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Música

Pinnock en el Auditorio

Trevor Pinnock en el Alfredo Kraus el pasado 2 de junio. | | SABRINA CEBALLOS / OFGC

Era el decimoquinto programa de la temporada. Minutos antes del comienzo, afuera, en la entrada de artistas, un violinista de la orquesta comenta que el maestro es uno de los últimos, uno de aquellos pioneros que partieron en dos las aguas de la interpretación musical allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo, cuando, a través de la investigación en archivos, la restauración de instrumentos y el estudio de los tratados de época, se consiguió revitalizar un repertorio del que parecía que no se podían extraer ya nuevas lecturas. Una generación, decía nuestro violinista, para la cual no parece haber relevo en la actualidad.

Trevor Pinnock, fundador del legendario conjunto historicista The English Concert, subió al escenario del Auditorio Alfredo Kraus y se puso al frente de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria para volver a sorprender al público con un Schubert impecable, un año y medio después de que nos ofreciera la Grande al frente de la misma formación, cuya programación, presentada recientemente, también cuenta con él (por partida doble) para la temporada que viene. Esta vez ha sido la encantadora Quinta Sinfonía en si bemol mayor, colmada de temas alegres, cantables y característicos, una obra de cuatro movimientos escrita en 1816, cuando el compositor tenía diecinueve años.

Con ella dio comienzo un programa basado al completo en obras del clasicismo y primer romanticismo vienés, presentadas en un itinerario cronológicamente inverso, empezando por Schubert, siguiendo con Mozart y terminando con Haydn. La progresiva densidad orquestal en cada una de las obras, apreciable en la sección de vientos, justificó la elección de esta ruta por el repertorio, que la orquesta acometió en plena forma a través de sus sucesivos movimientos, en un encuentro en el que la música obró su poder e hizo que dejáramos de mirar el reloj.

La segunda obra fue el concierto para piano número 9 de Mozart, también en si bemol, otra joya del repertorio. El australiano Kristian Bezuidenhout, uno de los grandes teclistas «históricamente informados» de hoy, con un bagaje que incluye colaboraciones con la Orquesta del siglo XVIII o la Barroca de Freiburg, y que se mueve con igual soltura entre un fortepiano original y el Steinway del Auditorio, nos hizo disfrutar de una interpretación elocuente y llena de matices a lo largo de sus tres movimientos, cada uno irrepetible, en los cuales destacaron las cadencias.

Un público entusiasta consiguió que Bezuidenhout completara su actuación regalando la Allemande de la Suite en Do, K399, del mismo compositor, una pieza singular e inesperada, con la que el genio salzburgués introduce su invención temática en formas estilísticas del pasado.

Siguiendo así el recorrido hacia atrás en el tiempo que proponía el orden del programa, cerraría el concierto la sinfonía 103, Redoble de timbal, de Joseph Haydn, escrita en Londres en 1795, la penúltima de toda su serie sinfónica y una de las más interpretadas, con una paleta orquestal ampliada al incorporar metales y percusión.

Una obra maestra absoluta que la OFGC materializó con finura.

Aunque la concertino tuvo un papel muy destacado en esta última obra, el ramo de flores se lo llevó, de manos del propio Pinnock, la excelente actuación de la primera oboe.

Las maderas y toda la orquesta respondieron con precisión a la propuesta del director y nos regalaron una interpretación sobresaliente, que mereció la gratitud de un auditorio prácticamente lleno.

Es posible que la generación irrepetible de los Harnoncourt, Leonhardt, Brüggen o Pinnock, pioneros en la interpretación con criterios historicistas, desaparezca sin dejar herederos.

Sin embargo, es indudable que los músicos clásicos actuales han incorporado en buena medida sus enseñanzas, asimilando unos criterios estilísticos que ya no se pueden obviar: la articulación, los fraseos, la intención rítmica, el uso del vibrato y los ornamentos, toda una nueva actitud interrogativa hacia la tradición clásica, los contextos históricos y las intenciones de los compositores, que han enriquecido de forma duradera la escucha y el gusto en una cultura musical que hoy es patrimonio de todos.

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