La acción comienza y termina en la oscuridad con un diálogo en un desolado jardín donde se han dispuesto tres esculturas para disfrazarlo de un aspecto más humano y, en caso de no tener con quien hablar, dialogar con ellas. Más tarde vemos que este jardín es la azotea de un edificio prismático y minimalista de tres plantas. La zona central, donde se desarrolla la mayor parte de la trama, es la sala de control y reunión de un grupo antiterrorista. La planta inferior está formada por cinco celdas en la que en cada una va apareciendo un personaje bien avanzada la obra.
La contundencia de este prisma negro racionalista en el escenario, envuelto en una atmósfera lúgubre y desoladora en medio de una selva ignota, donde la acción va saltando de una planta a la otra, está magníficamente lograda en el montaje Cielos que se representó el pasado fin de semana en el teatro Cuyás. Además, se utiliza este prisma negro como fondo de pantalla para la proyección de piezas audiovisuales que participan y detallan la trama, dándole un aspecto de contemporaneidad que atrapa desde el primer instante. Un mensaje distorsionado de un grupo terrorista de treintañeros anuncia que van a realizar un colosal atentado con armas químicas en venganza por como sus países fueron arrasados por occidente durante estas tres décadas. Es la ley del talión. Sube la tensión en el piso intermedio tratando de desactivar este ataque. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas entre los miembros de este grupo antiterrorista, y casi a la misma vez se anuncia un suicidio y un embarazo, muerte y vida.
Hay que decir que la voz del terrorista está tan distorsionada que algunas partes de su mensaje era difícil de entender. Quizás hubiera sido más enriquecedor para la obra que estos personajes del mal tuvieran una apariencia humana sobre el escenario, fuera del edificio. Le hubiera dado más vitalidad a la obra. Pero surge una duda: ¿Esta distorsión de la voz, a veces inteligible, es una huida a una posible censura?
En un grado más de complejidad, un personaje aparece desvelando un cuadro de Tintoretto en el cual encuentra la resolución al atentado en un virtual triángulo. La clave está en la hipotenusa. ¿Una referencia a Pitágoras? Al teatro de Wadji Mouawad hay que ir bien predispuesto: es necesario un esfuerzo de concentración pues de lo contrario nos perderemos parte de su mensaje. Esta disposición de infierno, purgatorio y cielo al mismo tiempo, la calidad de las imágenes proyectadas, la pasión de los actores y la trama llena de claves, da lugar a una experiencia escénica muy gratificante aunque el mensaje que nos envía el autor nos haga dudar a veces de sus intenciones.