Letras | Pedro Flores Poeta

Pedro Flores: «El objetivo del poeta es el poema perfecto que sobreviva a la poesía»

El poeta grancanario Pedro Flores acaba de publicar el libro ‘La isla de los muchachos hermosos’ (Maclein y Parker) con el que se introduce por primera vez en la novela incorporando pinceladas líricas en la narración. La historia, que trata sobre un filólogo que sigue las huellas de un poeta isleño fallecido con 18 años en un accidente de tráfico, es ficción, pero desprende el aroma del trabajo de investigación periodística.

Pedro Flores

Pedro Flores / Nieves Delgado

Ha llevado una prolífica carrera poética, e incluso ha publicado libros de relatos, ¿por qué ha decidido dar el salto a la novela en este momento?

Lo de prolífica puede que no sea trascendente, se puede decir que he escrito mucho, algunos dirán, y dicen, que demasiado, pero creo que el poeta va a la búsqueda de ese poema perfecto que no existe, por lo que esa fertilidad tiene que ver, en mi caso, más con una búsqueda que con un fin. En cuanto al término carrera, aplicado a la literatura, lo niego absolutamente. Y contestando a la pregunta no he dado ningún salto, la novela no era una finalidad, ni mucho menos, sino solamente algo que me apetecía escribir, además este libro, al igual que muchos de los relatos e incluso al igual que la pieza de teatro que he publicado tiene que ver ineludiblemente con la poesía y sus concomitancias.

¿Se ha inspirado en algún hecho para crear esta historia del filólogo que investiga a un poeta isleño muerto con 18 años?

Bueno, no es un ejercicio de imaginación excesivo: poeta tempranamente desaparecido, investigador que busca su rastro…hay, por así decirlo muchos hechos particulares, alguno incluso autobiográfico que se incorpora a la narración, cómo no, pero como decía antes me interesaba, además de reincidir en esa vieja historia de búsqueda y misterio, hacer algo que tuviera que ver con la poesía, con su, repito la palabra porque es importante, misterio, y también con ese tema primordial que asoma en casi todo lo que hago, que es el enigma del tiempo.

¿Hay algún paralelismo entre Bebo Ríos y el poeta palmero Félix Francisco Casanova incluso en el título de La isla de los muchachos hermosos?

Ninguna más allá de una muerte temprana y violenta. Mi personaje es de extracción humilde y llega, de manera digamos que intuitiva, a la poesía. Félix Francisco Casanova, el Rimbaud canario, como alguno gusta de decir, tiene otro tipo de circunstancias vitales. De vuelta a esto de hacer paralelismos entre Félix Francisco, y casi que con cualquier autor muerto en plena juventud y el autor de Las Iluminaciones, siempre pienso si esa gente cree que el poeta palmero iba a terminar traficando con armas en África, o algo así. A mi me gusta la obra de Francisco Casanova, pero hay un ejercicio de mitificación sobre su mundo poético que se volvió desdén cuando poetas posteriores, pongamos que los que empezamos a pergeñar nuestros enigmas a principios de los noventa del pasado siglo, tocamos también en nuestra poesía esos elementos temáticos, habiéndolo leído a él o no.

¿Ha tomado referentes, consciente o inconscientemente, al introducirse en la novela?

Los que uno toma inconscientemente se llaman influencias, y siempre está ahí. Yo leo mucha novela, narrativa en general. Debo decir que no sé si lo que he escrito es exactamente una novela, yo diría que tiene más que ver con un collage, claro que existe la novela collage, y en cualquier caso tiene que ver mucho con la poesía, incluye poemas, y con la voluntad de plasmar mi posicionamiento para con ella, con la poesía.

Tras esta experiencia literaria ¿seguirá con incursiones regularmente en este género?

La palabra regularmente no entra mucho en mi vocabulario. Repito que primero tendría que darse el hecho de que lo que he escrito sea novela. Yo escribo poemas, trato, como decía antes, de encontrar ese poema perfecto que no existe, de hacer un verso que valga la pena, que diría Juan Gelman.

El año 2022 fue especialmente destacado para usted en cuanto a premios prestigiosos, ganando los de Generación del 27, Jorge Manrique y Miguel Hernández. ¿Fue un año importante en su carrera literaria?

Incido en que no tengo carrera literaria, o al menos no lo llamaría yo así. Sí, claro, ha sido un año importante por esos reconocimientos, que ha querido la casualidad se dieran juntos en el tiempo, son premios y sobre todo ediciones que han dado una visibilidad a los libros, pero con respecto a esto de los premios literarios debo decir que para mí no son una finalidad, lo que sucede es que ningún editor, salvo de manera muy casual, llama a tu puerta para ofrecerte su sello, y cuando ello se produce, casi siempre por insistencia del autor, esa edición es precaria y muy exigua en cuanto a su distribución. Publicar en Visor, Cálamo o Devenir supone que tus poemas van a ser “enjuiciados” por un número de lectores que, sin ser grande, si que empieza a ser importante dentro de las consabidas limitaciones del género poético.

De 1994 hasta ahora usted ha publicado alrededor de 32 libros de poesía y cuatro de relatos, ¿pero existen algunas obras en las que usted considere que ha logrado unos resultados más satisfactorios a título personal?

Para mí la gran satisfacción que la literatura me da desde la perspectiva del “emisor” sucede en ese momento en que acabas de escribir un poema y crees que su vigencia, su potencia poética es redonda, luego, indefectiblemente, esa euforia inicial va pasando y te das cuenta de que ese tampoco era el poema. Esa “gozosa insatisfacción” permanente es la que mantiene vivo el mecanismo. La concepción del asunto por parte del “receptor” normalmente no es la misma, y eso nos salva, a los autores, de la caducidad forzosa de nuestros esfuerzos. La poesía es un naufragio, cuyos últimos restos son los más valorados por parte del náufrago, del poeta, hasta la aparición de un nuevo tesoro que a su vez será también un hallazgo pasajero.

En su libro, Los bufones de dios, homenajea a poetas con tanta personalidad como Vallejo, Borges, Bukowski, Dylan Thomas, Sylvia Plath, ¿hay, sin embargo, algún nexo común entre todos ellos?

A mí la personalidad de los autores me la trae al pairo, entiéndaseme, me interesa cómo escribieron porque soy lector. Aunque bien es cierto que me “aprovecho” circunstancialmente de ciertos hechos biográficos de ellos para convertirlos digamos que en materia de poesía. No se puede escribir sin memoria, bueno, se puede, pero mal, y cuando digo memoria quiero decir haber leído lo que hicieron los que nos preceden. El nexo común entre todos suele ser que escribieron maravillosamente. Vallejo, por nombrar, y no al azar, a uno de los que cita usted en la pregunta, es el poeta más influyente en la poesía en castellano del siglo XX, cómo escribir poesía de manera “efectiva” sin haber leído a Vallejo.

¿Tiene previsto un nuevo título poético tras esta incursión en la novela?

Acaban de publicarse, en muy corto espacio de tiempo, Los gorriones contrarrevolucionarios por la editorial Visor, y un poco antes Los poetas feroces cuentan lobos para dormir, por Cálamo. En imprenta está Tocar de oído, que editará Devenir. Sé que es muy seguido y así se lo hago saber con mis excusas a los amigos que van a las presentaciones y compra los libros, pero uno no edita cuando quiere, sino cuando puede.

¿Cree que ha cambiado su poesía con el paso del tiempo?

Eso espero, como decía antes esa perpetua “insatisfacción” para con los propios escritos, esa búsqueda del libro definitivo, del poema perfecto, del verso mágico es el eje sobre el que gira esto de la poesía, al menos desde mi punto de vista. Uno busca ese poema que sobreviva a la poesía.