Charlton Heston, el héroe mesiánico

Se cumple el centenario de Charlton Heston, la estrella que inmortalizó en la pantalla a muchas de las figuras más legendarias de la historia

Claudio Utrera

Claudio Utrera

Hollywood ha sabido encontrar rostros de recambio para encarnar a sus legendarios héroes a lo largo de las diferentes etapas que integran su historia. El desmoronamiento del viejo star-system no acabó con las estrellas, y si los años sesenta conocieron la consagración de, pongamos por caso, Paul Newman, Warren Beatty, Steve McQueen, Dustin Hoffman o Clint Eastwood, los cincuenta asumieron la irresistible ascensión de otra hornada, en la que podríamos incluir a Gregory Peck, Rock Hudson, James Dean, Kirk Douglas, Richard Burton, Montgomery Clift o el icónico y resolutivo Charlton Heston, del que se conmemora este mes el centenario de su nacimiento y cuyo deceso, ocurrido en el año 2008, supuso la desaparición de uno de los pilares fundamentales de una industria fuertemente apoyada en la poderosa influencia que ejercen las grandes stars en el imaginario colectivo de legiones de espectadores.

Nacido en el estado de Illinois en octubre de 1923, Heston representó, como pocos de sus contemporáneos, el estereotipo del héroe hercúleo, honesto, sólido e implacable que tanto potenció el cine norteamericano durante los años cincuenta, tras el largo paréntesis de marcado tono propagandístico que generó el estallido de la Segunda Guerra Mundial, encarnando a multitud de personajes de una sola pieza como el Boake Jackman de Pasión bajo la niebla (Ruby Gentry, 1952), de King Vidor, junto a una Jennifer Jones extraordinariamente eficaz en su papel de la bella y perturbadora Ruby Gentry, el brillo de cuya interpretación le impidió al actor su propio lucimiento personal como estrella emergente que era en un contexto dominado por una férrea y encarnizada competitividad.

Chalrton Heston interpreta a Moisés en ‘Los diez mandamientos’; el actor con Eleanor Parker en ‘Cuando ruge la marabunta’; en la película ‘El Cid’ sobre el héro mediaval y con Orson Welles en ‘Sed de mal’, una película que marca un antes y un después en la carrera del intérprete norteamericano.

Chalrton Heston interpreta a Moisés en ‘Los diez mandamientos’; el actor con Eleanor Parker en ‘Cuando ruge la marabunta’; en la película ‘El Cid’ sobre el héro mediaval y con Orson Welles en ‘Sed de mal’, una película que marca un antes y un después en la carrera del intérprete norteamericano. / Claudio Utrera

Sin embargo, este objetivo sí que lo alcanzaría ese mismo año asumiendo el rol de un director de circo seco y autoritario en El mayor espectáculo del mundo (The Greatest Show on Earth, 1952), bajo la inteligente batuta de Cecil B. de Mille y compartiendo reparto con Betty Hutton, Cornel Wilde, Dorothy Lamour, James Stewart, Gloria Grahame y Henry Wilcoxon, ídolos incontestables durante aquellos años en la todopoderosa Paramount, que contribuían a marcar los objetivos de un estudio en continua vigilancia ante su particular línea de producción, línea que permitía combinar, con admirable habilidad, el gran espectáculo con unos guiones en muchos casos dotados de una enorme solvencia.

A partir de ese momento, Heston emprendería una carrera meteórica, homologable a la de cualquier otra de las grandes figuras de la meca del cine, aportando un plus de profesionalidad a través de su impactante presencia física, de su voz tronante, de su metro noventa de estatura y de una actitud personal dotada siempre de un vigor y de una relevancia psicológica fuera de toda duda, méritos que intentó compaginar, sin éxito, con un pensamiento político de tintes ultraconservadores y con un culto desmedido a las armas que no despertarían demasiadas simpatías entre los sectores más progresistas del país, sobre todo durante los últimos años de su vida en los que llegó a presidir, con febril entusiasmo, la mismísima Asociación Nacional del Rifle.

El héroe mesiánico

El héroe mesiánico / Claudio Utrera

Desde sus inicios profesionales con la Paramount, Heston se transformó, pese a todo, en el mejor intérprete para encarnar personajes de gran calado histórico o de míticos héroes de ficción, ciclo que iniciaría en 1953 metiéndose en la piel del legendario Buffalo Bill Cody en El triunfo de Buffalo Bill (Pony Express), de Jerry Hopper, acompañado por otras figuras en alza, como Joel McCrea, Maureen O´Hara o Anthony Quinn, y que sería el precedente de su apoteósica actuación como Moisés en la segunda versión que Cecil B, de Mille rodó de Los diez mandamientos (The Ten Commandments, 1956), una de las megaproducciones más taquilleras de la historia y la película que consagró definitivamente al actor como un valioso activo en el mercado cinematográfico internacional.

Pero mucho antes de saborear este enorme éxito, Heston daba pruebas de su innato talento para componer personajes temperamentales, al interpretar al poderoso y duro propietario de una rica plantación en la selva sudamericana en Cuando ruge la marabunta (The Nacked Jungle, 1953), de Byron Haskin, junto a la gran Eleanor Parker, desempeñando uno de los trabajos más intensos y convincentes de su brillante carrera artística. La película, escrita por Philip Yordan y Ranald Macdougall, a partir de la novela de Carl Stephenson, se convertiría, tras su multitudinario estreno, en uno de los grandes hitos comerciales de la Paramount y en otra importante catapulta para la meteórica carrera que emprendería su protagonista de la mano de algunos de los directores más prestigiosos de Hollywood.

El héroe mesiánico

El héroe mesiánico / Claudio Utrera

En 1958, y con más de quince largometrajes a sus espaldas, el actor experimentó un cambio insospechado de registro encarnando en la memorable Sed de mal (Touch of Evil), de Orson Welles, a Mike Vargas, el comisario de narcóticos que se enfrenta a Frank Quinlan (Orson Welles), el inspector corrupto que maneja arbitrariamente la ley en una ciudad controlada por el hampa y que acaba siendo tiroteado en la desembocadura de un río turbio y pestilente. Una auténtica obra maestra en la que Heston no solo participó como miembro del reparto sino implicándose en la propia producción e intentando por todos los medios que fuera el propio Welles quien la firmara y quien interpretara al siniestro Quinlan.

Ese mismo año, interviene, junto a Gregory Peck, Jean Simmons, Caroll Baker, Charles Bickford y Burl Ives, en Horizontes de grandeza (The Big Country), un western monumental, dirigido por William Wyler, donde vuelve a mostrar su perfil más intenso metido en la piel de un granjero tosco y violento que se enfrenta a James McKay (G. Peck), un hombre pacífico, culto y extremadamente educado cuyo único objetivo, tras atravesar miles de kilómetros, es contraer matrimonio con su prometida y vivir plácidamente en el Estado de Texas.

Antes de trabajar junto a Welles en Sed de mal, Los bucaneros (The Buccaneer, 1957), dirigida por Anthony Queen, yerno a la sazón de De Mille, le proporciona al actor la rara oportunidad de repetir un personaje que ya había interpretado anteriormente, el del presidente Jackson. Y aunque carente del gancho popular que tuvieron muchas de sus películas posteriores, su labor a las órdenes de Queen mereció el reconocimiento de gran parte de la crítica, razón que, sin embargo, no animó al popular intérprete mexicano a repetir nunca más su experiencia tras las cámaras.

El héroe mesiánico

El héroe mesiánico / Claudio Utrera

Plenamente satisfecho con su trabajo en Horizontes de grandeza, Wyler lo eligió para el papel del príncipe de Judea, Judah Ben-Hur en Ben-Hur (Ben-Hur, 1959), tras los frustrados intentos de que lo asumieran actores como Burt Lancaster, Rock Hudson y Cesare Danova. Ganadora de once Oscars, incluido el del Mejor Actor, que recibiría el propio Heston, y el del Mejor director, la película establecería un antes y un después en la industria cinematográfica hollywoodiense al tiempo que afianzaba el recorrido de Heston como referente incontestable de un cine centrado en el poder omnímodo de sus estrellas.

En esa misma dirección se explica también el enorme éxito taquillero que obtuvieron El Cid (El Cid, 1961), el discutible biopic que realizó en tierras españolas Anthony Mann sobre el mítico héroe medieval, donde se concentran, junto a Heston, algunos de los rostros más populares del momento o 55 días en Peking (55 Days at Peking, 1963), una megaproducción dirigida por el gran Nicholas Ray en el que se dan cita, entre otros, David Niven, Ava Gardner, Flora Robson, Arthur Kennedy y John Ireland, donde Heston vuelve a mostrar su capacidad para proyectar su majestuosa imagen de héroe noble e indomable en medio de una revuelta política internacional.

En El tormento y el éxtasis (The Agony and the Ecstasy, 1965), de Carol Reed, incorpora a su ya nutrido currículo profesional a Miguel Ángel Buonarotti, el genial escultor italiano que desafió a la sociedad de su tiempo con su capacidad para inmortalizar la grandeza de algunas de las figuras más emblemáticas de nuestra civilización; lo mismo que el caballero cruzado de El señor de la guerra (The War Lord, 1963), de Franklin J. Schaffner; el mítico general Gordon de Kartum (Khartoun, 1966), de Basil Dearden; el astronauta redivivo de El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968), de Schaffner; el solitario superviviente de Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973), de Richard Fleischer o el memorable cardenal Richelieu de Los tres mosqueteros (The Three Musketeers, 1973), de Richard Lester.