Los cambios morales que se producen entre individuos que se encuentran de pronto en medio de un conflicto bélico. En eso profundiza la nueva obra de Unahoramenos producciones Protocolo del quebranto, dirigida por Mario Vega, que se representa desde este jueves, 5 de octubre, hasta el sábado 7, a las 20.00 horas, en el teatro Pérez Galdós, con las actuaciones de los actores Marta Viera, Mingo Ruano y Luifer Rodríguez.
«Desde 2015 con el estreno de Me llamo Suleimán se decidió desde la compañía que hiciéramos teatro humano que tuviera que ver con el compromiso social y de ahí surge Ana, El crimen de la calle Fuencarral, Moria o Los Malditos», señala Mario Vega. «Estos años hemos aumentado esa fórmula con el Laboratorio Galdós Internacional, con un componente de investigación que en Moria nos llevó a un campo de refugiados y ahora con Protocolo del quebranto nos desplazamos al foco de un fenómeno bélico y los abusos de poder, en Ucrania, y donde hicimos 19 entrevistas a víctimas directas de la violencia», añade el director. «Descubrimos cómo se corrompe el alma humana y cómo la guerra actúa como un cáncer cuya metástasis lo contamina todo. Hay algo tan grande detrás de ese horror que sólo la ficción lo puede mostrar». A este viaje al epicentro de un conflicto bélico, hay que añadir otros aspectos fundamentales para el proceso de creación de la obra que incluye las mesas de reflexión llevadas a cabo en el Auditorio Alfredo Kraus en donde intervinieron todo tipo de expertos en diferentes ámbitos de la sociedad, la propuesta Ensayo y Error donde los espectadores pudieron opinar sobre la propia obra y el Colaboratorio Galdós sobre varias mesas redondas relacionados con problemas actuales.
Complejidad
A todo esto se une la complejidad técnica de la obra ya que durante los últimos 20 minutos está constantemente lloviendo y eso les ha llevado a incorporar un dispositivo de agua que recorre los pasillos del coliseo con sistema hidráulico, y un componente de seguridad máximo con equipo electrónico ya que tras cada representación hay una hora y media de recogida y filtrado de agua. Los protagonistas de protocolo del quebranto están inspirados en personajes reales. Marta Viera (Nadia) «interpreta a la hija de una chica de 27 años que estuvo con otras cien personas en un búnker pequeñito. Nosotros cogemos a la niña de esa historia y la situamos veinte años después siendo acogida por un traficante de armas». Luifer Rodríguez (Crezk) es ese hombre que tuvo que recoger el cadáver de su hijo y que probablemente se convertiría en un traficante de armas ya que su moral estuvo afectada por una vivencia que le ha llevado a un sitio totalmente diferente». Y Mingo Ruano (el periodista Luján) es un corresponsal de guerra que tiene algo del periodista premio Pulitzer Manu Brabo al que conocieron en el hotel en el que se alojaron en Ucrania y es «ver lo que te expones a arriesgar tu vida donde puedes morir en cualquier momento». Sea como fuera, para Vega es «el espectáculo más duro que he hecho ya que tiene que ver con el nivel de crueldad que maneja una guerra y que no podemos edulcorar. Es una obra que yo mismo la veo sintiendo angustia, es una experiencia que te chotea por dentro y te deja en una situación complicada para procesar».
Marta Viera aclara, por su parte, que ha habido una evolución sobre su modo de trabajo ya que ha sido decisivo los encuentros con los profesionales previos a los propios ensayos. «Es ver cuál es la línea de la moralidad de cada personaje, si hay límites, ese juego en el que no hay malos ni buenos, sólo gente intentando sobrevivir a una guerra que no es el día a día. Y en ese lío cada uno lucha también contra sus propios demonios, y es en la lucha interior o en el tránsito interior, dónde yo me ubico».
Para Vega son tres seres humanos en el límite ya que lo que muestra es cómo se transforman las relaciones entre ellos. «Cómo no existen ni buenos ni malos, cómo todo depende del ecosistema en el que estén. Esa relación entre ellos es lo que nos cuenta la obra. Y habla mucho del horror humano hacia dentro y no hacia fuera». Porque para el director «la moral es más flexible de lo que creemos. Yo tengo una moral de canario, situación cómoda y clase media. Si me sueltan en el Congo en medio de una guerra mi moral se tuerce para un lado o para otro». La obra utiliza dos elementos escénicos. Uno es el agua «como herramienta de tortura». Y otro es una carreta que se va transformando «y simboliza un recorrido que se convierte en todo lo que necesitan los personajes para sobrevivir».