegurábamos que era esa, y contestaba, ‘no, no, esto no es mi casa’. En fin, la llevamos, lo cual fue duro, y empezaron a pasar cosas durante la pandemia en España. Se contagiaron, los pasaban de una planta a la otra y pasaban esos virus y, en nuestro caso, bienvenido sea. Quiero decir, estaba muy deteriorada y quería morirse. Así que, qué bien. Obviamente, está el dolor de la muerte de una madre y la pena de no poderse despedirla. No sé si murió de covid, tal vez, aunque siempre nos morimos de algo. A la obra añadimos otras cosas más relacionales, emotivas, donde se habla de la relación con el marido —no es la que tenían mis padres— de aquella época en la que solo se cuidaba al hombre, con sus momentos de soledad, tristeza e incomprensión, por lo que tiene la necesidad de un público para poderles contar cosas. 

¿Ha preferido no abordar esa parte política en la obra?

La obra era la que era. Luego añadimos otras cosas más relacionales, emotivas, donde se habla de la relación con el marido —no es la que tenían mis padres— de aquella época en la que solo se cuidaba al hombre, con sus momentos de soledad, tristeza e incomprensión, por lo que tiene la necesidad de un público para poderles contar cosas. 

De este silencio habla Mayorga. ¿Cómo gestiona este desnudo íntimo como actor?

Si fuera una obra autobiográfica, sería diferente. El hijo se llama Eduardo, el padre se llama Jesús, pero si hiciese una pieza sobre mí tampoco sería tan interesante. Uno le cuenta su vida a un amigo, a un amor, mientras que en el teatro tiene que haber una grandeza y amplitud. Es más, a través de los personajes se puede contar uno a sí mismo. En este caso, aún más. 

Decide qué obra quiere hacer, llama al autor Santiago Loza, le pide a Andrés Lima dirigirlo, ¿cómo se siente en este punto? 

Un privilegio total. Aunque tampoco lo vivo como un acto de orgullo. Mi hermano me dice a veces que si soy consciente de que soy un afortunado, que no hay mucha gente en el mundo que pueda vivir, y bien, haciendo lo que más le gusta, ¡y es verdad! Lo he logrado, solo que a partir de hacer mimo, de hacer teatro hasta los 35 años, y creo que ha sido sano este proceso porque no está hecho de cara afuera. No quiero figurar, con esto de hacer una película y con tantos premios, como dicen algunos, aunque todos queremos eso, pero está bien llegar poco a poco.

Con su hija Greta comparte oficio. 

¡Mi hija viene a ver la última función! Qué bonita. 

Como padre y compañero de oficio, ¿cómo le transmite esta pasión y enseñanza?

Sin pretenderlo. Ella veía que a su padre le gustaba y, sobre todo, la dificultad cuando no había trabajo y cogía cosas que eran muy malas pero se pagaban. Ha vivido los entresijos y la realidad de la profesión, luego, la pasión, las ganas, de cómo trabajar, de cuando vemos una película y hablamos sobre cómo son las interpretaciones. Es un punto en común muy potente.

Compartieron La hija de un ladrón, que gracias a su figura tuvo un tirón mayor. Supongo que verá en su generación que tiene que venderse a lo que da más publicidad.

En ese sentido, sé que los seguidores marcan para coger un actor u otro. Me parece una aberración. La parte más comercial, que siempre ha estado, tiene más peso y da igual si eres bueno o malo. Es así y hay que aceptarlo, y ella tiene que lidiar con su época. 

A la hora de escoger su próximo trabajo. ¿Qué le llama?

Vamos a ser sinceros, por una parte, la pasta. Las series pagan bien. También está la calidad, el tiempo que tienes y los huecos en la agenda, el descanso, y voy llenando con lo mejor que me ofrecen. Por ejemplo, voy a rodar una película en octubre con un muy buen director, guion y personaje. Eso es lo ideal, pero pasa pocas veces. Aún así, no sabes si va a ser una buena película porque el arte sucede o no. Y hacer malas series o mal teatro es una putada, pero se aprende mucho como con la vida. 

"En el aspecto cultural catalán deberíamos de dejar de mirarnos el ombligo"

¿Se imagina que el monólogo hubiera sido nefasto?

Tenía ese pensamiento. ¿Y si es un truño? ¿Algo sentimentaloide? ¿Que no guste y es malo y débil? Ahí está el trabajo para intentar que no, aunque vayas sin ningún tipo de seguridad. 

Otra película que lo ha marcado últimamente ha sido Mediterráneo, con el drama migratorio. ¿A qué nivel el artista se ha de implicar?

El artista se implica lo que quiere: tenemos voz y está bien decir algunas cosas en la medida posible, a pesar de que hay que gestionar el ego. Hay que hacerlo porque te apetece y, si puedes aportar algo, mejor. Al igual que cuando hice del obispo Casaldàliga y su labor en Brasil en una película pequeñita que se vio poco en catalán. Es la persona más grande que he conocido y probablemente conoceré. La profesión me ha dado el regalo y la oportunidad de conocer gente e historias maravillosas que yo nunca hubiera conocido por mí mismo. 

O Mientras dure la guerra. En Canarias sabemos que tenemos 200 vestigios franquistas todavía en las capitales de las islas. Con todo el debate de la memoria histórica y con lo que sigue habiendo en plena campaña, ¿qué opina?

Es una pena no haber hecho la Transición como dios manda. Ya es otra época y nos salimos del franquismo, pero mira el auge de la extrema derecha, que creo que, penosamente, va a ir a más e incluso se podría llegar hasta poner de moda. Yo creo en la educación y en la cultura, en su capacidad de sanación. Pero luego ves que los poderes y lo audiovisual, en general, no están colaborando mucho en ello, sino todo lo contrario. 

No ha podido llevar la obra a Cataluña, aunque ha protagonizado el spot de la alcaldesa Ada Colau. Con vistas a las elecciones, ¿qué cree necesario para una política cultural en esta comunidad? Y, por otra, como ciudadano, ¿qué cambios ve necesario a nivel estatal?

Debería de haber un acuerdo entre todos los partidos que gobiernen, ya sea PP, PSOE, quien toque, y no tocar lo sagrado: educación, sanidad y cultura. Debería estar todo en el mismo pack y que sea estable sin el desmantelamiento de la sanidad pública, que me parece el atentado más grande que se puede hacer en nuestra nación. Cuesta mucho hacer una buena sanidad pública y muy poco cargársela. Debería estar penado. Y si los actores tuviéramos las condiciones que en Francia, todo sería muy diferente, por eso allí está muy asentada la cultura y el teatro, ya que aquí en España el actor es aquel que tiene gracia, mientras que en Francia es muy respetado.

Luego, soy de izquierdas, así que quiero que gobierne la izquierda. No obstante, en Cataluña en el aspecto cultural deberíamos de dejar de mirarnos el ombligo y abrirnos. El catalán es mi idioma y soy tan catalán como cualquiera, me crié, hablé, estudié en la época de Franco en catalán y debería de ser un vehículo a defender. Querría que hubiera cosas buenas, y si hay un espectáculo bueno o una película buena, llevarlo y hacerla... Es muy difícil administrar una sociedad bilingüe y quienes no la tienen no lo saben, porque siempre hay un idioma que está por debajo del otro y hay que apoyarlo constantemente, pero también es verdad que, por ejemplo, los chavales hablan más en castellano cuando TV3 y los estudios están en catalán. No sé qué más se puede hacer. 

¿Hacer TikTok en catalán?

¡Pero los chavales quieren que lo vea la mayor gente posible! En ese sentido, tienen que hacerlo en castellano o en inglés. Es así. Hay cosas que hay que aceptarlas, y seguir trabajando. 

¿Siempre seremos niños de mamá?

No sé si todos. Pero yo sí lo fui.