Entrevista

Pepón Nieto: "El teatro es la única isla de autenticidad que queda"

"El germen de esta obra es que el gran precio por estar en un sistema democrático es olvidar. Pero no hay que olvidar", asevera Pepón Nieto

El intérprete marbellí, en un momento de "¡Ay, Carmela!".

El intérprete marbellí, en un momento de "¡Ay, Carmela!". / L. O.

Natalia Sánchez

El intérprete marbellí Pepón Nieto incorpora al inolvidable Paulino que escribió José Sanchís Sinisterra en el clásico de nuestra escena contemporánea ¡Ay, Carmela! Nieto se acompaña de María Adánez los días 1 y 2 de julio en el Teatro del Soho CaixaBank (Málaga) para demostrar que esta función sigue siendo vigente en tiempos de ultraderechas y conflictos bélicos

El montaje de ¡Ay Carmela! ha contado con varias propuestas teatrales y una mítica película de cine protagonizada por actores muy conocidos.

Es una obra que es un clásico contemporáneo, porque el autor está vivo y está escrita en los años 80, pero es una obra clásica. Por Paulino y por Carmela han pasado actores maravillosos, dado que son personajes muy apetecibles de hacer y porque están muy bien escritos. Tienen un texto muy hermoso que defender y resulta un placer poder afrontarlo. No obstante, debo reconocer que en un primer momento te planteas qué puedo aportar yo de distinto a este montaje.

¿Y qué hace singular a su Paulino?

Cuando haces una segunda lectura de la obra te das cuenta de que los clásicos también se interpretan continuamente y que lo que diferencian a los personajes son los actores que le dan vida. Mi verdad es la mía y la que puedo aportar al personaje. Mi emoción es diferente y hace que mi Paulino sea único. Probablemente otro compañero lo hará maravillosamente bien, pero será un Paulino distinto. Cada uno aportamos nuestra verdad, nuestra emoción y nuestro punto de vista al texto.

El director es José Carlos Plaza. ¿Cómo ha planteado la función?

Cada director plantea una manera de la obra y desde qué punto de vista la ataca y qué quiere contar. José Carlos Plaza quiere retratar la crudeza de la guerra, que los personajes sean muy despojados. Tenemos una escenografía estupenda, pero María y yo siempre decimos que lo podríamos hacer en cualquier sitio sin nada porque hay una verdad de los personajes y de la función que es lo que estamos viendo. Podría ser un espectáculo desnudo y se entendería perfectamente por la emoción de los personajes y de los actores.

¿Qué diferencia el montaje que defienden María Adánez y usted de los anteriores?

Yo no he visto todos los trabajos anteriores que se han hecho. No obstante, la parte de comedia la tiene porque aparece en el texto, pero José Carlos no ha incidido en ser muy amables, sino que la función cuenta una situación muy terrible. Ese miedo, esas bombas, esa hambre o ese frío están presentes sin ninguna cortapisa.

El texto podría estar ambientado perfectamente en el momento actual.

Lo duro de esta función es que ahora es muy oportuna. Es muy lamentable que haya una guerra en Europa que nos afecta a todos, que la estamos viendo en vivo y en directo. Además, este país está muy polarizado con las ultraderechas y los nacionalismos que vuelven a aflorar. Lamentablemente estas situaciones que aparecen en el texto son muy reconocibles.

Como actor defender un texto que encierra tanto ¿qué implica?

Es una responsabilidad porque es un acto político. El teatro es política, bueno y todo en la vida es política. Hacer o no hacer, decir o no decir se convierte en un acto político. Esta función es muy comprometida en el sentido de que contamos verdades y no hay paños calientes a la hora de contarlo porque así lo escribió José Sanchis. El meollo de la función, el germen de la función es la memoria histórica, lo que cuenta es que el gran precio que hemos pagado por estar en un sistema democrático es olvidar. Hemos olvidado y no hay que olvidar lo que pasó para no volver a repetirlo. Quizá lo más duro sea el compromiso con la memoria y con los cientos de miles de personas que hay todavía enterradas en cunetas y en zanjas a lo largo de este país.

Con esta representación, ¿están consiguiendo remover conciencias?

El público que acude a verla es muy variopinto. Desde gente mayor que conoce perfectamente la contienda y saben de lo que estamos hablando, pasando por jóvenes que han oído campanas, pero que no saben exactamente qué pasó. Es muy curiosos porque a veces cuando acaba la función nos esperan muchachos y sorprende que muchachos de 20 años gasten un dinero y se hayan emocionado con la historia de Carmela y de Paulino. Yo me voy muy contento cada día cuando concluye la función.

¿Por qué?

Porque veo como se emociona el público y como, de alguna manera, trasciende nuestro trabajo y también porque es importante decir estas palabras, es importante hacer este texto. No es una comedia, que yo las he hecho también y muy dignamente, donde el único pretexto es divertir al público y que la gente se lo pase bien y desconecte durante un par de horas de su vida. A mí personalmente me gusta más remover y el teatro te tiene que mover por dentro. El teatro tiene que cambiarte por dentro, tiene que cumplir la labor de que salgas de ver una obra de una manera distinta a como entraste y te haga mover algo por dentro. Creo que en esta función sí se logra gracias a la dirección, al texto, al trabajo y al compromiso de mi compañera y al mío con el texto y con las emociones que sienten los personajes. Estamos disfrutando mucho y disfrutamos con lo que se produce desde el patio de butacas.

Habla del teatro como un arte que debe de remover conciencias. Como espectador ¿ese es el teatro que le gusta ir a ver?

A mí me gusta ir a ver todo tipo de teatro, pero a mí me apetece que me remuevan. Me gusta que me pongan un espejo enfrente. Me gusta ver la sociedad y ver cómo somos a través de los personajes. El teatro tiene que ponerte ante un espejo de feria que a veces te deforma la realidad y otras veces es muy claro.

¿Y en qué situación se encuentra el teatro hoy en día?

Está más vivo que nunca. En estos tiempos donde reina el audiovisual, donde puedes ver una película en un móvil en un vagón de tren y en el que la información te llega por mil sitios, desde las redes sociales hasta internet, el teatro es la única isla de autenticidad que queda, donde las cosas no están manipuladas. Lejos de que el audiovisual nos coma, lo que nos ha hecho es ser especiales. Es como los grandes almacenes y el pequeño comercio, que subsiste cuando se especializa para que lo que compres en él no lo puedas adquirir en una gran superficie.

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