Candela y ruido

Vila por delante

Tras su andadura con Viltown, el músico escoge su apellido para su nuevo disco ‘Yo sé tocar la bamba’

Vila. |

Vila. | / VERÓNICA GONZÁLEZ

La historia del cántabro Javier Vila es la de muchos foráneos que querían un giro en sus vidas, conocían de algo Canarias y un día dan el paso. Desde 2005 hasta ahora. Ya se traía el alias de Viltown de su Cantabria natal. Ahora, tras siete discos, una crisis físico-creativa de por medio y varios trances más, Javier Vila decide quedarse con su apellido para lanzar su nuevo disco, Yo sé tocar la bamba, en la calle la tercera semana de junio. ¿Es solo un cambio de nombre? Javier responde: «A nivel musical es una vuelta a las raíces, a donde empezó todo. Es un reencuentro con la esencia de ese adolescente que escribía canciones, grababa maquetas y daba conciertos de forma espontánea y natural, con la ilusión y la inocencia habituales a esa edad, pero con un amor y respeto hacia la música suficientes como para no tomárselo como un pasatiempo».

Es ese mismo motor el que usa Javier Vila para mantener la inquietud creativa en unas aguas tan procelosas como las de música alternativa en Canarias: «Esa energía es un fuego innato que por el momento no se ha apagado, viene de serie. Algunos artistas lo llaman veneno. Yo prefiero pensar que es un regalo y una suerte tener algo que te apasione, que te haga la vida más llevadera y que además puedas dedicarle tiempo. Si además de todo esto te aplauden por ello, pues entonces flipas (risas)».

Porque no todo es tan sencillo como parece, el proceso de este disco es largo. Lleva tiempo Javier dando vueltas a la bamba, con jaleos individuales y mundiales de por medio. Así lo detalla: «Yo llevaba mucho tiempo incómodo con Viltown y absorbido por la música. No disfrutaba. Paralelamente sufrí una lesión en una cuerda vocal fruto del estrés y del ritmo de ensayos, conciertos y por no hacer un buen uso de la voz. Estuve muy triste. Ahí fue cuando decidí parar, viajar, leer, escribir, surfear, estar con los míos y coger aire. Y claro, en ese periplo de inflexión aparecieron nuevas canciones». Surge entonces la figura de Mario de Inocencio, productor de su primer disco y quien, en un viaje a Gran Canaria, queda fascinado con los nuevos temas. «Gracias a él volví a ilusionarme y a grabar un disco, casi nada. Luego llegó la pandemia, parón, todos flipando». Por suerte todo se cierra tras el parón obligado, mucho curro en su casa. Se mete Vila en la tendencia actual del carrusel de ir adelantando temas del trabajo, tres desde el primer adelanto en 2022, todos con vídeo.

Ahora queda lanzar un cuarto clip con Viento y el disco completo. Tiene banda nueva, fechas de presentación por concretar y una ilusión renovada con su apellido por delante.

Cuarto lanzamiento de elepé de sonido urbano latino con mayor impacto en Spotify en la historia reciente, varios cortes con más de dos millones de escuchas a la semana del lanzamiento, una gira de presentación que va camino de «todo vendido» global… ¿Es el momento de Cruz Cafuné? Sí, Me muevo con dios es la muestra. Un artista que todos sus trabajos los lanza con una cuidada estrategia en redes llega a su obra maestra en los dos sentidos: creativo y promocional. Apabulla lírica y musicalmente este trabajo, variado en un grado superlativo, con múltiples guiños, una enciclopedia de qué está ocurriendo y qué se está cantando y bailando.

Vuelven de sorpresa pero solo por ganas de hacer música. Isolina dejaron hace ya 10 años muestra de una inquietud cariñosa por las guitarras entretejidas y la música tranquila. Unos amigos haciendo música bella. Siguió un parón. Tenían un par de temas colgados, se juntaron para grabarlos y de paso dar un par de conciertos de presentación y ya está, dicen que no hay más. El resultado de Isolina hace que lamentemos que no quieran seguir un poquito más. Pablo cantando mejor que nunca, el grupo como si llevara diez años ensayando todas las semanas, algunas de sus canciones más redondas. No se vayan, por favor.

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La definición oficial de DJ muestra el despiste que tenemos en el gremio 

Pasa en cualquier colectivo mínimamente creativo. Unos dicen de otros que no son lo mismo que el uno. Resumiendo: «¿Ése? Ése no es DJ”. ¿Por qué? Porque lo dice otro. Una tontería de debate. El importante acuerdo que se presentó este martes sobre la consideración legal de la figura del DJ causó más revuelo por la definición de DJ como artista que por las verdaderas implicaciones legales. Verán, gracias al impulso de la AEDYP (Asociación Española de DJs y Productores) y de varios colectivos, el nuevo convenio de espectáculos legalmente considera el trabajo del DJ como actividad artística. Muchos están mirando el dedo de «Ay mamá, mira, soy artista» que les tapa la luna de las implicaciones legales y laborales que supone esto. Básicamente consigue incrementar la categoría laboral del DJ mejorando aspectos como ayudas, jubilaciones, incrementando salarios, considerando la sesión (de tres horas máximo, por cierto, cuatro si eres residente) como día de trabajo, bajas por enfermedad al 100%... En fin, en la web aedyp.es tienen todo más explicado y en desarrollo.

Ahí está el cambio. Que un DJ es más o menos creativo, más o menos artista, eso ya lo sabíamos. El debate eterno del arte, de si un cocinero es artista, de si un torero es artista… todo muy cansino. No te cuento en el mundo DJ, donde el verdadero arte es aguantar las comederas de oreja que te meten amigos y desconocidos en cualquier sesión con cabina accesible. La discusión es superflua: ¿pones música con herramientas para su mezcla ante un público, en tu casa o en el refugio del Teide? Eres DJ, ya está.

Pero vamos a la miga. La aprobación de este nuevo convenio colectivo estatal es importantísima porque establece un marco de partida. ¿Se cumplirá? Pues tropezamos con lo de siempre, lo que varias veces les comenté en esta columna: el carácter excesivamente individualista del mundo del DJ, del que si uno va a pedir el mínimo del convenio, otro va a ir por 30 euros y las copas. ¿Nos dedicaremos a partir de ahora a exigir regularización y convenio en todas nuestras sesiones o seguiremos en el mundo del trabajo oscuro? Pues de nuevo es un trabajo de todos. La gran ventaja es que ahora podemos decir ya: «Mira, esto es lo legal, esto es lo mínimo (obviamente se puede pedir mucho más de lo que refleja el convenio)». Tenemos una nueva herramienta para, legalmente, hacerlo todo mejor. Nos queda ahora el trabajo de apoyarnos en ella para mejorar una escena bastante decrépita.